Óptica Socialista
Opinión
No nos
cansaremos de plantear la extrema complejidad de la situación política actual
de América Latina (y de Venezuela, por consiguiente). Proyectar escenarios es
una tarea harto difícil, pero no imposible, por supuesto. Hoy nos referiremos a
una corriente mediática presente en nuestro país, cuyos principales
representantes son Oscar Schemel, José Vicente Rangel, Vladimir Villegas y
Leopoldo Puchi.
Esta corriente
viene promoviendo -apelando a diversos argumentos- la necesidad de un diálogo
nacional que evite una confrontación entre los principales polos de referencia
política. Según Schemel, director de Hinterlaces, “la frustración en un mes ha sido grande, la gente esperaba que la
oposición llegara con propuestas, hoy la población se siente frustrada… se incrementó la molestia, la
desesperanza… la gente esta observando es que el triunfo de la oposición ha
generado más enfrentamiento”. Schemel asegura también que el presidente
Maduro “esta atrapado en un enredo cognitivo cuando los venezolanos lo que
reclaman es eficiencia”, y que “los
dos bandos hoy están desconectados y van rumbo a una confrontación que
ocasionará una profunda crisis política y la gran victima, como siempre ocurre,
es la población”. En estas aseveraciones hay unas cuantas verdades ¿a
qué negarlo? Ahora bien, si los dos bandos estuvieran desconectados de la
realidad, como afirma Schemel ¿Acaso él sí está conectado? Veamos.
El principal
planteamiento de Schemel es que en Venezuela hay un tercer sector de la
población, que el denomina “el nuevo sujeto social”, que se perfila como
equidistante de los dos polos enfrentados entre sí, la derecha y la Revolución.
Este tercer sector sería mayoritario (lo cual parecen confirmarlo todos los
estudios serios) y se distancia de cualquier radicalismo, mientras favorece el
diálogo y el entendimiento para resolver los problemas del país. Esto lleva a
que Schemel plantee que “esperemos
realmente que la crisis política no sea lo que domine el próximo trimestre sino que sean los acuerdos y los consensos”
Hasta aquí, todo lo que plantea esta corriente mediática luce coherente y
pertinente. Pero todavía hay que deshilvanar el ovillo.
Las primeras
respuestas a las dudas sobre la posibilidad real de un diálogo con resultados
(en Venezuela y América Latina toda) las da el propio José Vicente Rangel: “El dilema seria entonces mayor confrontación
o dialogo. El dialogo apareció fugazmente, pero desapareció también, ya no se
habla casi de dialogo, es muy grave porque implica la derrota de una de las
fórmulas para crear condiciones de estabilidad y la primera baja en eso son las
instituciones que están crujiendo… La posibilidad de dialogar se esfuma y se
radicalizan las posiciones”.
También
Schemel parece percibir una realidad que niega el acierto de la mencionada corriente
mediática “tercerista”: “pareciera que
las estrategias de ambos bandos por primera vez coinciden. Pareciera que el
gobierno nacional también está avivando la confrontación en medio de una
fantasiosa épica revolucionaria y la oposición esta tomando su estrategia
inicial, ambas estrategias parecen coincidir… y el país expectante lo que esta
reclamando son acuerdos, negociaciones… La gran oportunidad la tiene el
presidente Maduro, anunciar un gobierno que se sostenga a partir de consensos
con otros factores de la sociedad venezolana, debe abandonar ese discurso
revolucionario y aterrizar con narrativas que generen mayor esperanza, que
restablezcan la esperanza y un porvenir mejor”. Con un dejo de angustia,
Schemel pone toda esperanza de “solución” en un “diálogo nacional”, al tiempo
que reconoce que no es ese el camino que están tomando “ambos bandos”.
De hecho, la
“solución” idílica es planteada abiertamente por Schemel: “Convocar a un gobierno de unión nacional con
todos los factores… el país no es el mismo de hace 17 años, ya se superó una
etapa de luchas, batallas y victorias, ahora la revolución esta viviendo una
nueva etapa donde el desempeño económico es fundamental, es la palanca clave
para avanzar en el proceso revolucionario, los venezolanos están pidiendo
gestión, no banderas”.
No dudamos de
la buena fe de quienes proponen un “diálogo nacional” como “salida” al gran
conflicto político que está presente en el escenario. Pero creemos que están
equivocados de plano. Ningún diálogo entre estos factores en pugna, si acaso se
realizara, va a dar resultados: es una confrontación histórica continental, en
la que se enfrentan visiones estratégicas antagónicas. Uno de los “bandos”
apuesta a la independencia, a un mundo nuevo donde se acabe la hegemonía de
Estados Unidos y también hacia una concepción socialista de la sociedad, hacia
un cambio radical de valores, y de cultura política y social. El otro bando
favorece la alineación, abierta o disfrazada, con los intereses del
imperialismo y la preservación del capitalismo y de su cultura decadente. Son
visiones antagónicas, excluyentes, la materialización de una supone la
liquidación de la otra.
