martes, 26 de agosto de 2014

Artículo de opinión. Después de la guarimba, por Antonio J. González Plessmann (GISXXI)

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Óptica Socialista
Opinión

I. EL CONTEXTO
Una parte del liderazgo de la oposición impulsó una estrategia insurreccional entre febrero y junio de este año, obligando al resto del liderazgo de la oposición a plegársele para no lucir complaciente frente a su base social. Sectores importantes de clase media y alta se movilizaron, una vez más, convencidos de que con su acción lograrían desalojar al chavismo del Estado. Existe una peligrosa cultura instalada en estos sectores sociales que les permite autopercibirse como víctimas de un gobierno autoritario, a partir de lo cual legitiman acciones de fuerza y se impermeabilizan ante la visión del mundo de las mayorías populares[2].Por ello, son presa fácil del oportunismo de sectores de oposición que los activan para dirimir sus conflictos internos por el liderazgo.
Los sectores populares venezolanos, aunque sufren el impacto de la crisis económica, no se sumaron a la movilización de la derecha,dado su acumulado de conciencia política, labrada a partir de su protagonismo en la construcción del contenido igualitario de la democracia venezolana. El Gobierno no solo no cayó, sino que al igual que en anteriores intentos opositores desleales con la democracia, salió fortalecido.

II. LA INSTRUMENTALIZACIÓN DELOS DERECHOS HUMANOS (DDHH)
La oposición política, las ONG de DDHH que le son aliadas (nacionales e internacionales), el gobierno de EEUU y las corporaciones mediáticas internacionales, animaron una matriz según la cual en Venezuela, durante las guarimbas, había una “grave crisis de DDHH”. El objetivo es evidente y carece de novedad: no se trata de proteger realmente a los DHHH del pueblo venezolano, sino de promover un régimen de visibilización selectiva de la situación de los DDHH en el país, que apunta a deslegitimar el proceso de cambios iniciado en 1998. Los DDHH son vaciados de su contenido protector de la dignidad humana y convertidos en instrumento para lograr un objetivo político.
III. EL BALANCE INTERNACIONAL
En el ámbito internacional, si juzgamos por el centimetraje y enfoque de la cobertura mediática hegemónica y por las declaraciones de algunas instancias multilaterales de DDHH (como la Alta Comisionada de la ONU para los DDHH), se puede concluir que la estrategia instrumentalizadora tuvo un éxito parcial. No lograron nada, sin embargo, entre los gobiernos de la región ni en los foros multilaterales regionales, que apoyaron sin reservas a la democracia venezolana. Un signo alentador, en este ámbito, es que una misión, de bajo perfil, de respetadas ONG de DDHH de América Latina (no identificadas con el chavismo) que visitó el país en julio de este año, concluyó que “en Venezuela pasa lo que en el resto de nuestros países, aunque probablemente con mayor intensidad en su polarización. Hay una crisis política, pero no una crisis de DDHH”. En consecuencia, descartaron realizar un pronunciamiento público y se plantearon la necesidad de diversificar sus fuentes de información y cualificar su mirada sobre el país.
IV. EL BALANCE NACIONAL
En el ámbito nacional, esta nueva arremetida generó algunos saldos positivos que apuntan a fortalecer capacidades. De esa coyuntura nació el Consejo Nacional de Derechos Humanos, instancia estatal que tiene como mandato articular a las instituciones y políticas públicas en la materia, para cualificar y aumentar su impacto. Por otra parte, desde la sociedad, la coyuntura ayudó a nacer, el 10 de mayo de 2014, a “SurDH. Red Alternativa de DDHH”, espacio que articula a cerca de 40 activistas de DDHH con más de 20 años de experiencia en el área (la mayor parte de ellas/os formadas/os en ONG de DDHH que hoy están alineadas con la oposición pero que alguna vez fueron parte de la corriente histórico social de la que nació la Revolución Bolivariana)[3]. Sin ser su objetivo principal, SurDH viene a minar el monopolio de la derecha en el campo de los DDHH. Cuestiona el “secuestro liberal” y la “instrumentalización” de los derechos y propone un enfoque transformador, que los vincula a las luchas contrahegemónicas de nuestro pueblo[4].
V. LOS RETOS
Que sean instrumentalizados por la derecha no significa que no haya violaciones a los DDHH en Venezuela. La reciente denuncia, publicada en el Correo del Orinoco el 02 de agosto de 2014[5], formulada por la Asociación Nacional de Medios Comunitarios, Libres y Alternativos (Anmcla), el Movimiento de Pobladores, Tiuna el Fuerte y SurDH, entre otros movimientos de izquierda, demuestra que, pese al inicio de una reforma policial, sigue habiendo mucho por hacer para revertir el modelo represor y criminalizador de la pobreza por parte de nuestros cuerpos policiales y del sistema de justicia penal en general.
En el contexto de las guarimbas es evidente, además, que hubo actuaciones violatorias a los derechos, siendo las más graves los cuatro asesinatos presumiblemente cometidos por funcionarios de seguridad. El reconocimiento de estos casos por parte del alto Gobierno y la actitud responsable de la Fiscal General, que ha informado semanalmente del curso de las investigaciones, demuestran una voluntad política contraria al tradicional encubrimiento. Ello no es, sin embargo, suficiente. Resulta fundamental que todas las violaciones a los DDHH ocurridas durante las guarimbas sean investigadas y efectivamente sancionados sus responsables, así como modificadas las condiciones que las hicieron posible. En esta última dirección, cabe exigir que la Reforma Policial iniciada en 2006 sea evaluada, profundizada, sometida a una calendarización y ampliada a otros cuerpos de seguridad como la GNB, el Cicpc y el Sebin.
Por otra parte, la Revolución tiene como reto fortalecer sus capacidades globales en el campo de los DDHH. Deben ser reivindicados al menos desde tres dimensiones: a) como un campo en disputa, en el que desde la izquierda tenemos aportes relevantes para reconstruirlos y potenciar su componente transformador; b) como unas poderosas herramientas de lucha, que
cuentan con altísima legitimidad nacional e internacional y que han servido históricamente de apoyo a nuestro pueblo; y c) como un pilar ético-político de la Revolución, que aporta contenido sustantivo al socialismo del siglo XXI.

 

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