Óptica Socialista
Noticias nacionales
Aun cuando falta todavía mucho camino por recorrer, Claudia Cortesía y Howard Takiff estiman que, al ser un compuesto “débil”, podría ingresar en estos gérmenes y “sabotearlos” desde adentro.
¿Un Caballo de Troya?
Fue un hallazgo casual lo que llevó a Claudia Cortesía a comprobar que el ácido acético, el componente activo del vinagre, sería un desinfectante efectivo contra las micobacterias implicadas en la tuberculosis y otras enfermedades como la lepra. “Ella estaba probando” y se encontró con ese resultado, recuerda Howard Takiff, jefe del laboratorio de genética molecular del IVIC. “Ese es un momento en la ciencia: el momento del ¿qué es eso? Eso es la ciencia. Cuando todo funciona como pensaste, está bien; pero cuando algo no funciona como debe ser, ahí es cuando viene las cosas interesantes”, reflexiona Takiff, con base en la experiencia de sus varias décadas de trabajo como científico (y 23 años en el IVIC).
Cortesía, nacida en Cumaná y bioanalista egresada de la Universidad de Oriente (UDO) con postdoctorado sobre mecanismos de resistencia de Mycobacterium abscessus, tiene un especial interés por la tuberculosis. Le ha tocado verla en su tierra y, por ello, está especialmente sensibilizada con esta enfermedad. Encontrar un compuesto que derrote a los gérmenes que son parientes del Mycobacterium tuberculosis es, casi, un propósito personal, y además de gran relevancia para la ciencia criolla.
Sus ensayos con otros desinfectantes -algunos muy conocidos en Venezuela- revelaron que no eran tan efectivos como se esperaba, porque no morían todas las bacterias y, encima de ello, las que quedaban eran muy resistentes. Takiff se hace más preguntas: ¿Por qué esas bacterias se hicieron más resistentes? ¿No era suficiente la cantidad del desinfectante en su interior? Y, por lo pronto, una respuesta: “Estamos intentando estudiarlo”.
UNA ESPERANZA
La preocupación de la joven respecto a la tuberculosis se convirtió en un proyecto para la búsqueda activa de casos (casa por casa) en Cumaná. “Ella pasa mucho tiempo buscando en los barrios de Cumaná, buscando casos de tuberculosis”, reivindica Takiff. “Me interesé en ese trabajo porque vi que en la comunidad donde vive mi familia (Fe y Alegría) había muchos casos. Estamos ahorita en eso. Ha sido un poquito duro, pero ahí vamos”. Previamente -en 2006- trabajó en el Programa Nacional de Tuberculosis, con pruebas de identificación de cepas.
-¿Y qué inquietud tenía respecto a la tuberculosis?
-Estuve trabajando con el doctor Takiff en el programa nacional, y veíamos que el programa tenía que expandirse a toda Venezuela, hacer la epidemiología; hubo muchos contratiempos, pero ahorita está funcionando en Petare, se está haciendo en Miranda.
Pero las micobacterias no son solo un dolor de cabeza porque provocan la tuberculosis. También causan la lepra, los abscesos e infecciones pulmonares, entre otras afecciones. Pueden estar en el suelo, en la tierra, en el agua; ingresar al cuerpo por un tatuaje hecho con un equipo no esterilizado de manera correcta.
“Ellas son oportunistas”, señala Cortesía. En otras palabras, aprovechan la oportunidad para multiplicarse. Si una persona tiene las defensas bajas, si fue sometida a una cirugía, el riesgo de que las micobacterias se enseñoreen podría aumentar. “Hay muchos procedimientos, sobre todo cosméticos o invasivos como la laparoscopia, que si los equipos no están bien esterilizados pueden ser contaminados con estas micobacterias y producir muchas enfermedades”. El científico Jacobus de Waard, del Instituto de Biomedicina Jacinto Convit, descubrió que pacientes venezolanas sometidas a mesoterapia con fines estéticos se habían contaminado con micobacterias.
Aun cuando no llegan a ser los microbios más problemáticos para las venezolanas y los venezolanos (porque los que habitan en los hospitales son especialmente fuertes y difíciles de mantener a raya), las micobacterias son dignas de ser tomadas en cuenta. Por ello, caminos como los que Cortesía y Takiff han abierto constituyen una esperanza.
CAMINOS POR EXPLORAR
El docente e investigador se deshace en elogios para Cortesía, mientras la joven lo mira, apenada: “Su trabajo es excelente. Yo confío siempre en lo que hace”. Ella, “como buena científica que es”, cumplió los protocolos -de tener un experimento control solamente con el ácido acético- “y descubrió que mata todo”. El Fonacit ha apoyado todo este esfuerzo.
Takiff, en 2012, tomó su año sabático y se fue con su esposa a la Universidad de Montpellier, donde un laboratorio trabajaba con Mycobacterium abscessus (gérmenes implicados en los fastidiosos abscesos). En ese lugar también hizo algunas pruebas con ácido acético en diferentes concentraciones. Al mismo tiempo, Cortesía continuó sus pesquisas en el IVIC, también con Mycobacterium abscessus y con Mycobacterium smegmatis.
-Ahora, ¿qué quiere encontrar con la investigación del ácido acético y las micobacterias?
-Lo del ácido acético surgió como un hallazgo. Esto lo que hace es afianzar el conocimiento popular. En mi casa yo recuerdo que a nosotros, como vivimos a orilla de la playa, cada vez que nos salía un hongo mi mamá nos echaba vinagre. Y entonces eso me llevó a pensar: ¿Será que mi mamá tenía razón y a lo mejor el vinagre sí tiene ese efecto sobre hongos y bacterias? Es un producto muy asequible a la comunidad, barato y bueno. Además, esta es una bacteria que la sometíamos a muchísimos desinfectantes que eran de alto nivel y no morían, y el ácido acético logró eliminarlas. Ahora lo estamos señalando para que lo utilicen como desinfectante, sobre todo en los laboratorios como nosotros que estamos trabajando con tantas micobacterias.