En el fondo,
la “solución” que proponen Schemel, Rangel, Villegas y Puchi es conservadora,
es un camino para “baipasear” las profundas contradicciones y llegar a
soluciones de compromiso, que posterguen las definiciones y apunten a mantener
un utópico equilibrio de fuerzas que no es sostenible y que no prosperará.
Mientras la derecha continental se empeña en una contraofensiva feroz que no
conoce límites y que no tiene otro fin que restaurar globalmente el
neoliberalismo y convertir a toda América en un aliado confiable de Estados
Unidos, las fuerzas revolucionarias dejan claro que no se rendirán y que lo que
viene es más lucha en nuevas condiciones.
Ante una
pregunta del dirigente del PSUV Ernesto Villegas, en su nuevo programa
televisivo, referida a si se podía imaginar al chavismo en la oposición con un
gobierno de derecha, el Presidente Maduro respondió: “Creo que ese tiempo no ha llegado… Si llegara, forzado por
circunstancias de la guerra económica, nosotros nos iríamos a un proceso
revolucionario más radical, más profundo. Yo lo he dicho. La derecha no tiene
capacidad para llevar a este país bajo ninguna circunstancia, porque no tiene
proyecto, no tiene liderazgo. Si ellos lograran un cambio de gobierno por la
vía de esta guerra económica, del boicot internacional, de toda la guerra
psicológica, tendrían que agarrarse duro porque el chavismo popular, revolucionario,
tomaría sus aminos originarios”.
Es
significativo que el 23 de enero pasado, en la juramentación del Comité
Promotor del Congreso de la Patria, tanto Maduro como Aristóbulo Istúriz hayan
planteado la necesidad, ante las nuevas circunstancias, de reevaluar las formas
de lucha de la Revolución, y que este concepto esté colocado de forma destacada
en el temario de ese evento. También lo es, en el actual contexto del escenario
continental, lo que ha dicho recientemente el presidente del gobernante Partido
de los Trabajadores de Brasil, Rui Falcao, sobre las manifestaciones de apoyo a
Lula y Dilma: “Las manifestaciones
mostraron lo siguiente: queremos la paz, pero no tememos la guerra”.
Esto recuerda a Chávez: “Esta es una
revolución pacífica, pero no desarmada” No hay ninguna duda, el porvenir
inmediato es de lucha, no de conciliación.
La declaración
del Papa Francisco sobre Venezuela, bastante limitada, en cuanto reconoce solo
las dificultades económicas como factor presente en el escenario, probablemente
ha envalentonado a la corriente mediática tercerista a la que hemos hecho
referencia. De hecho, Vladimir Villegas editorializó su programa de TV,
afirmando, entre otras cosas, que “Los
liderazgos en estos momentos, salvo contadas excepciones, prefieren
atrincherarse antes que aceptar el llamado del Papa… Los partidarios del diálogo, del
entendimiento y de la búsqueda de acuerdos, parecen no servir a la dinámica
confrontacional que se le ha impuesto al país… Hay dos agendas paralelas, la
política de confrontación, de polarización, de retórica, de prepotencia y de
negación del otro y la agenda de la gente común, de la gente de a pie, que está ávida de respuestas, de
soluciones en los más variados órdenes”.
También desde
la izquierda surgen las posiciones conciliadoras que ven el remedio en el
“diálogo nacional”. El conocido economista Víctor Álvarez afirmó recientemente:
“En lugar de atizar un conflicto de
poderes con la Asamblea Nacional, el Gobierno debería promover el diálogo
político y convocar a la Asamblea Nacional para impulsar un Gobierno de
Complementación y Unidad que impulse un Programa Básico de Estabilización
Económica y una Agenda Legislativa Mínima para reactivar la inversión
productiva. Estos serían los pasos claves para impedir que a la crisis
económica se le añada una crisis política que desemboque en una grave crisis de
gobernabilidad”. Lo que Álvarez propone es un nuevo pacto conciliador,
una capitulación de nuestros ideales, un Gobierno que ceda espacios de poder a
la derecha pro imperialista y neoliberal ¿Qué tiene qué ver eso con el ideario
de Chávez, en el cual permanecemos y el cual nos toca defender, inclusive a
sangre y fuego? ¿Vamos a rendirnos tan solo porque hemos sufrido una derrota? “El soldado bisoño lo cree todo perdido desde
que es derrotado una vez” (Simón Bolívar).
Vladimir
Villegas se fundamenta en la existencia del llamado “nuevo sujeto social”
asomado por Schemel, la mayoría que dice no estar de lado de ninguno de los dos
grandes bloques en conflicto ¿Qué es este tan cacareado tercer sector? En
primer lugar, un producto de la desconfianza, del descontento. En una situación
de dificultades, en medio de errores de todos los protagonistas, de una guerra económica
y sobre todo mediática, en la que cunde la manipulación y la generación de
zozobra y desesperanza, una parte importante de la población separa sus afectos
de las opciones políticas. Al mismo tiempo, las mismas encuestas de Schemel
afirman que una clara mayoría, muy superior al 50%, favorece el modelo de
inclusión que propuso Hugo Chávez. En encuestas serias hechas por factores de
nuestro Gobierno, se informa que la imagen positiva de Hugo Chávez en la
población supera el 60%. Es decir, la mayoría de los venezolanos sigue siendo
esencialmente chavista, aunque una buena parte de ese sector, lamentablemente,
no identifica al presidente Maduro con esa imagen.
