domingo, 6 de julio de 2014

Discurso de Orden pronunciado por el General en Jefe Vladimir Padrino López Comandante Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana

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Conmemoración del ducentésimo tercer Aniversario

de la Declaración de la Independencia Nacional,

fecha en la cual reiteramos el compromiso con el legado

de nuestro Comandante Supremo y Eterno, líder

de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez Frías,

y del Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, Presidente Obrero Nicolás Maduro Moros
 

Palacio Federal Legislativo – Sesión Solemne 05 de julio de 2014

Muy buenos días para todos y todas: Primeramente damos gracias a Dios, artífice de todas las creaciones del mundo, por encontrarnos en estos espacios de proyección de aquel lugar histórico ubicado hoy en la esquina El Conde, donde se decidió nuestro carácter soberano e independiente, un día como hoy hace 203 años.
 
Agradezco profundamente a la Asamblea Nacional, a su Presidente, su Junta Directiva, Diputados y Diputadas por la oportunidad que le dan, no a este soldado, sino a nuestra gloriosa Fuerza Armada Nacional Bolivariana de expresarse en el Día de la Patria y también en el Día de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, lo cual constituye un sublime acto de unidad cívico-militar, consigna profundamente bolivariana.
 
Me viene a la memoria el célebre discurso del Libertador Simón Bolívar, febrero de 1819 en Angostura; al comienzo de su discurso, parafraseándolo, puedo decir con humildad: Dichoso el ciudadano que tiene el honor de encontrarse reunido con los representantes del pueblo de la Venezuela Bolivariana en esta augusta Asamblea Nacional, fuente de autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del destino de la Nación.
 
Señor Presidente de la República, Nicolás Maduro Moros, Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana; ciudadano diputado Diosdado Cabello Rondón, camarada compañero de armas, Presidente de la Asamblea Nacional; ciudadana Gladys María Gutiérrez, Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia; ciudadana Luisa Ortega Díaz, Fiscal General de la República; ciudadana Gabriela del Mar Ramírez, Defensora del Pueblo; ciudadana Adelina González, Contralora General de la República; ciudadano Ciro Araujo, Defensor Público General, ciudadano Darío Vivas, Primer Vicepresidente de la Asamblea Nacional; amiga Blanca Eekhout, Segunda Vicepresidenta de la Asamblea Nacional; ciudadano Jorge Arreaza, Vicepresidente de la República Bolivariana de Venezuela; ciudadanos Ministros del Gabinete Ejecutivo; ciudadanos Diputados y diputadas de la Asamblea Nacional; ciudadanos Diputados y Diputadas del Parlamento Latinoamericano; Ministra del Poder Popular para la Defensa, Almiranta en Jefa Carmen Meléndez Rivas; demás mayores generales y almirantes integrantes del Alto Mando Militar; señores representantes de los países del mundo que hacen vida en Venezuela; señor Nuncio Apostólico; amigos de los medios de comunicación y, por supuesto, compañeros, compatriotas de nuestro pueblo venezolano y soberano que hoy está de fiesta. (Aplausos).
 
Realmente no es muy común ver a un soldado en estos espacios donde se debate la política del Estado, pero las relaciones y los procesos humanos van transformando los resultados y las realidades a través de los tiempos. Esto sólo es atribuible a la política, lo que va colocando en el tablero del ajedrez estatal y no estatal los elementos que la definen, la política.
 
Desde hace siglos se intenta explicar el concepto de política y las formas en las que debe llevarse y cómo deben de llevarse a cabo. Entre los documentos más clásicos se encuentran los de Platón y Aristóteles, ambos en sus obras tituladas “La República” tenían visiones distintas, dándole Aristóteles un enfoque más científico que incorporaba un análisis social que tomara en cuenta elementos psicológicos, culturales, sociales; así como, estableciendo también relaciones causas y efectos. Decía Aristóteles: “El hombre es un animal político por excelencia, por naturaleza, el hombre, si no vive en la polis, está incompleto y tiende a formar una sociedad políticamente organizada”. También Gramsci intentó dar una respuesta a la verdadera razón de ser de la política; y como él, tantos otros.
 
La política también está relacionada con la ética, el mismo Aristóteles en el siglo V a.c., específicamente en su obra “Ética a Nicómaco”, señala que somos la suma de nuestros actos y por eso dependemos de ello para enfrentar como seres morales. La virtud moral se adquiere por la práctica, al igual que el dominio de cualquier arte o habilidad, decía Aristóteles.
 
