Óptica Socialista
Opinión
El
primer ministro chino, Li Keqiang, firmó un convenio de inversión de mil
millones de dólares con la presidenta Dilma Rousseff de Brasil en 2015. | Foto:
AFP
Sólo
posterior a la elección del presidente
venezolano, Hugo Chávez en 1998, seguido por una ola de líderes
de izquierda, fue que se aceleró el crecimiento económico.
En
el periodo de gobiernos de izquierda, Latinoamérica logró una ‘revolución de
distribución’ fundamental, beneficiando a enormemente a los pueblos del
continente.
De
acuerdo con reportes del Banco Mundial en el 2013, ‘por primera vez,
existió una década donde aumentó el empleo y disminuyó la desigualdad salarial
en la región, lo cual contribuyó a una reducción sin precedentes de la pobreza
y un incremento de la prosperidad para todos los estratos de la sociedad...los
ingresos promedios de Latinoamérica han subido más de 25% en el nuevo siglo.
Junto con los ingresos más bajos aumentando más rápido que el promedio
regional, es el 40% más pobre que se ha beneficiado más.’ (traducción no
oficial)
Entre
1999 y 2012, 31 millones de personas de Latinoamérica han salido de la pobreza
extrema, de acuerdo a las definiciones del Banco Mundial de $1.90 diario en
términos comparables a nivel internacional (paridad de poder adquisitivo según
precios de 2011). Durante el mismo período, 52 millones de personas salieron de
la pobreza definida de acuerdo a un gasto diario de $3.10, medido en las mismas
unidades.
La
base de este enorme progreso social fue un crecimiento económico acelerado, en
comparación a la catástrofe económica generada a fines del siglo XX a causa de
las políticas neoliberales. Hasta 1993, el Producto Interno Bruto (PIB) per
cápita en los países latinoamericanos en vías de desarrollo se mantuvo por
debajo de las cifras registradas en 1981. En 1998, el crecimiento promedio
anual del PIB per cápita aún era sólo de un 0.9%, utilizando un promedio de
cinco años para evitar la fluctuaciones de corto plazo.
Sólo
posterior a la elección del presidente venezolano Hugo Chávez en 1998, seguido
por una ola de líderes de izquierda, el crecimiento económico tuvo una gran
aceleración. En el 2007, el promedio de crecimiento anual del PIB per cápita,
de cinco años, había alcanzado 2.8%, un aceleramiento donde se destacan Venezuela
con 5.7% y Argentina con 7.7%. La ‘revolución de distribución’ de los gobiernos
de izquierda aseguró que los beneficios de este crecimiento económico sean
compartidos entre la población latinoamericana.
Desafortunadamente,
la adversidad económica ha impedido que esta ‘revolución de la distribución’ no
esté acompañada de una ‘revolución de producción’, es decir, la habilidad de
sostener un fuerte crecimiento económico en tiempos de tendencias económicas
negativas a nivel mundial. De acuerdo a estadísticas más recientes, el
crecimiento del PIB en Argentina ha caído a un 0.5% y el de Brasil a -1.7%.
Debido
a las consecuencias del desaceleramiento económico, la derecha triunfó en las
últimas elecciones presidenciales en Argentina y en las elecciones parlamentarias
en Venezuela, mientras que en Brasil, grupos opositores intentan enjuiciar y
destituir a la Presidenta.
Esto
es bastante grave, ya que mientras que las fuerzas que apoyan estas
transiciones políticas se presentan como fuerzas ‘centristas’ para fines
propagandísticos, las medidas económicas que implementan son netamente
neoliberales y han generado desastres económicos en distintos lugares, no solo
en Latinoamérica. El fracaso de mantener el crecimiento económico en un
escenario adverso ha desatado estos retrocesos.
Aunque
estoy trabajando en China, sigo los acontecimientos en Latinoamérica en
detalle, y he viajado allá en distintas ocasiones, incluyendo dos veces para
asistir a conferencias con el Presidente Chávez. A partir de esta experiencia,
creo que es fundamental que la izquierda Latinoamericana estudie la economía
china, no para aplicar de forma calcada el modelo chino, sino para entender que
hay procesos económicos claves que operan en él y que se pueden aplicar a
Latinoamérica.
