domingo, 27 de enero de 2013

“Recibí instrucciones de matar a Chávez el 4F”

Óptica  Socialista
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Iván Freites salió el 4 de febrero de 1992 con un ejército aguerrido a dar la pelea por el rescate de la dignidad del pueblo venezolano. Sin embargo, antes de alcanzar la victoria, debía ejecutar una orden movida por intereses que traicionaban el proceso revolucionario.
Con apenas 22 años de edad, Iván Freites asumió el compromiso de pertenecer a las filas de un ejército de hombres valientes que salieron el 4 de febrero de 1992 a conformar el movimiento revolucionario que cambiaría el rumbo de un país que sucumbía ante la pésima gestión política y económica del gobierno de Carlos Andrés Pérez. No obstante, este joven había sido manipulado para ejecutar una misión que bien pudo cambiar el destino político de Venezuela.
A esa edad, Freites tendría la suficiente gallardía para enfrentar los riesgos que supone una rebelión militar, pero también muy poca madurez política para reconocer a quienes esconderían intereses y ambiciones personales que buscaban coartar el inicio de una revolución: la revolución bolivariana. “Yo era sargento técnico cuando a escasos días del 4 de febrero, uno de los líderes de aquél movimiento, me asignó la misión de asesinar al teniente coronel Hugo Chávez”, confiesa Freites en una entrevista exclusiva para YVKE Mundial.
Corría el año 1987 cuando por primera vez el sargento fue contactado por el capitán Ronald Blanco La Cruz para integrarse al grupo de soñadores que se dedicaban a estudiar tanto la historia como la manera de enrumbar el futuro de su país. Ya desde 1984 se venían gestando reuniones entre los comandantes Yoel Acosta Chirinos, Francisco Arias Cárdenas, Hugo Chávez Frías y el difunto Felipe Antonio Acosta Cárlez.
Freites comenta que aquellos encuentros, más que conspirativos, eran ilustrativos. “Ellos nos hablaban de la situación del país, nos leían libros como Las venas abiertas de América Latina e ilustraban acerca de lo que debía ser Venezuela y lo que era por culpa de la dirigencia política de entonces”, precisa. Sin embargo, fueron los hechos de corrupción verificados en los altos mandos militares, la represión desmedida de los disturbios del 27 de febrero de 1989 y las negociaciones relativas a la delimitación limítrofe con Colombia algunas de las causas que impulsaron la idea de que era el tiempo de una rebelión militar.
Aquellas tertulias que en principio fueron de 6 u 8 personas, se convirtieron en reuniones que congregaban entre 20 y 40. “Los sucesos del Caracazo nos tomaron desprevenidos a todos y observamos con dolor lo que pasó sin poder hacer nada. Ése fue prácticamente el punto de partida para que el Ejército Bolivariano Revolucionario (EBR) comenzara a tomar como una alternativa seria una insurrección para llegar a la toma del poder”, relata Freites con nostalgia al recordar la violencia de la que fue victima el pueblo venezolano en ese momento.Encomiendan el fin del teniente coronel Hugo Chávez .
El grupo de militares en descontento con el contexto político y social que rodeaba al país comenzó a elaborar los planes para una insurrección militar. El sargento Freites asegura que desde el año 89 hasta el 92 hubo varios intentos que ya tenían fecha, pero que por razón de que algunos oficiales eran movidos de sus cuarteles, los días eran cambiados constantemente. Relata que desde finales del año 1991 había tensión por fijar la fecha que terminó siendo el 3 de febrero para amanecer el 4.
Uno de los líderes fuertes y quien, según Freites, mantenía el contacto con las organizaciones civiles Bandera Roja y Tercer Camino, entre otras, era el capitán Antonio Rojas Suárez, personaje que junto a Ronald Blanco La Cruz serían responsables de la operación en Caracas. “Suárez era miembro de una logia francmasónica de alto grado, debo decir que habían intereses ocultos relacionados con este movimiento religioso. Intereses distintos a los que teníamos nosotros, los que éramos soñadores, incluyendo al comandante Chávez”, asegura Freites.