Me permito hacer un introito de esta naturaleza recordando a nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez, quien desde este mismo escenario, desde esta misma Tribuna hizo llamados constantes a entender y practicar la política como ciencia, a asumirla, a entenderla como tal. Decía mi Comandante Hugo Chávez, que en el mundo de hoy unas de las cosas más grandes que ha venido ocurriendo es el retorno de la política.
 
En este caso me refiero –como él mismo lo mencionaba– a la gran política donde nosotros, los hombres y mujeres del pueblo uniformado, estamos sumidos. Bajo esta premisa nuestro Comandante Supremo decía, en muchas ocasiones, y exigía también que un general, un almirante, una generala, una almiranta, debía ser un hombre o una mujer de Estado.
 
Nosotros interpretamos a un hombre o una mujer de Estado como aquel ciudadano o ciudadana que se sabe y se siente heredero de la cultura, de las tradiciones, de los valores, de los aciertos y desaciertos, de las victorias y derrotas de su nación, heredero del pasado y del presente, responsable del futuro de una historia hecha y escrita al calor del pueblo al cual nos pertenecemos.
 
Un hombre o una mujer de Estado es aquel que forma parte de la polis, que entiende y visualiza el estado final deseado de una nación; en definitiva, somos nosotros, generales y generalas, almirantes y almirantas, hombres y mujeres de Estado que se sienten miembros de una nación con su misión de destino. Quizás aquí está la respuesta de ver a este humilde soldado, representante de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, aquí entre ustedes, producto del retorno de la verdadera política que el Estado revolucionario le ha impreso a la dinámica nacional. (Aplausos).
Estoy aquí como venezolano, como compatriota, como compañero, como heredero de las glorias de Bolívar, como amante de la paz, con los deseos firmes y fuertes de llevar a Venezuela, junto a ustedes, a la suprema felicidad social: consigna profundamente bolivariana. (Aplausos).
 
Nuestra Fuerza Armada tuvo su génesis republicana al calor de una política de paz –quiero que esto se escuche muy bien–. Nosotros nacimos al calor de una política de paz, pero para preservarla y mantenerla indefectiblemente debíamos, primero, obtener nuestra independencia, aun cuando esto deviniera o se tradujera en una cruenta guerra. Resulta curioso cómo la premisa de la paz se mantuvo presente en el pensamiento y acción de los alfareros de la nueva República durante los acontecimientos de la declaración de la Independencia.
 
Ese diputado firmante del Acta de Independencia que usted, camarada compañero Darío Vivas, mencionó, Don José de Sata y Bussy, un sargento de artillería firmante del Acta de Independencia, plasmaba este sentimiento el 2 de marzo de 1811 con motivo de la manifestación de las Fuerzas Armadas en los solemnes festejos de la instalación del Congreso Nacional, cuando él decía esta expresión: “Dichoso el Estado Militar si sus armas se enmohecen en medio de una profunda e inalterable paz, dichoso él si jamás necesita la Patria de su funesto ministerio, pero si el destino lo ordena de otra suerte, si los enemigos exteriores o interiores se oponen a tus santos designios, él protesta ser el apoyo de la libertad, el terror de la ambición y el destructor de la tiranía”. Así lo afirmaba él. (Aplausos).
 
Es importante ver cómo nosotros, de donde venimos y cómo nacimos, como República, como Fuerza Armada y como Estado, y allí está parte de esos sentimientos, de esos precursores, de esos próceres que rondaban alrededor del movimiento emancipatorio nacional. Nuestra Independencia se declara la mañana del 5 de julio de 1811, cuando el Presidente del Congreso comunicaba en sesión pública la posición del Ejecutivo, a quien se le había hecho la consulta el día anterior acerca o a favor de la Independencia.
 
Por allí andaba rondando Bolívar, José Félix Ribas, Miranda, azuzando con sus doctrinas, con sus discursos revolucionarios, y conspirando contra las posturas conservadoras. Esta Independencia declarada reivindica para siempre la voluntad popular, soberana, y una orgullosa dignidad nacional que inscribió a Venezuela entre los países libres del mundo en condiciones de plena igualdad política y con pleno derecho natural de afirmarse, defenderse y salvaguardarse.
 
Después de la magnánima declaratoria, el pueblo de Venezuela, junto con los militares regocijados por el glorioso suceso de este día, emprendieron un gobierno libre e independiente, con la premisa que ningún extranjero tiene derecho para dominarlo y que, como Estado libre e independiente, tiene pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme con la voluntad de sus pueblos, declarar la guerra, hacer alianzas, hacer la paz, como dice nuestra Acta de Independencia: “hacer la paz”.
 