China
logró exitosamente una ‘revolución de la producción’. Durante un periodo de
cuatro décadas, la economía china creció por sobre el 8%, pasando de ser uno de
los países más pobres al umbral de ‘economía de altos ingresos’, según
estándares internacionales. Esta fue la ‘revolución de producción’ más grande
de la historia, incluso posterior a la crisis financiera internacional de 2015,
China logró un crecimiento del 6.9%.
Contraria
a la típica creencia estadounidense, el crecimiento chino no fue en beneficio
de los más ricos, sino de la gente común. China logró sacar a 728 millones de
personas de la pobreza, según estándares del Banco Mundial. En el 2015 la
inflación promedio, ajustado al ingreso disponible de la población china, subió
en un 7.4%. Es este tipo de ‘revolución de la producción’ que necesita
Latinoamérica.
Las
diferencias entre Latinoamérica y China son claras. Los métodos estadísticos
modernos utilizados por las Naciones Unidas y la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), demuestran que más de la mitad
del crecimiento del PIB per cápita es debido a la inversión fija. De este modo
se explica el rápido crecimiento de China: en 2014, la inversión fija sumó un
44% del PIB. La baja inversión en Latinoamérica hace imposible lograr y
mantener un crecimiento acelerado en circunstancias adversas: la inversión en
Argentina equivale al 17% de su PIB, en Brasil es de un 20%, Venezuela un 22%.
Ecuador, sin embargo, tiene un nivel bastante más alto, sumando un 28% de su
PIB.
El
contraste es aún mayor si se toma en cuenta la devaluación del capital. El
ahorro neto, disponible para mayor inversión, suma un total del 32% del ingreso
bruto de China, mientras que en Argentina es un 7% y en Brasil es un 5%.
Algunos países, como Bolivia y Ecuador, han logrado un 15% pero esto sigue
siendo inferior al nivel chino. De este modo, se hace imposible el crecimiento
acelerado y paquetes de estímulo anticíclicos, con estos bajos niveles de
inversión fija.
La
clave del ‘modelo chino’ está claro. China tiene sectores públicos y privados
pero no es una ‘economía mixta’, según la definición occidental. En estas
economías, domina el sector privado, mientras que la definición oficial china
está marcada por un ‘posicionamiento dominante del sector público.’
El
modelo de China también se puede expresar en la terminología occidental por los
conceptos de Keynes: ‘El deber de ordenar el volumen actual de inversión no
puede dejarse en manos privadas,’ es necesario apuntar hacia un ‘nivel de
inversión socialmente controlado’, lo cual requiere una ‘socialización un tanto
comprensiva de la inversión’.
El
‘modelo chino’ no eliminó el sector privado, sino que hizo de la inversión
estatal, su fuerza productiva principal, con el sector privado también
beneficiado con el crecimiento. La habilidad de China de mantener un sector
estatal que no administre la economía pero que sea suficientemente grande como
para mantener y controlar los niveles de inversión económica explica el éxito
de China. En este modelo económico, que no elimina el sector privado pero que
está guiado por altos niveles de inversión pública, el que explica el rápido
crecimiento de China y lo diferencia del modelo de la mayoria de paises
latinoamericanos.
Por
lo tanto, para el logro del éxito económico, el ejemplo chino de la ‘revolución
de producción’ debería reemplazar la ‘revolución de distribución’, la cual, y
con justa causa, enorgullece a la izquierda latinoamericana.
John
Ross es catedrático emérito en el Instituto Chongyang de Estudios Financieros,
en la Universidad Renmin de China en Beijing.
El enlace de este artículo:
http://www.telesurtv.net/opinion/Que-puede-aprender-America-Latina-del-crecimiento-economico-de-China-20160127-0041.html.
El enlace de este artículo:
http://www.telesurtv.net/opinion/Que-puede-aprender-America-Latina-del-crecimiento-economico-de-China-20160127-0041.html.