Cuenta además que, a escasas dos semanas antes de la rebelión militar del 4 de febrero, hubo una reunión entre el capitán Ronald Blanco La Cruz, el capitán Rojas Suárez y él, donde Rojas expuso que los comandantes Chávez y Arias eran los principales traidores del movimiento revolucionario, aduciendo la cancelación de la fecha de la rebelión en varias oportunidades. “Como Rojas Suárez era un líder en ese momento, sus palabras no podían ser tomadas en juego. Él nos propuso un pacto que consistía en que cuando por fin ellos (Chávez y Arias) decidieran la fecha de la insurrección, nosotros teníamos que tomar la decisión de asesinarlos, pacto que fue aceptado. A mí, quizás por ser un ingenuo subalterno de 22 años, me asignaron la misión de matar a Chávez”, confiesa.
El día tres de febrero, cuando ya era un hecho que la operación no tenía marcha atrás, debido a que todos los oficiales estaban contactados, el sargento Freites recibe una llamada del capitán Ronald Blanco La Cruz. “Sargento Freites, lo que hablamos sobre eliminar al comandante Chávez, no va, yo estoy convencido de que ellos son los verdaderos líderes de esta revolución y todo lo que hablamos ése día, olvídalo y vamos a concentrarnos en la operación militar”, fue la instrucción del capitán Ronald Blanco.
“Fue un momento de emoción patriótica haber recibido la llamada del capitán Ronald Blanco”, manifiesta Freites y relata como luego de dos horas de ése contacto una nueva llamada telefónica acabaría con aquella paz. “Dos horas después, yo fui a buscar unos fusiles que me había entregado un capitán, porque no estaba fácil la toma de las estaciones militares, pero de pronto recibí la llamada de Rojas Suárez, quien me dijo: Iván, tengo entendido que el capitán Ronald Blanco te dijo que no iba lo que hablamos, pues déjeme decirle que eso es más prioritario que cualquier otra cosa. Tu misión es matar a Chávez”, comenta Freites al traer a su memoria toda la tensión que le generó la ratificación de su misión.
La noche de los centauros
Hugo Chávez llamó a la operación “la noche de los centauros” en conmemoración a los guerreros que andaban a caballo con los generales Ezequiel Zamora y José Antonio Páez. El punto de partida de la misma fue en Fuerte Tiuna. Siete personas salieron al encuentro: los capitanes Ronald Blanco La Cruz, Antonio Rojas Suárez, Joaquín Suárez Monte, Carlos Aguilera, los mayores Carlos Díaz Reyes, Pedro Pérez López y el sargento Iván Freites. “Nos reunimos en el Fuerte Tiuna el día tres de febrero a las 7 de la noche, específicamente en una calle cercana a la escuela de infantería, yo tenía los fusiles con los que decidimos tomar por la fuerza el batallón de blindados que allí se encontraba.
Llegamos cual asaltantes al cuartel, pusimos presos a los oficiales, reunimos a la tropa y les explicamos lo que estaba sucediendo, ésta nos apoyó”, acentúa Freites. Una vez tomado el Fuerte Tiuna, Freites cuenta que el siguiente objetivo era el Palacio de Miraflores y los tres batallones de infantería que existían allí. Otras unidades debían centrarse en la toma de los canales de televisión para transmitir un mensaje que había grabado el comandante Chávez y que nunca llegó salir a la luz pública, porque dicha toma falló.
Asimismo, en diferentes partes del país, algunos objetivos se lograron y otros no. “Para nosotros lo más importante era la toma del poder político, hecho que se alcanzaba solamente deteniendo al presidente de la República de entonces, Carlos Andrés Pérez. Hay que decir que desde el punto de vista militar logramos la toma completa del Palacio de Miraflores. Además, el teniente Porras Echesuría era el encargado de dirigir las operaciones de la Casona y debo destacar que lo hizo de manera excelente, pero el presidente no estaba allí”, relata Iván Freites.
Fallas de la operación militar
Tres factores se opusieron a la consolidación del objetivo: Falta de comunicación, la traición y la indecisión de algunos oficiales y sub-oficiales. “Hubo mucha indecisión por parte de los oficiales medios. No todos los días hay una rebelión militar en Venezuela y yo pienso que nosotros lo hicimos bastante bien. Tristemente, algunos compañeros se dedicaron al sabotaje y delataron la operación ante el comandante general del ejército.
Es muy difícil llevar a cabo un plan cuando el enemigo sabe todo lo que vas a hacer”, precisa. De igual manera, hubo constantes fallas en la comunicación, debido a que se dio la orden de quitar la batería de los radios con los que estarían en contacto los participantes de la rebelión.