Está claro que el Estado venezolano ha nacido, crecido y se ha desarrollado bajo la égida de la paz, quedando ahora ratificada por nuestra Constitución Bolivariana como un fin esencial del Estado que adopta una posición de rechazo a la guerra y a la violencia, y promueve constantemente todas las acciones nacionales e internacionales, a través de la diplomacia, destinadas a consolidarla como meta estratégica.
 
Permítanme que acuda también a las ideas del filósofo alemán Immanuel Kant, quien en su breve ensayo denominado Hacia la paz perpetua llevó a cabo un esfuerzo importante por demostrar el uso de la razón, nuestra razón es la única vía para lograr la convivencia pacífica, tanto entre los individuos como entre los pueblos y las naciones.
De este tratado de Kant concluimos el establecimiento de una paz definitiva que, además de un deber, es una esperanza bien fundada mientras se le considera un ideal proyectado por la propia razón y al cual nos podemos acercar poco a poco de manera constante.
 
La noción de democracia participativa y protagónica que no sólo está contenido en el texto constitucional, sino que es impulsada firmemente por la Revolución Bolivariana, tiende más a una distribución amplia del poder, mucho más, muchísimo más que a la concentración; la propia realidad que vivimos en los actuales momentos muestra la tendencia dominante hacia el rompimiento de las estructuras de poder tradicionales, empoderando al pueblo de su propio destino. (Aplausos).
 
Y fíjense, el valor sustantivo que ha hecho posible en gran medida esta realidad, ha sido precisamente la idea de la paz; para unos un valor moral, para otros una condición objetiva sin la cual no es posible el ascenso humano. Esta inclinación pacífica se vio concretada en el año 2004, cuando sectores políticos convocaron a un referendo revocatorio contra el Presidente Hugo Chávez, después de una arremetida contra el Estado y el pueblo de Venezuela; y aquí, por abrumadora mayoría, el pueblo de Venezuela se fue por la opción de la paz; es decir, por los mecanismos constitucionales que nos dieron para dirimir y escoger a nuestras autoridades legítimas y legales del Estado. Allí quedó comprobada la vocación pacifista, no solamente del Estado, de su Fuerza Armada, sino también del pueblo de Venezuela. (Aplausos).
 
También ella –me refiero a la paz– en el ámbito internacional configuró una estrategia constitucional, al menos en el siglo XX todas nuestras previsiones fundacionales han contenido un repudio a la guerra como instrumento de la política internacional, una declaración que a la diferencia de las oportunidades anteriores, cuando ella solamente formaba parte de los preámbulos de las Constituciones, ahora en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela se materializa en su parte dispositiva, cuando declara el territorio nacional como un territorio de paz. (Aplausos).
 
Así pues, queridos compatriotas, la paz es una tarea que exige más valentía, más determinación y más heroísmo que la propia guerra. El proceso bolivariano ha demostrado durante estos años la determinación de ser pacifista, promoviendo la paz en cada rincón y en cada espacio de nuestra Patria y más allá. Vale mencionar los esfuerzos por mantenerla por parte del ciudadano Nicolás Maduro Moros, Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela y Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, quien ha hecho ingentes esfuerzos llamando al diálogo y al encuentro con los distintos sectores de la sociedad; pero aun así, lamentablemente, nos encontramos con quienes pretenden imponer su voluntad por la vía de la violencia, e incluso, por la vía del terrorismo. (Aplausos).
 
Esto como se desarrolló en los últimos hechos, hechos inducidos y tarifados por poderes fácticos, obviamente, que buscan un enfrentamiento entre hermanos de un mismo pueblo, que mantuvieron en zozobra a una parte de nuestra población: ancianos, hombres, mujeres y niños, colocándolos bajo estado de secuestro, cercenándoles derechos fundamentales, y llevando a la muerte a decenas de compatriotas y centenares de heridos. Los mismos que destruyeron con su malévola inspiración propiedades públicas y privadas, despojando a buena parte de nuestro pueblo de sus alimentos y del combustible necesario para generar la electricidad en nuestro sistema eléctrico de generación distribuida, y de todos los insumos necesarios para hacer la vida normal. A esto se le suma la reciente develación de planes de magnicidio para derrocar al gobierno legal y legítimamente constituido, para aniquilar nuestras alianzas, y para reimplantar aquí el modelo opresor y depredador del cual nosotros estamos saliendo. (Aplausos).
Se trata, queridos compañeros y compañeras, de un golpe de Estado en situación continuada, esto no es nuevo, quince años lidiando con esto, bajo la doctrina de la guerra no convencional de los Estados Unidos de Norteamérica. En esta oportunidad, en estos hechos violentos recientes, no fue la fuerza pública la que restituyó el orden, no, fue el pueblo de Venezuela con su mayoritario rechazo a la violencia y al terrorismo, fue el mismo pueblo de Venezuela quien se impuso y optó por la paz, nuevamente, en Venezuela. (Aplausos).
 
