Óptica Socialista
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Intentaba no enterarme de la masacre ejercida
sobre los normalistas de Ayotzinapa, en Guerrero México. No quería, por el
dolor que se me calaba en el alma, pero cerrar los ojos a su tragedia que es
nuestra tragedia en Colombia, es acto insolidario para quienes claman justicia
desde el fondo de la tierra y es obsecuente favor a los responsables todos,
desde los malparidos sicarios paramilitares que ejecutaron el crimen,
pasando por las instituciones oficiales mancomunadas, hasta los círculos de
poder estatal, que funcionan en engranaje. Un engranaje de maldad y
muerte propio del sistema capitalista que vomita engendros de odio, corrupción,
narco-crimen, paramilitarismo, pobreza y dolor entre otros terribles males que
se asestan sobre los pueblos del mundo.
Marchas y movilizaciones en todo México, ¡los
queremos vivos! a pesar de la verdad que nos hace el tormento y que aun con
datos confusos van dejando las sombras del horror: “oye nos está balaceando la
policía de aquí de Iguala” relataba un normalista sobreviviente, así le dijo un
compañero que lo llamó en plena angustia. Fueron entregados por los policías de
Cocula e Iguala a integrantes del grupo de Guerreros Unidos -los paramilitares
de allá en vínculo con instituciones legales, como sucede igual en Colombia-
para desatar la muerte a 43 vidas en plena luz, hasta dejarlas convertidas en
exiguos restos y cenizas a los que luego empacaron en bolsas. ¡Canallas!
“¡imperio asesino de niños!, la rabia madre por dios tengo frio”, que fueron
asesinados y calcinados, que fueron trasladados en grupo viéndose las caras en
su llanto, impotencia y terror. A hijos del pueblo en plena juventud. Y los llevaron al basurero de Cocula, algunos
ya iban asesinados, y en el basurero asesinaron a los que aún estaban vivos y
un grupo de más o menos 15 murieron de asfixia, luego les quemaron con
gasolina y otras sustancias para ocultar el crimen y no dejar evidencia. Les
prendieron fuego desde las 12 de la noche hasta las tres de la tarde del día
siguiente. Los restos fueran triturados y luego lanzados al río. ¡Qué horror,
qué horror! ¿Cómo pueden existir seres que hagan algo así? ¿De dónde salen
estos monstruos humanos?
Un sistema como el que nos
ha tocado vivir genera este adefesio brutal, estamos en el sistema de la
ambición, la codicia y la ganancia que todo convierte en mercancía; en el que
se cree que tener más, es ser mas; el que sume en la pobreza a las mayorías
para el enriquecimiento de las minorías y esos que dueños del mundo, ríen y
bailan mientras matan; manejan sus burdos intereses de oro, petróleo y poder
regando la ignominia con sangre de pueblo; inoculan fuerzas bárbaras para
beneficiar los intereses del gran capital; esas elites henchidas de poder,
riqueza vanidad y envilecidas y sus súbditos y sus anuentes y vendidos y
dementes descompuestos, que funcionan cual engranaje del mal, ahora ante el
macabro crimen, pretenden negar la verdad y decir que los normalistas están
desaparecidos, haciendo de la complicidad, su soterrada impunidad.
Que los poderosos del mundo
tienen sus ejércitos legales para que les defiendan sus intereses, si, y
también tienen estas formas ruines de ejércitos legales e ilegales vinculados
unos y otros. Lo ocurrido con normalistas de Ayotzinapa, ha retrotraído lo
acaecido en la Plaza de Tlatelolco, donde otro funesto día del año 1971
dispararon contra una manifestación estudiantil pacífica en las calles de la
ciudad. Es la réplica de lo que otrora sucedió, con las características del
contexto actual. En México como en Colombia hay ejecuciones extrajudiciales,
desaparición forzada, fosas comunes, amenazas, persecución, encarcelamiento,
allá como aquí se entrega el país a empresas trasnacionales que lo saquean y
devastan, allá como aquí las mismas elites gobiernan desde tiempos
inmemoriales, allá esta tragedia de los
normalistas de Ayotzinapa como aquí en Colombia, las casas de pique en
Buenaventura o la sevicia de las masacres y crímenes mediante el uso intensivo
de motosierras, las fosas de caimanes, hornos crematorios para desaparecer
cuerpos. Sea cual fuere el autor de estos hechos, al estado le cabe la
responsabilidad, es su misión ser garantes de los derechos de los
ciudadanos, pero si además sus instituciones, policía, ejercito u otras
legislativas, jurídicas o ejecutivas se involucran, entonces estamos frente a
crímenes de estado al que debemos emplazar y derrocar.
Los normalistas de Ayotzinapa y todas las
víctimas de esta humanidad doliente, deben ser aliviados en elevada
reivindicación, todas las voces alzadas para hacernos su propia voz
y que este parto de dolor agudo se convierta en acción de justicia, de
repudio, de resistencia y lucha y como una sola fuerza podamos avanzar hasta
lograr que el imperio de la maldad desaparezca de la faz de la tierra.
Por: Matilde E Trujillo
Uribe
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