“A nosotros prácticamente nos tomó por sorpresa el mensaje de Chávez diciéndonos que entregáramos las armas, orden que inmediatamente acatamos, porque la información que le llega a él es que todos los objetivos militares habían fallado, de manera que tomó esa decisión para evitar un mayor derramamiento de sangre”, comenta Freites.
Iván Freites destaca el hecho de que algunas personas han criticado la actitud del comandante Chávez ese día al mandar a deponer las armas y defiende con fervor lo que para él y para la historia ha sido un insigne acto de valentía. “La decisión del comandante Chávez no puede ser una actitud cobarde, todo lo contrario, fue un acto de valentía mandar a rendir las armas al creer que los objetivos se nos habían escapado de las manos, porque pensó una vez más en el futuro y en que era un derramamiento de sangre innecesario”.
Freites afirma que llamar cobarde a Hugo Chávez no es otra cosa que una “guerra sucia” de quienes se han dedicado a sabotear el proceso revolucionario en el país. “Querer tildar a Chávez de cobarde es una guerra sucia, porque su valor no sólo se demostró el 4 de febrero, sino que ha sido comprobado muchísimas veces a los largo de los años ante todo lo que ha tenido que enfrentar para poder estar hoy donde está y con la aceptación que tiene por parte del pueblo venezolano”, sentenció. Freites, además destaca las cualidades de Chávez y los valores que lo han posicionado como el gran líder de la revolución bolivariana.
“El comandante siempre ha tenido un liderazgo bien arraigado, era muy disciplinado, honesto, trabajador incansable, muy sensible socialmente, siempre tratando de hacer las cosas bien y ser ejemplo. Todos estos valores hicieron y hacen que muchos creamos en él y el hecho de que el 4 de febrero de 1992 asumiera la responsabilidad de la operación militar terminó de darle el liderazgo con el que actualmente cuenta”, precisa.
¿Por qué fue una rebelión militar y no un golpe de estado?
Iván Freites explica las razones que definen el 4 de febrero de 1992 como una rebelión militar: “Un golpe de estado es una opción militar para la toma del poder sin importar porqué se está ejecutando, en cambio el 4 de febrero fue una rebelión militar porque tiene unos antecedentes históricos, entre los que cuentan los sucesos del 27 de febrero de 1989, donde la esperanza del pueblo oprimido eran las Fuerzas Armadas y estas salieron en aquél entonces a masacrarlos”, declara.
Para Freites aquella rebelión militar tuvo un significado tan crucial que dividió su vida en un antes y un después. “Para mi fue dividir la historia de mi vida, porque fue una experiencia muy enriquecedora y me da la oportunidad de decirle a mis hijos que yo fui uno de los que participó para que arrancara este proceso revolucionario del cual se van a beneficiar ellos y las generaciones futuras. Además, marcó el rumbo de una Venezuela diferente, lo cual se evidencia estadísticamente en lo económico, en lo social y lo más importante, en la conciencia del ser humano”.
“A veces es mejor lo que sucede”
“Es muy difícil opinar sobre algo que uno supone. Yo creo, con la experiencia que tengo hoy en día, que es mejor lo que sucedió, porque desde el punto de vista político, si se hubiese concretado la toma del poder militar inmediatamente yo hubiese matado a Chávez, pues la ambición de poder era tan grande que si no lo hacia yo, lo hacia otra persona o el mismo Rojas Suárez.
Venezuela es mucho mejor hoy con el comandante Chávez al frente, que lo que pudo haber sido sin él”, asegura Freites. A los dos hombres que Iván Freites nombra en esta revelación, la historia les permitió, diez años después del 4F, durante los días 11,12 y 13 de abril de 2002, probar nuevamente su lealtad a Hugo Chávez, pero fue una vez más Antonio Rojas Suárez, entonces gobernador del estado Bolívar, uno de los que se pronunció en contra del Primer Mandatario Nacional y reconoció al gobierno de facto de Pedro Carmona Estanga. Por su parte, Ronald Blanco La Cruz, quien estaba al frente de la gobernación del Táchira, llegó a ser el primero en manifestar su incondicionalidad al presidente de la República y denunciar al mundo la existencia de un golpe de Estado.
Fuente: YVKE/27/01/13
Compilador. William Castillo Pérez


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