Nosotros podemos ir observando la historia, y aquí en Venezuela la fuerza pasa a un segundo lugar, sólo si alguien se atreve a hollar nuestro sagrado suelo, hollar nuestra Independencia y nuestra soberanía; pero aquí a lo interno, todos los actos violentos que puedan tener lugar provocados por factores internos, quintas columnas, van a fracasar hoy, mañana y siempre. (Aplausos).
 
“Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” Una de tantas parábolas proféticas de nuestro señor Jesucristo. (Aplausos).
 
Ahora, yo me hago unas preguntas como soldado y como ciudadano, ¿Es esta la política a la cual yo hacía referencia al inicio de mis palabras? ¿Será que convergemos todos con el espíritu de nuestros próceres en promover y construir la paz? ¿Costará mucho volcar nuestra mirada al pasado y ver el verdadero espíritu esencial con que construimos la República, con que construimos sus instituciones, incluida la Fuerza Armada? ¿Es esta la política ética, la gran política a la cual se refería el Presidente Hugo Chávez, tantas veces desde esta misma Tribuna?
 
En ese sentido, nuestra victoria ha sido la paz y esta ha sido la consigna de nuestro Comandante en Jefe por la cual nosotros, militares y civiles, seguiremos luchando en unidad revolucionaria. (Aplausos).
 
Todo ello es el resultado de lo que se considera el desafío al orden imperial que se intenta establecer a escala mundial. Nuestra República enfrenta en otras circunstancias un adversario en las mismas condiciones de superioridad por las cuales combatió el imperio español. Ya no se trata de combatir un centro de poder ubicado en Madrid, ni a unas tropas donde las diferencias tecnológicas prácticamente eran imperceptibles, no, el adversario que hoy tenemos que combatir no está ubicado geográficamente, domina el espacio virtual que ofrece el campo de la información y la comunicación, y por consiguiente, el teatro de la guerra no tiene límites espaciales ni temporales, aun cuando no podemos descartar una intervención directa a través de una agresión militar a gran escala.
 
Ante las embestidas vividas contra nuestra Patria en estos 15 años de Revolución, debo decir que el Estado revolucionario se ha dotado de estructuras para enfrentarlas. En primer lugar, el líder supremo de la Revolución emprendió una cruzada por la cohesión nacional y, además de ello, por el fortalecimiento del aparato militar; esas dos variables son la que le imprimen a un pueblo su voluntad de lucha y su voluntad de vencer: la cohesión nacional y una buena doctrina de organización y estructura en nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana. (Aplausos).
 
A esto, por supuesto, se le adiciona la conformación de una nueva estrategia nacional basada en el concepto de la guerra de todo el pueblo que rige la doctrina militar venezolana, construida por las manos, las ideas y la visión del Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez. Analizando todo esto, tal vez sea ésta la causa del fracaso de todos los intentos y experimentos de los aventureros, de las quintas columnas que operan en nuestro país empleando todas las técnicas y medios que han tejido a la luz de todas la metodologías para derrocar gobiernos en América Latina, incluyendo la posibilidad del empleo del poder militar, de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, en este caso. (Aplausos).
 
Como representante de esta institución le digo al pueblo de Venezuela, a los pueblos del mundo y a esta distinguida audiencia, que nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana no es aquella montonera del siglo XIX, de principios del siglo XX. Hay quienes no quieren reconocer el talento, el profesionalismo, la actitud cívica, el apego a la Constitución de los soldados y soldadas de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana; pareciera que estuviésemos anclados en el pasado. Eso ya cambio para siempre, se lo dice con toda seriedad y responsabilidad un soldado con 30 años de servicio; tampoco nos prestamos para la barbarie ni para golpes de Estado y muchísimo menos para torcer la voluntad popular. (Aplausos).
 
(Corean consignas).
 
