El oposicionismo ha obtenido una victoria
inmerecida. Así sería aun si hubiese sido estrecha como muchos
suponían, y en el caso es una ocurrencia gratuita, un imprevisto regalo.
En diecisiete años lo que ha hecho esa gente es rechazar toda acción reivindicativa popular; bufar ante la adquirida voz de los humildes y odiar al proceso bolivariano, su líder fundador y sus seguidores; ser marioneta rabiosa de una oligarquía parásita e inepta y de un imperio depredador e implacable, y convertir la lucha que legítimamente le toca en un ejercicio de violencia, dolor y sangre.
Lo que no ha hecho es dar al país una perspectiva de justicia, ni una palabra positiva, acto de amor o programa confesable de gobierno.
Lo que ha hecho la Revolución no cabe en una nota, pero asomo algunos logros esenciales: ha dado identidad a los invisibilizados; viabilizado el formidable aporte social de la mujer; reabierto horizontes a la juventud, humanizado la atención a la vejez y levantado esperanzas generosas caídas; alcanzado avances sustanciales en educación, salud, trabajo, vivienda, acción cultural, transporte, infraestructura y otras áreas; recobrado el hilo histórico de dignidad y soberanía trayendo al presente el espíritu del Libertador, y con ello, levantado las ideas revolucionarias del foso en que pretendieron hundirlas y roto el “fin de la historia”.
Lo que no ha hecho es plantear promesas falsas, cometer fraude electoral (lo recién sucedido prueba que lo único fraudulento era la acusación internacionalmente coreada y quienes la formulaban) y adulterar la democracia haciéndola expresión de una clase privilegiada y sus políticos de alquiler.
Pero falló en echar las bases materiales y concienciales que hubieran derrotado la guerra económica, y ello resultó en el “voto castigo”. Se impone un examen crítico y autocrítico riguroso para la nueva fase de la lucha. El Presidente lo ha convocado. ¡Éxito!
En diecisiete años lo que ha hecho esa gente es rechazar toda acción reivindicativa popular; bufar ante la adquirida voz de los humildes y odiar al proceso bolivariano, su líder fundador y sus seguidores; ser marioneta rabiosa de una oligarquía parásita e inepta y de un imperio depredador e implacable, y convertir la lucha que legítimamente le toca en un ejercicio de violencia, dolor y sangre.
Lo que no ha hecho es dar al país una perspectiva de justicia, ni una palabra positiva, acto de amor o programa confesable de gobierno.
Lo que ha hecho la Revolución no cabe en una nota, pero asomo algunos logros esenciales: ha dado identidad a los invisibilizados; viabilizado el formidable aporte social de la mujer; reabierto horizontes a la juventud, humanizado la atención a la vejez y levantado esperanzas generosas caídas; alcanzado avances sustanciales en educación, salud, trabajo, vivienda, acción cultural, transporte, infraestructura y otras áreas; recobrado el hilo histórico de dignidad y soberanía trayendo al presente el espíritu del Libertador, y con ello, levantado las ideas revolucionarias del foso en que pretendieron hundirlas y roto el “fin de la historia”.
Lo que no ha hecho es plantear promesas falsas, cometer fraude electoral (lo recién sucedido prueba que lo único fraudulento era la acusación internacionalmente coreada y quienes la formulaban) y adulterar la democracia haciéndola expresión de una clase privilegiada y sus políticos de alquiler.
Pero falló en echar las bases materiales y concienciales que hubieran derrotado la guerra económica, y ello resultó en el “voto castigo”. Se impone un examen crítico y autocrítico riguroso para la nueva fase de la lucha. El Presidente lo ha convocado. ¡Éxito!
Freddy J. Melo
10/12/2015 14:06
Tomado de AVN
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