Óptica
Socialista
Opinión
El reggaetonero, Baby Lorens.
Porque la mayoría de las veces que nos asomamos a
este tipo de situaciones lo hacemos desde una perspectiva que no aborda los
procesos que gestan y se articulan tras esos comportamientos, como si la
Economía Política hubiera dejado de existir y los gerentes que organizaron el
referido concierto a 100 CUC la entrada en el Salón Rojo del Capri, o acciones
similares, no estuvieran estimulando esa subcultura buscando ganar dinero a
cualquier costo en nombre de Robin Hood pero en realidad trabajando para el
Sheriff de Notingham y no
pocas veces para el propio bolsillo.
El Sheriff ha hablado con bastante claridad sobre
los objetivos de su nueva política hacia Cuba y hasta ha llegado a decir con
qué instrumento: “Las medidas que estamos tomando reforzarán a la clase
media de Cuba. Este es el mejor instrumento para obtener lo que todos queremos:
una Cuba libre, próspera y democrática”, afirmó el Antony Blinken, al
diario español El País el
29 de julio de 2015.
Ya sabemos cuál es el concepto de libertad,
democracia y prosperidad que reparte Washington por el mundo y nuestro propio
pasado en que EEUU intentó convertirnos en lo que Fidel llama “híbrido
de casino con prostíbulo” lo atestigua. Hay un grupo social que a
fuerza de dinero hace sinergia con la búsqueda de algo bastante parecido,
aprovechando las ventajas que les ofrece una economía en proceso de apertura,
aun deformada por la dualidad monetaria y cambiaria y con vacíos legales, y,
como si no le fuera suficiente intentar corromper los nuestros, que tienen
mucho que cambiar para estar a la altura de los nuevos desafíos, ya viene
gestando sus propios medios de comunicación.
Recuerdo que el caso Gilbertman tampoco nos llevó a
preguntarnos por qué el reguetonero-delincuente que nos escogió como
destino, como escribió entonces Ubieta,“creía que el dinero, su
superpoder, lo haría invencible en Cuba, como podría serlo en Miami o en
Bogotá” y sólo su aparición en la prensa estadounidense desató su
detención en La Habana, donde sin clandestinidad alguna “financiaba
videos de los Desiguales, de Eddy K (de regreso en la isla), del Yonki, del
Príncipe, de Damián, a condición de que lo dejasen aparecer en pantalla”,
personajes que en su mayoría, al César lo que es del César, no hemos conocido
en “El Paquete”
sino en espacios estelares de nuestra televisión.
En la inauguración de la embajada estadounidense en La Habana,
el jefe de Blinken, John Kerry, nos puso de ejemplo a Vietnam, “un
país dinámico, con una economía creciente”, pero no nos dijo que en esa
tierra hermana, con la fortaleza cultural que suponen miles de años como nación
antes de que existiera EEUU y una lengua propia, con ocho veces la
población de Cuba y a miles de kilómetros del territorio estadounidense, todos
los medios de comunicación son de propiedad pública y las regulaciones sobre la
difusión de información por privados a través Internet son mucho más
restrictivas que aquí. Para nada estoy diciendo que debemos copiar
ninguna regulación de Vietnam pero sí es bueno saber qué nos ocultan los mismos
que destinan cincuenta millones de dólares anuales -varias veces el presupuesto
de todos los medios de comunicación cubanos juntos- a comunicarnos cómo debemos
organizarnos en esta Isla. Interesante que quienes, según Kerry, ya no son “ni
enemigos, ni rivales” sino nuestros “vecinos” callen
ante nosotros que en el “país dinámico” la gestión eficiente
de la economía y la amplia participación del sector privado en el socialismo no
suponen propiedad privada sobre los medios de comunicación.
Ubieta sobre el caso Gilbertman hablaba de cómo la “revista
digital de frivolidades Vistar
magazine“…”que presenta en su costado más banal a los buenos, regulares
y malos artistas, con anuncios de negocios que pagan, sean o no legales—le
dedicó una página en uno de sus números y en otro, anunció el video” donde
Gilbertman
“Reunía
en su casa a sus financiados, entre maletas llenas de mujeres, de dinero, de
expresiones duras, de pistolas, de cadenas de oro, de muebles caros y de mal
gusto, como capos a la espera del resultado de una supuesta guerra callejera,
importada de otras calles, de otro mundo que no es el nuestro, un video donde
la violencia alcanza grados repugnantes, y en el que se compra la imagen, el
símbolo esta vez invertido del joven actor que encarnaba al Chala”
(protagonista de la película Conducta).
Dice István que Lores “no es un imbécil” y agrega:
“Es
la más estridente de un grupo mayor o menor dentro de la sociedad cubana
actual, obviamente mucho más allá de sus colegas, que alardea bendecido por
alguna prensa. Ellos sueñan ¡y están obrando! su propio proyecto de país desde
una idea torcida de la prosperidad sustentada en el apetito inmoderado por el
poder y el culto al triunfo a costa de la bondad y la justicia.”
Ojalá los imbéciles no terminemos siendo los que
defendemos lo que Ubieta caracteriza como “una sociedad alternativa que
no repudia el dinero que se gana con honestidad y talento, pero que se
sustenta en la cultura del ser”, si continuamos actuando como si
ignoráramos lo que afirma István. Porque los valores que conforman una cultura
-ya sea del ser o del tener- se reproducen a través de las relaciones sociales
determinadas en primera instancia por la economía y es lo peor de la
sociedad cubana la que tiene acceso a espacios en los que se ha vuelto
hegemónico “el culto al triunfo a costa de la bondad y la justicia”.
Allí están ausentes los que con su trabajo sostienen el país pero sí disfrutan…
y pagan “un grupo de pillos que cada día se están enriqueciendo más”, en
palabras del Presidente Raúl Castro sobre quienes especulan con las
necesidades alimentarias del pueblo pero que pueden aplicarse a no pocos que
lucran desde la ilegalidad o la ilegalidad en otras esferas de la sociedad.
Desde allí viajan la vulgaridad, el culto a la
violencia, el machismo y el dinero fácil hacia programadores, realizadores,
y algunos espacios de medios de comunicación, y también al transporte
público y las instalaciones gastronómicas, los agromercados y mil lugares más
donde la banda sonora de los nuevos hombres de éxito nos acompaña las 24
horas. Un recorrido, muchas veces billete en mano, para cerrar el ciclo “dinero-mercancía-dinero
incrementado” que convierte en gusto lo que es un proceso de
corrupciones sucesivas al que vienen a sumarse los nacientes medios de
comunicación privados.
Si en Latinoamérica vemos actuar -y vencer- a la
prensa privada como un Partido Político al servicio de las oligarquías y la
contrarreforma promovida por Washington, no hay que ser visionario para prever
su rol futuro -ya casi presente- en Cuba. A pesar de su ofensiva para degradar
lo colectivo y promover lo privado, los valores sembrados por la Revolución
tienen fuerza propia. Un grupo de jóvenes periodistas procedente de todas
las provincias de Cuba recientemente reunidos en La Habana insistía “en
la necesidad de contar con una norma jurídica que ampare la producción
comunicativa del país, porque hay comportamientos que escapan a los límites
regulatorios gremiales”, y resaltaba “la necesidad de que la vanguardia
esté dentro de nuestros propios medios y no en proyectos privados que no están
en consonancia con el proyecto de país que hemos emprendido.”
Y puede haber hasta refinamiento. “Un
reguetonero refinado” llama a Lores la revista “cuyo perfil editorial se
construye desde el cinismo”, definición de Enrique Ubieta sobre On Cuba que acaba de brillar
en un artículo de esa publicación denunciando que la entrada
al Gran Teatro de La Habana después de su restauración -para ver una de las
mejores compañías de ballet del mundo- cueste ¡entre 10 y 30 pesos cubanos! La
intención de subrayar que todo lo que hace el gobierno está mal -primera etapa
de la Guerra de cuarta generación- puede, sin dudas, desembocar en el absurdo.
Semanas atrás casi linchan en Facebook a un periodista por quejarse de que la
entrada a un espacio recreativo costaba cincuenta pesos, pero sospecho que su
pecado no fue lo que dijo sino desde dónde lo hacía: una agencia de prensa
estatal.
A veces pareciera que la lucha de clases no existe, y la ideológica,
tampoco, pero, como el dinosaurio de Monterroso, cuando despertemos, estarán
ahí. Sin profundizar en las causas económicas y sociales detrás de
actitudes que no son individuales sino grupales, y cada vez más
clasistas, cualquier esfuerzo podría ser vano; un triste e inútil trabajo de
Sísifo que ignora las leyes que rigen la sociedad descubiertas por Marx, como
el mítico personaje castigado por Zeus ignoraba la Ley de la gravedad.
Fuente: Cubadebate/26/03/16
Compilador. William Castillo Pérez
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