Digo esto, queridos compañeros y compañeras, porque ante las dificultades premonitoriamente anunciadas por nuestro Comandante Supremo –debo decirlo así–, sectores de la baja política han hecho llamados abiertos y encubiertos a oficiales de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana para desconocer lo más sagrado que es nuestra Constitución y la legitimidad del Presidente Nicolás Maduro Moros, lo cual se constituye en una ofensa, en una afrenta contra la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
 
Desde esta Tribuna, permítanme ustedes exigir respeto para nuestros soldados y nuestras soldadas e invitamos, incluso, a valorar la conciencia cívica y militar de nuestra Fuerza Armada. No la subestimemos, no la injuriemos; por el contrario, apreciemos el arrojo de sus solados, de sus soldadas, quienes día a día forjan caminos de libertad junto al pueblo para construir la Venezuela feliz, próspera, potencia. Al final, compatriota, somos venezolanos y venezolanas, hermanos y hermanas, hijos e hijas de Dios, esto lo digo bajo el amparo de algo que debe unirnos para siempre que es la Independencia Nacional. (Aplausos).
 
Pero permítanme continuar delineando la génesis –que es importante– y el espíritu esencial con los surgió la República y la Fuerza Armada, a la luz de la Independencia. Retrotrayéndonos nuevamente a la historia, ésta nos deja ver que luego de los hechos del 19 de abril de 1810, la Junta de Guerra presenta una propuesta para la defensa y seguridad de la Provincia de Caracas y se la presenta a la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII. Allí Lino de Clemente, Juan Pablo Ayala, todos los que formaban la Junta de Guerra de esa Suprema, en nuestros primeros pasos por la Independencia, empezaron a escribir la filosofía de nuestra organización militar original, y fíjense lo que decía el documento:
 
“No aquel sistema horrible de opresión con que los déspotas de la Europa arman una parte de sus habitantes para tener en cadenas a la otra y hace al soldado el satélite de la tiranía y el verdugo de sus conciudadanos. No, lejos de nosotros este sistema destructor que no profane jamás estos países en que por primera vez y para siempre, se han proclamado los derechos del hombre y la libertad de los pueblos. El sistema militar que conviene a Venezuela debe nacer de estos mismos derechos y de esta libertad” decían aquellos próceres. (Aplausos).
 
Por otra parte William Burke, ideólogo inglés de nuestra Independencia y la hispanoamericana, difusor de las ideas radicales y anticolonialista, manifestaba sus inquietudes con relación a la organización militar a propósito del incipiente proceso emancipatorio: Decía que la evolución de los ejércitos fue perdiendo la perspectiva de la defensa legítima de las naciones para convertirse en ejército de ocupación e invasión por la ambición imperial, máxime expresión de lo que hoy es el capitalismo y el neoliberalismo salvaje.
 
William Burke describía esto que acabo de decir de la siguiente manera: Como las republicas de Grecia fueron subyugadas por el ejército Filipo de Macedonia, y después de ellas, el grande imperio de Persia, la destrucción de Cartago y la subyugación de todas las naciones civilizadas del antiguo mundo se efectuaron con un instrumento parecido a esto: ejércitos invasores.
 
El ejército de César destruyó la República de Roma, el ejército de Cromwell expelió al Parlamento de su sala de sesiones, y Napoleón con sus soldados, bueno, trastocó definitivamente a la Francia.
 
Ahora, si bien es cierto que la ampliación de nuestra Guerra de independencia, en aquella oportunidad no tuvo una intención de dominación de los espacios extraterritoriales donde actuó el Ejército Libertador, esto solo lo hizo para forjar libertades y para liberar los pueblos americanos del yugo español. ¡Qué orgullo! ¡Qué grandeza! ¡Qué historia la nuestra! (Aplausos).
 
De estos documentos que hemos revisado, históricos, se desprende parte del verdadero espíritu y génesis de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, aun cuando la consigna de la paz se imponía en la filosofía de la nueva República, era necesario primero tomar la justicia por asalto, y ello significaba ir contradictoriamente a la guerra por nuestra independencia.
 
Bolívar tenía esta idea clara, y fíjense como lo expresaba en una carta a Soublette, cito: “Nosotros no debemos ofrecer más que la paz en recompensa de la Independencia. Esta, para nosotros nos trae toda las bendiciones del cielo”.
 
Esta aseveración sigue siendo hoy en día un debate nacional, y hoy es parte de las raíces que hemos retomado para sustentar el pensamiento militar venezolano, el genuino, el originario, el autóctono, el nuestro, el propio, y ¿quién puede refutar el carácter antiimperialista de nuestra nacionalidad? ¿Quién? (Aplausos).
 
Yo pregunto: ¿Quién en esta audiencia puede negar ese signo originario con que nacimos: antiimperialistas? ¿Quién lo puede negar? (Aplausos). Todo venezolano, venezolana que haya nacido a la luz de la Independencia de Venezuela y con el ideario bolivariano es un antiimperialista; y hoy la Fuerza Armada Nacional Bolivariana reafirma con mucha firmeza el carácter antiimperial ante el pueblo y los pueblos del mundo. ¡Que lo sepa el mundo entero la condición y el carácter antiimperialista de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana! (Aplausos).
 