Vinagre blanco, mucho menos tóxico que el cloro, sería un desinfectante excelente, evalúa Takiff. Ciertamente se necesitan más estudios, y con lo estricto que es el trabajo científico, resulta difícil -con la información disponible en este momento- hacer una afirmación que se convierta en norma, mas el investigador considera que, por ejemplo, los juguetes de niñas y niños pueden ser lavados con vinagre para eliminar de ellos las bacterias. Otros grupos de científicos, en otros centros ubicados fuera de Venezuela, lo ensayan para combatir los hongos.
Cortesía no descarta que el vinagre sea útil para contrarrestar los virus, trabajo que les correspondería a quienes dedican sus afanes a la virología. El estafilococo dorado, un poderoso enemigo con pocos adversarios (medicamentos) que le planten cara, también podría ser atacado por el ácido acético. “Sería muy interesante saberlo. Por ejemplo, en la parte de neonatología en muchas de las cunitas donde colocan a los bebés se utilizan desinfectantes que a lo mejor no matan a todo; el ácido acético, si funcionara, sería económico y evitaría muchas enfermedades”, asoma Cortesía.
LA PRÓXIMA VÍA
Ambos científicos se encuentran en una encrucijada en lo que respecta al ácido acético. “Hay que ver ahora hacia donde vamos, pero sí hay muchas expectativas. Nosotros podemos empezar y probar con otras bacterias, ver si los ácido acéticos producidos a partir de las frutas se pueden utilizar comercialmente como un desinfectante para los hospitales”, resume.
No obstante, hay que continuar con las pesquisas sobre el ácido acético a fin de poder establecer cuál es el mecanismo por el cual esta sustancia mata las micobacterias.
“Queremos saber cuál es el mecanismo exacto del ácido acético contra esta micobacteria”, manifiesta Cortesía. Esta es una hipótesis: que al ser un ácido “débil” puede engañar a la bacteria, penetrar en ella y afectarla una vez dentro. “Entraría a su sistema metabólico y le haría como un sabotaje”, aseveró.
Por lo pronto, el trabajo que ambos hicieron -con la participación de un equipo de científicas y científicos de Venezuela, Estados Unidos y Francia- ya fue publicado por la American Society of Microbiology. Sus autores son: Claudia Cortesía, Catherine Vilcheze Audrey Bernut, Whendy Contreras, Keyla Gómez. Jacobus de Waard, William Jacobs, Laurent Kremer y Howard Takiff.
Cortesía, en particular, quiere seguir investigando por qué Mycobacterium abscessus (relacionada también con enfermedad crónica pulmonar, infección de heridas y otras afecciones) es una bacteria especialmente resistente a los antibióticos. Un verdadero problema.
Una súper bacteria a la que pocos antibióticos hagan mella es un asunto que inquieta a médicas, médicos y pacientes. La razón es muy simple: si los fármacos no son tan efectivos, la persona tardará mucho más en curarse. Ya “son muy pocos los antibióticos disponibles para el tratamiento”, recuerda Cortesía, y si esos pocos tampoco funcionan, la cosa se complica. De Waard lo ha sufrido particularmente, relata la investigadora, porque le ha tocado recibir a pacientes afectados durante meses por Mycobacterium abscessus y sin experimentar mejoría.
Toda persona que haya recibido tratamiento contra la tuberculosis sabe que este requiere varios meses y una buena dosis de paciencia y constancia. Takiff recalca que se hace una terapia por seis meses porque “en el primer mes, con cuatro drogas, vas a matar a la mayoría” de las bacterias, pero “hay que seguir el tratamiento cinco meses más para matar las últimas”. De nuevo, la oportunidad de encontrar un compuesto que ataque las bacterias y que al mismo tiempo sea económico se convierte en un objetivo de suma importancia.
ALERTA POR CANTIDAD DE CASOS DE TUBERCULOSIS EN PETARE
Howard Takiff trabaja en el Distrito Sanitario 7, en el programa de control de tuberculosis. El experto comenta que hay gran cantidad de casos de la enfermedad en esta zona del estado Miranda, posiblemente relacionados con el hacinamiento. Las zonas más afectadas son Barrio Unión, Maca y José Félix Ribas. En la primera, la mayoría de los infectados son adultos. “Esta es una enfermedad social”, enfatiza. En Petare “hay muchos casos”.
Takiff señala que están circulando varias cepas, y que una de ellas no ha sido vista en el resto del país. Los resultados de sus pesquisas probablemente serán presentados como un artículo en la revista Investigación Clínica de La Universidad del Zulia.
¿VINAGRE CONTRA LA TBC?
¿El vinagre funcionaría realmente contra la tuberculosis? Howard Takiff y Claudia Cortesía piensan que sí. Ello no quiere decir que, si a usted le diagnostican tuberculosis, se bebe un trago de vinagre y se curó. Sobre esta creencia, la investigadora acumula una anécdota: “En la comunidad donde vivo me decían que si iban a inventar algunas pastillas con ácido acético para eliminar la tuberculosis”, cuenta, entre sonrisas.
La joven quiere dejar este punto muy claro: El tratamiento para la tuberculosis sigue siendo el mismo de siempre, entregado por el Ministerio del Poder Popular para la Salud. Y hay que cumplirlo religiosamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario