domingo, 14 de febrero de 2016

Artículo de opinión. Claro que somos responsables de la disociación de la juventud Por Oscar Jimenez

 

Óptica Socialista
Opinión


Con tristeza y cierto desconcierto se observa en nuestra amada patria una juventud que sigue con emoción y con esperanza a unos viejos que con rostros nuevos los guían cual flautista de Hamelin hacia un mañana de destrucción, de muerte y de miseria que ya pensamos habíamos superado.
Con desconcierto y tristeza vemos a una juventud que sigue emocionada a los viejos con rostros nuevos que son financiados por el grupo económico que no aceptó el tratado de Kioto sobre las emisiones de gases a la atmosfera para enfrentar el daño que está ocasionando el acelerado calentamiento global.
Con desconcierto y desilusión vemos a una juventud ciega y disociada que celebra la posibilidad de la asunción al poder en nuestra amada patria al mismo grupo económico que nos mantuvo durante cien años o más sumidos en la más terrible de las miserias, cerró universidades, asesinó a jóvenes luchadores sociales; un grupo económico que mantuvo durante décadas, a nuestra juventud aislada del conocimiento y a la mayor parte de la población en un cruel analfabetismo.
Los jóvenes que no saben a quién siguen porque la apatía no les permite averiguar ni estudiar, no pueden llamarse jóvenes y los que lo saben y sin embargo apoyan a esos grupos no tienen nombre pero podrían catalogarse como zombis.
Esta tierra donde un José Félix Rivas acompañado de jóvenes estudiantes se enfrentó con desventaja numérica a las huestes del sanguinario Boves y venció, no puede ser la misma que pisan jóvenes que pisotean los más sagrados valores, como la naturaleza y la vida.
El capitalismo en toda su extensión y, más allá, el fundamento neoliberal aplicado a las economías está destruyendo al planeta, ¿Cómo vamos a tratar de imponerlo en nuestro suelo sagrado? ¿Cómo puede un joven defender la destrucción y la muerte y seguir llamándose o creyéndose joven?.
Y hablo de y a los jóvenes sin intención de ofender a los viejos o sin intención de significar que en el viejo es válido que apoye esas prácticas, hablo a y de los jóvenes porque una juventud disociada es sinónimo de un fracaso en la educación que le dimos los viejos y porque una juventud disociada es un peligro para la sociedad que se forja.
Los grupos económicos y de amplio poderío militar que representan los Estados Unidos de América y sus políticas imperialistas y de dominación, han ocasionado y siguen ocasionando daños irreversibles a los ecosistemas; sus políticas económicas y sus modelos capitalistas han sobrepuesto el valor del capital por encima de la naturaleza y de la propia vida; ¿Como hemos sido tan inútiles en la educación como para permitir que jóvenes de amplio corazón y de inmensas ganas de vida, apoyen la asunción al poder de grupos políticos financiados y organizados por estos poderes universales?.
He ahí mi crítica, el niño no nace aprendido, el niño tiene que aprender y somos nosotros los encargados de educarlo y luego reforzar sus conocimientos, de la manera más necesaria: educándolo a las ganas de aprender, induciéndolo a una inmensa avidez por el conocimiento; pero para que esto sea efectivo, mas allá de las ganas que tengamos de educar, tiene que haber un inmenso deseo de los jóvenes por aprender; la flojera no puede ser sinónimo de juventud, el joven tiene que empeñarse en buscar conocimientos.
Parte de la juventud que habla de amor a la vida, parte de la juventud que habla de amor a la naturaleza es también parte de la misma juventud que de manera contradictoria aúpa, apoya y vitorea de manera ingenua y seguramente confundida a estos grupos que desparraman miseria y muerte por dondequiera que van.
Capriles Radonsky, Leopoldo López y asociados no representan a la juventud ni mucho menos; representan a los grupos económicos y militares que tanto daño le hacen al planeta y a la vida, representan al Fondo Monetario Internacional, al pentágono y su maquinaria de guerra y de destrucción; vean jóvenes hacia Europa, y la crisis económica del capitalismo, vean jóvenes hacia el cielo y hacia el mar y vean los desastres irreversibles que las grandes economías mundiales le están haciendo al planeta, mi planeta, tu planeta, nuestro planeta.
La historia está para analizarla, analícenla pues, investiguen pues, la juventud no puede ser disociada, la juventud no puede ser floja, la juventud tiene que ser irreverente, estudiosa, acuciosa, intrépida; la juventud tiene que ser picara, indómita, la juventud tiene que estudiar para poder tener herramientas para el combate que desea realizar y del cual tiene todo el derecho.
Algo mal estamos haciendo cuando dando una vuelta mañanera por varios colegios vemos con que desidia, flojera e irreverencia los niños entonan el Himno Nacional, algo mal estamos haciendo cuando son las nuevas generaciones las enviciadas con el exceso de tecnología y la flojera mental, algo estamos haciendo mal cuando los jóvenes del campo ya no siembran nada pues entre la "uni" y el centro comercial se les va la vida, algo estamos haciendo mal cuando queremos comer pescado pero no queremos que nuestros hijos sean pescadores…algo estamos haciendo mal pues la juventud es el resultado de nuestra inversión.
Algo estamos haciendo muy mal cuando muchos jóvenes de hogares de padres revolucionarios de diferentes estratos sociales no tienen consolidado el amor a la patria.
Algo estamos haciendo muy mal cuando la educación no está enfocada en la necesidad colectiva y un plan de superación del país con un propósito definido sino en función de la individualidad, lo cual da como resultado una exageración de muchachos estudiando carreras cuyo mercado no solo es difícil sino que en estos momentos no son necesarias para el país, ese tiempo y ese dinero invertido no será aprovechado y creará insatisfacción al futuro profesional.
Estamos haciendo algo mal, muy mal, cuando vemos jóvenes aplaudiendo al que le arrebató la vida a José Félix Rivas y hoy tomó la Asamblea Nacional, bajo engaño.
Que viva la juventud despierta, la juventud valiente, la juventud patriota.

Por Oscar Jiménez

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