La Declaración de Independencia absoluta de Venezuela el 5 de julio de 1811 tuvo como respaldo el pueblo que nutrió con el mayor entusiasmo las filas patriotas, desde esa época se comenzó a internalizar la idea de soldado/pueblo, pueblo/soldado, para compartir el sentimiento común del patriotismo republicano entre ambos, una emoción que nacía de la existencia de una Constitución que relacionaba el individuo con el espacio que le garantizaba su independencia, su libertad, su soberanía, su inmunidad y su capacidad para determinar el gobierno que mejor permitiría el logro de su metas.
 
En el Discurso de Angostura el Libertador Simón Bolívar delineaba la política para la cual se utilizaría la fuerza militar como instrumento de acción, la materialización de esta coordinación tácita que gestó el músculo guerrero de la República, produjo sus cuadros de mando que salieron se soldados profesionales de nuestra Academia Militar de Matemática fundada en 1810. Bolívar nació de las milicias de Blanco, Santiago Mariño, Rafael Urdaneta y tantos otros, pero de los ciudadanos del pueblo también vinieron feroces y aguerridos combatientes como José Antonio Páez, como Leonardo Infante, como Cornelio Muñoz, como el Negro Primero, gente del pueblo hechos soldados y soldados hecho pueblo. (Aplausos).
 
 Se podría decir que nuestra gesta independentista fue la concreción de lo que hoy llamamos la unidad cívico-militar, lo que actualmente permite el desarrollo del concepto de la defensa integral que constitucionalmente define la dinámica de la función estratégica del Estado.
 
Este brevísimo recuento histórico demuestra que el llamado a la unión cívico-militar emancipatoria no es una idea nueva. La historia venezolana nos presenta algunas guías, Simón Bolívar se persuadió, sin ser aún tarde, de la necesidad de incorporar el pueblo a la lucha para lograr la independencia nacional. Lo decía el Mayor General Alexis López Ramírez en su discurso, desde allá desde el inmortal Campo de Carabobo el 24 de junio pasado: Una Primera República oligarca, una Segunda República militar, pero una Tercera República vencedora y victoriosa popular.
 
Más tarde Ezequiel Zamora con su ejército de descamisados, de descalzos, de desposeídos, levantó las banderas bolivarianas, del proyecto bolivariano, durante la Guerra Federal, maximizando en aquella epopeya la fortaleza de la unión cívico-militar. (Aplausos).
 
Ahora veamos, porque hay gente que dice que esto no existe, que esto es un imaginario, que es un inteleque, no sé, hay quienes no creen en esto, y esto tiene su asidero histórico, y que lo ha retomado el Presidente Hugo Chávez con la Revolución Bolivariana y lo ha mantenido fuerte y firme el Presidente Nicolás Maduro Moros en su mandato.
 
¿Quién dijo que la unión cívico-militar no existe? ¿Quién se opone a eso? Pregunto yo como solidado y como ciudadano.
 
(Aplausos y coreo de consignas)
 
Esa unión cívico-militar se ve expresada hoy en la conjunción mágica de militares y civiles como, por ejemplo, en la conformación del Movimiento por la Paz y la Vida. Mágico, bonito, hermoso, un movimiento impulsado por nuestro Presidente para ir por la convivencia solidaria, por la paz; allí está la unidad cívico-militar, en la Gran Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor. Esa es una realidad, no es pintar techos, paredes, etcétera, es un factor de integración, integrador profundamente, y nosotros, la Fuerza Armada, la Milicia Bolivariana, allí con nuestro pueblo ayudando y cooperando. Esa es la verdadera realidad, así como la Gran Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor; en todas las misiones sociales nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana está allí ayudando y cooperando, fusionado con el pueblo y haciéndonos felices, porque si algo hace feliz a un soldado es ayudar al prójimo. (Aplausos)
 
Hay muchos ejemplos de la unidad cívico-militar, nuestra participación en los procesos productivos, el acompañamiento que le hemos dado al pueblo para la estabilidad de la economía, entre otras tantas tareas, que nos vinculan como un solo ente al servicio de la Nación. Vamos adelante con la unidad cívico-militar, vamos con esa necesidad y con esa realidad.
 