Fuente: www.teleSURtv.net/27/01/16
Compilador. William Castillo Pérez
¿Qué puede aprender América Latina del crecimiento económico de China? Por: John Ross El primer ministro chino, Li Keqiang, firmó un convenio de inversión de mil millones de dólares con la presidenta Dilma Rousseff de Brasil en 2015. | Foto: AFP Publicado 27 enero 2016 (Hace 58 minutos) 0 Comentarios 1 Te Recomendamos Sólo posterior a la elección del presidente venezolano, Hugo Chávez en 1998, seguido por una ola de líderes de izquierda, fue que se aceleró el crecimiento económico. En el periodo de gobiernos de izquierda, Latinoamérica logró una ‘revolución de distribución’ fundamental, beneficiando a enormemente a los pueblos del continente. De acuerdo con reportes del Banco Mundial en el 2013, ‘por primera vez, existió una década donde aumentó el empleo y disminuyó la desigualdad salarial en la región, lo cual contribuyó a una reducción sin precedentes de la pobreza y un incremento de la prosperidad para todos los estratos de la sociedad...los ingresos promedios de Latinoamérica han subido más de 25% en el nuevo siglo. Junto con los ingresos más bajos aumentando más rápido que el promedio regional, es el 40% más pobre que se ha beneficiado más.’ (traducción no oficial) Entre 1999 y 2012, 31 millones de personas de Latinoamérica han salido de la pobreza extrema, de acuerdo a las definiciones del Banco Mundial de $1.90 diario en términos comparables a nivel internacional (paridad de poder adquisitivo según precios de 2011). Durante el mismo período, 52 millones de personas salieron de la pobreza definida de acuerdo a un gasto diario de $3.10, medido en las mismas unidades. La base de este enorme progreso social fue un crecimiento económico acelerado, en comparación a la catástrofe económica generada a fines del siglo XX a causa de las políticas neoliberales. Hasta 1993, el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita en los países latinoamericanos en vías de desarrollo se mantuvo por debajo de las cifras registradas en 1981. En 1998, el crecimiento promedio anual del PIB per cápita aún era sólo de un 0.9%, utilizando un promedio de cinco años para evitar la fluctuaciones de corto plazo. Sólo posterior a la elección del presidente venezolano Hugo Chávez en 1998, seguido por una ola de líderes de izquierda, el crecimiento económico tuvo una gran aceleración. En el 2007, el promedio de crecimiento anual del PIB per cápita, de cinco años, había alcanzado 2.8%, un aceleramiento donde se destacan Venezuela con 5.7% y Argentina con 7.7%. La ‘revolución de distribución’ de los gobiernos de izquierda aseguró que los beneficios de este crecimiento económico sean compartidos entre la población latinoamericana. Desafortunadamente, la adversidad económica ha impedido que esta ‘revolución de la distribución’ no esté acompañada de una ‘revolución de producción’, es decir, la habilidad de sostener un fuerte crecimiento económico en tiempos de tendencias económicas negativas a nivel mundial. De acuerdo a estadísticas más recientes, el crecimiento del PIB en Argentina ha caído a un 0.5% y el de Brasil a -1.7%. Debido a las consecuencias del desaceleramiento económico, la derecha triunfó en las últimas elecciones presidenciales en Argentina y en las elecciones parlamentarias en Venezuela, mientras que en Brasil, grupos opositores intentan enjuiciar y destituir a la Presidenta. Esto es bastante grave, ya que mientras que las fuerzas que apoyan estas transiciones políticas se presentan como fuerzas ‘centristas’ para fines propagandísticos, las medidas económicas que implementan son netamente neoliberales y han generado desastres económicos en distintos lugares, no solo en Latinoamérica. El fracaso de mantener el crecimiento económico en un escenario adverso ha desatado estos retrocesos. Aunque estoy trabajando en China, sigo los acontecimientos en Latinoamérica en detalle, y he viajado allá en distintas ocasiones, incluyendo dos veces para asistir a conferencias con el Presidente Chávez. A partir de esta experiencia, creo que es fundamental que la izquierda Latinoamericana estudie la economía china, no para aplicar de