Óptica
Socialista
Opinión
La inversión provocada por el comandante Hugo Chávez en el destino
del flujo del valor de retorno producido por Pdvsa, de su uso en
función de los intereses estratégicos de las compañías petroleras de
Estados Unidos, a su uso en beneficio del pueblo venezolano, cambió el
significado de la política y, en consecuencia, del uso de los
instrumentos para ejercerla en Venezuela. El cambio comenzó a ocurrir a
partir de la expulsión de la Mega Banda que dirigía nuestra petrolera, y
la consecuente toma de su control por parte del pueblo venezolano,
representado por su Estado, dirigido por el gobierno del presidente
Hugo Chávez.
Aquella inversión comenzó a provocar una redefinición de la política
venezolana, pues de allí en adelante cambió su significado y, en
consecuencia, el uso de los instrumentos para ejercerla. En este caso
nos referimos a los instrumentos productores de bienes transables en el
exterior: petróleo y minería a través de empresas de propiedad del
pueblo venezolano, dirigidas y operadas por ese mismo pueblo.
Desde el siglo XIX existen dos posiciones sobre el asunto de la
política en su relación con la economía: una posición derivada del
espontáneo desarrollo del capitalismo, cuyo efecto fue la exposición de
las teorías para comprender el funcionamiento del modo de producción
capitalista, su “fisiología”, éstas llevan a distinguir los factores de
la economía y de allí las clases sociales propietarias de ellos, propias
del capitalismo, y la política tenía un dogma espontáneo generado por
las teorías: realizar los intereses de la burguesía, pues ella
representaba los intereses generales de la sociedad.
Pero en la segunda mitad del mismo siglo surge la crítica masiva de
Karl Marx. Él nos muestra, entre muchísimas cosas más, que las clases
están en perenne lucha, que la clase triunfante hace pasar sus intereses
como si fuesen universales, invirtiendo la interpretación correcta de
la realidad; que la política en el mundo burgués realiza los intereses
de la clase burguesa, que son preservar el capitalismo como modo de
producción, y que la política debe garantizar su permanencia,
satisfaciendo los intereses de la burguesía, por encima de cualquier
otro.
Nos muestra que los trabajadores al producir en una fracción de la
jornada de trabajo su salario diario, producen valor: se autoreproducen,
pues el trabajo y sus productos son lo único a los que podemos atribuir
el predicado de “valor”; que en el resto de la jornada sigue
produciendo valor, en este caso plusvalor, que no le pertenece.
Nos muestra que vender fuerza de trabajo por toda la vida, como
sucede con todos los trabajadores, conduce a que la clase trabajadora no
sea capaz de producir nunca fines propios, porque realiza los de la
burguesía que son los de enriquecerse. Es decir se despoja al trabajador
de la posibilidad de construir su subjetividad -que siempre será
producto del trabajo-, pues está sometido al despotismo del capitalista,
que ejecuta tal despojo ante el terror a la muerte del trabajador, pues
si no trabaja muere porque no come, es por ello que el capitalismo es
un sistema despótico desde su base hasta sus órganos de propaganda
institucional: sus medios de comunicación.
La inversión realizada por el presidente Chávez es por ello el
supuesto de la liberación, pues tomar las riendas de la palanca de la
riqueza da la posibilidad de acabar con el despotismo propio del
capitalismo, que se ejecuta sobre la base de la reproducción de la vida.
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