Emblemático resulta recordar los hechos del 11, 12 y 13 de abril, a mi compañera Carmen le da tristeza siempre recordarlo, así como a mí también me da mucha tristeza recordar los hechos del 27 y 28 de febrero de 1989, momentos dolorosos. Perdón a la compañera Carmen, siempre de insurrección, válida, por cierto, cuando el pueblo se hizo Fuerza Armada y la Fuerza Armada se hizo pueblo, esto es una concreción real de lo que es la expresión de la unidad cívico-militar. (Aplausos).
 
Todo esto no hace sino reafirmar la condición popular de nuestra institución –escúchese bien: “popular”–, el carácter popular de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y todo ese carácter patriótico, bolivariano, antiimperialista y popular de nuestra Fuerza Armada que fue traicionado luego de la gesta de Independencia. El ideal espiritual y originario que vieron nacer nuestra institución fueron desvirtuados y fueron desnaturalizados, desdibujados por completo con el objeto de apoderarse del poder político y económico, enrumbando a la Institución al clásico modelo pretoriano para prestarse a las componendas con las clases oligárquicas, transformándose en una fuerza de contención, bajo esa misma estrategia de contención de los Estados Unidos y opresora a las insurgencias populares y progresistas desatadas a partir de la traición a Bolívar.
 
Laureano Vallenilla Lanz, en su libro Cesarismo democrático, resalta la figura del gendarme necesario –fíjense ustedes ya por dónde vamos, de lo genuino a lo profano– que es aquel que en medio del caos social derivado de la Independencia, podía controlar y contener por medio de las armas de la República a los pueblos para silenciarlos. Las clases que dominaban el poder económico destrozaron todo el espíritu patriota con que nació la Fuerza Armada Nacional para colocarla al servicio de sus propios intereses.
 
Acontecimientos recientes de nuestra historia contemporánea nos reflejan aquellos aciagos días del 27 y 28 de febrero de 1989. ¿A qué salió la Fuerza Armada a la calle? A proteger los intereses de una cúpula económica, hay que decirlo por toda la calle del medio, y nos hicieron a nosotros, los soldados, los gendarmes. Salimos a las calles a masacrar un pueblo –ése es un capítulo oscuro en la historia de la Fuerza Armada Nacional que tenemos que remediar a lo largo de todos estos años que vienen con la Revolución Bolivariana por delante– un 27 y 28 de febrero de 1989, donde la dirigencia político-militar del momento apuntó las armas de la República contra un pueblo indefenso que reclamaba sus reivindicaciones sociales. Hermanos de un mismo pueblo salimos a las calles a matarnos los unos a los otros, pareciera que quieren repetir la escena algunos sectores, gracias a Dios, minoritarios. (Aplausos)
 
Fíjense, el trauma a lo interno de nuestra institución fue tan severo que quedó la convicción en la mayoría de los militares de no volver a empuñar las armas para masacrar a nuestro pueblo, convencidos y de allí, por supuesto, la gota que derramó el vaso y dio paso a la insurrección militar del 4 de febrero, que vino por la paz y por la regeneración de la República. (Aplausos).
 
(Corean consignas)
 
Ahora, ¿cómo podemos nosotros llamar esto?, ¿represión?, ¿uso ilegítimo de la violencia del Estado? Creo que aquí no cabe ninguno de esos. En esos acontecimientos cabe el término “masacre”, muy alejado de la represión, muy alejado del uso de la violencia legítima del Estado. Digo esto porque en estos días pasados, durante estos hechos violentos, se quiso manipular aquí el término “represión”, acusando a nuestra Fuerza Armada de asesinos, de represores y de violadores de los derechos humanos.
 
Se manipuló, amigos, compañeros del mundo, representantes del mundo, a nivel internacional con una fuerza mediática sin precedentes. En la audiencia interna de nuestro pueblo también hubo una gran manipulación, porque si de algo nosotros nos jactamos como Fuerza Armada es, precisamente, de las enseñanzas del carácter humanista, respetuoso de la dignidad y de los derechos humanos que el Presidente Hugo Chávez nos enseñó y nos dejó a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. (Aplausos).
 
Un acontecimiento que deja ver la evolución de la conciencia de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana tuvo lugar, precisamente, en esos días del 11, 12 y 13 de abril de 2002, cuando oficiales de alto rango militar sin comando de tropa… ¿Usted lo recuerda, mi General en Jefe García Carneiro? (Asentimiento). (Aplausos).
 
Conquistados, si usted recuerda, por la ambición de poder, por la ambición de un cargo, seducidos por sectores económicos y aupados por presiones foráneas, se prestaron para derrocar un gobierno legítimo, legalmente constituido y que tenía un alto nivel de popularidad e hicieron verle al pueblo lo contrario, producto, precisamente, de esta guerra de cuarta generación en la que estamos sumidos desde algunos años.
 