forma calcada el modelo chino, sino para entender que hay procesos económicos claves que operan en él y que se pueden aplicar a Latinoamérica. China logró exitosamente una ‘revolución de la producción’. Durante un periodo de cuatro décadas, la economía china creció por sobre el 8%, pasando de ser uno de los países más pobres al umbral de ‘economía de altos ingresos’, según estándares internacionales. Esta fue la ‘revolución de producción’ más grande de la historia, incluso posterior a la crisis financiera internacional de 2015, China logró un crecimiento del 6.9%. Contraria a la típica creencia estadounidense, el crecimiento chino no fue en beneficio de los más ricos, sino de la gente común. China logró sacar a 728 millones de personas de la pobreza, según estándares del Banco Mundial. En el 2015 la inflación promedio, ajustado al ingreso disponible de la población china, subió en un 7.4%. Es este tipo de ‘revolución de la producción’ que necesita Latinoamérica. Las diferencias entre Latinoamérica y China son claras. Los métodos estadísticos modernos utilizados por las Naciones Unidas y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), demuestran que más de la mitad del crecimiento del PIB per cápita es debido a la inversión fija. De este modo se explica el rápido crecimiento de China: en 2014, la inversión fija sumó un 44% del PIB. La baja inversión en Latinoamérica hace imposible lograr y mantener un crecimiento acelerado en circunstancias adversas: la inversión en Argentina equivale al 17% de su PIB, en Brasil es de un 20%, Venezuela un 22%. Ecuador, sin embargo, tiene un nivel bastante más alto, sumando un 28% de su PIB. El contraste es aún mayor si se toma en cuenta la devaluación del capital. El ahorro neto, disponible para mayor inversión, suma un total del 32% del ingreso bruto de China, mientras que en Argentina es un 7% y en Brasil es un 5%. Algunos países, como Bolivia y Ecuador, han logrado un 15% pero esto sigue siendo inferior al nivel chino. De este modo, se hace imposible el crecimiento acelerado y paquetes de estímulo anticíclicos, con estos bajos niveles de inversión fija. La clave del ‘modelo chino’ está claro. China tiene sectores públicos y privados pero no es una ‘economía mixta’, según la definición occidental. En estas economías, domina el sector privado, mientras que la definición oficial china está marcada por un ‘posicionamiento dominante del sector público.’ El modelo de China también se puede expresar en la terminología occidental por los conceptos de Keynes: ‘El deber de ordenar el volumen actual de inversión no puede dejarse en manos privadas,’ es necesario apuntar hacia un ‘nivel de inversión socialmente controlado’, lo cual requiere una ‘socialización un tanto comprensiva de la inversión’. El ‘modelo chino’ no eliminó el sector privado, sino que hizo de la inversión estatal, su fuerza productiva principal, con el sector privado también beneficiado con el crecimiento. La habilidad de China de mantener un sector estatal que no administre la economía pero que sea suficientemente grande como para mantener y controlar los niveles de inversión económica explica el éxito de China. En este modelo económico, que no elimina el sector privado pero que está guiado por altos niveles de inversión pública, el que explica el rápido crecimiento de China y lo diferencia del modelo de la mayoria de paises latinoamericanos. Por lo tanto, para el logro del éxito económico, el ejemplo chino de la ‘revolución de producción’ debería reemplazar la ‘revolución de distribución’, la cual, y con justa causa, enorgullece a la izquierda latinoamericana. John Ross es catedrático emérito en el Instituto Chongyang de Estudios Financieros, en la Universidad Renmin de China en Beijing. Este contenido ha sido publicado originalmente por teleSUR bajo la siguiente dirección: http://www.telesurtv.net/opinion/Que-puede-aprender-America-Latina-del-crecimiento-economico-de-China-20160127-0041.html. Si piensa hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y coloque un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. www.teleSURtv.net
No hay comentarios.:
Publicar un comentario