En tal
sentido, se puede decir que ese “tercer sector” es una realidad circunstancial
desde el punto de vista de las probabilidades estratégicas. Es importante,
influye de manera notable en el escenario político, decide elecciones (como el
6D, donde buena parte de ese espectro, que había votado por el chavismo, se
abstuvo), pero no es un proyecto, ni una alternativa política ni una opción. Es
un subproducto de una realidad coyuntural. En la medida en que el conflicto se
radicalice y se aproxime a reales definiciones, ese “tercer sector” se va a
dividir básicamente en dos partes, que se adosarán, cada una, a las dos
alternativas reales de poder en Venezuela y en América Latina. Este futuro
escenario de confrontación, de altísima probabilidad, puede darse en medio de
grandes movimientos en el seno de las fuerzas presentes en la liza, desde el
surgimiento de nuevos liderazgos hasta una recomposición de la correlación de
fuerzas internacionales. No depende de que Maduro o Dilma o Correa o Evo, o
algún otro líder se “quede” o se “vaya”. Es una confrontación social que tendrá
siempre expresión política, pero será decidida por movimientos colectivos,
masivos. Y el grado de violencia que la confrontación pueda alcanzar no es
posible preverlo. Se puede decidir todo en una gran escaramuza que dure unos
meses o en una guerra larga, inclusive la guerra de los cien años, como asomaba
hipotéticamente Chávez. Pero el destino de la Revolución Latinoamericana no
residirá en la conciliación, sino en la lucha.
Ahora bien,
hay señales inequívocas, recientes, de cómo la confrontación se está
agudizando. Por ejemplo, después de prolongar su decreto amenazante contra
Venezuela, Obama sale de La Habana (este tema sería objeto de otro análisis) y
sobrevuela toda Suramérica hasta su extremo austral, para ir a darle un
espaldarazo a su lacayo Mauricio Macri. Allí el presidente yanqui prometió
trabajar con su homólogo de Argentina en la “histórica transición” que estaría
viviendo el país suramericano y expresó su confianza en la “nueva dirección”
que ha tomado esa nación: “Estados
Unidos está preparado para trabajar con Argentina en esta histórica transición”
y se refirió a que “el nuevo rol” que ha asumido Argentina en las relaciones
con Estados Unidos puede servir de ejemplo para “mejorar” los lazos con toda
Latinoamérica. De esta manera, el jefe imperial se pone claramente del lado de
la intensa contraofensiva neoliberal en América Latina.
Otro dato
imprescindible es la salida de Argentina del proyecto de Telesur, una acción de
ataque al frente mediático antiimperialista de Latinoamérica.
En Madrid, se
monta el foro “Mario Vargas Llosa: Cultura, Ideas y Sociedad”, con motivo del
80 aniversario del escritor peruano, que cuenta con la presencia de destacados
personajes de la derecha iberoamericana, como el mismísimo presidente del
Gobierno Español, Mariano Rajoy, los ex presidentes Felipe González, José María
Aznar, Andrés Pastrana, Sebastián Piñera, Luís Lacalle, Álvaro Uribe, y los
escritores derechistas Plinio Apuleyo Mendoza y Carlos Alberto Montaner, además
de la bloggera contrarrevolucionaria cubana Yoani Sánchez. En el marco de ese
aquelarre se ha pronunciado en Madrid la esposa de Antonio Ledezma, Mitzi
Capriles, y ha dicho que “queda en la
conciencia de Nicolás Maduro, tener la inteligencia para llamar a un diálogo
que cada día es más importante y estrictamente necesario para rescatar a
Venezuela de la tremenda crisis institucional en la que está subsumida. Tanto
la iglesia, como el Gobierno y las fuerzas representadas en la MUD tienen que
sentarse, mirarse a los ojos y hablar en aras de que Venezuela no vaya a
mayores. Rescatemos juntos a nuestro país”. Es la misma propuesta de la
corriente mediática “tercerista”, cuyos voceros parecen desconocer que la
derecha venezolana no tiene ningún plan de salvación de Venezuela, sino uno
para sacar a Maduro e imponerle a nuestra Patria la misma receta que está
aplicando Macri, la misma que promueven a través del golpe “constitucional” que
fraguan contra Dilma Rousseff ¿Olvidan los “terceristas” que la primera acción
de la derecha triunfante el 6D fue proponer un plazo de seis meses para establecer
la vía de defenestrar a Maduro? ¿“Diálogo nacional” con los verdugos de la
Revolución? Pues vamos a recordárselo: ¡Aquí no se rinde nadie!
Por Nestor Francia
Tomado de Aporrea.org/30/03/16
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