En esa oportunidad fue la oficialidad media con el liderazgo de generales de excepción, fue esa oficialidad media quien comandaba las tropas que desmontaron la matriz de la supuesta renuncia y exigieron, junto al pueblo, el retorno de la constitucionalidad. Esos cuadros medios somos hoy el Alto Mando Militar. (Aplausos de pie).
 
El Alto Mando y los comandantes de los grandes comandos de nuestra Fuerza Armada; y, ¿saben con qué están armados ahora, como decía Bolívar? con su principalísima arma, la conciencia Patria, así estamos armados el Alto Mando, los grandes comandos y toda nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, de conciencia Patria. (Aplausos).
 
Fíjense, siempre recuerdo y comienzo a comparar porque ya son 30 años con el uniforme al servicio de nuestra Patria, de nuestro pueblo, 27 y 28 de febrero, Primer Teniente Rodríguez Torres, estuvimos juntos cuando recibimos aquella orden de salir a las calles, ni siquiera a reprimir sino a masacrar un pueblo. Eso no se hace, eso tiene que llamarnos profundamente a la reflexión. Cuando un soldado recibe una orden de esas, como lo dije anteriormente, produce un trauma en su conciencia, en su formación, trastoca al soldado, cualquiera sea su rango.
 
Fíjense la gran diferencia, cuando una noche del 11 de abril del 2002, en comunicación telefónica con mi Comandante Hugo Chávez, siendo yo Comandante de un Batallón de Infantería en Fuerte Tiuna, con mando de Tropa al Frente, me pidió y me exigió que evitara todo derramamiento de sangre, que no quería ver sangre entre nosotros, los hermanos, no quería una masacre entre venezolanos.
 
¡Qué gran diferencia! Recibir una orden de un soldado, de un Comandante en Jefe, de un estadista, de un Presidente consciente de sus funciones, humanista, un soldado también ¡Qué gran diferencia compañeros! (Aplausos de pie) Eso jamás podrá borrarse de la memoria de este soldado y de muchos que conformamos la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
 
Bueno, y ¿por qué no decirlo también? Sé que mi Comandante en Jefe está presente, uno no debe ser mezquino en esto, me motiva decirlo aquí en esta audiencia. Cuando estos sucesos de violencia y terrorismo que se suscitaron en algunas partes de Venezuela y mi Comandante en Jefe tomó el mando directo de todas las operaciones de restablecimiento del orden público, siempre estuvo muy incisivo: recuerden el respeto a los derechos humanos, no quiero excesos, no quiero la fuerza, no quiero muertos, siempre allí exigiéndonos respeto a los derechos humanos también como un estadista.
 
 (Aplausos y coreo de consignas).
 
Eso a uno, como soldado, lo tranquiliza porque siempre tiene la expectativa de las órdenes que le dan sus superiores; los soldados éticos que somos todos, estamos apegados y convencidos de una República fuerte, una Constitución, valores, principios democráticos, siempre tenemos el temor, la expectativa de qué orden nos va a dar el superior, pero en este caso no lo tenía planteado mi Comandante en Jefe, me disculpan, pero me motivó decir y expresar en esta audiencia sobre la actuación responsable, del grado de estadista que usted tuvo para manejar esta situación de terrorismo en el que nos vimos envueltos en los últimos meses. (Aplausos).
 
Afortunadamente, todo esto ha sido cambiado a la luz de la Revolución Bolivariana, cuando su líder máximo introdujo las ideas de Bolívar, Simón Rodríguez y Zamora transformando a la Fuerza Armada en un ente más humanista, solidario y con una formación transdisciplinaria que hace proyectar al soldado más allá de lo militar, con un modelo educativo que lo vincula a las transformaciones sociales, culturales y políticas de la Nación.
 
Además, debo decirlo sin jactancia alguna, si en alguna institución del Estado, sin demeritar ninguna otra, por supuesto, con todo respeto, germinó la semilla de la Revolución Bolivariana, es en esa institución que se llama Fuerza Armada Nacional Bolivariana. (Aplausos).
 
Nuestra organización es un conglomerado de hombres y mujeres que han participado activamente en el desarrollo de la Nación, en procura de coadyuvar a los fines esenciales de la misma, una Fuerza Armada que se ha abierto sin reservas a las nuevas exigencias que hace la Patria, que ha abierto sin mezquindad las puertas de sus hospitales al pueblo, que ha cedido buena parte de sus terrenos, de los fuertes militares y de nuestras bases militares, para la construcción de viviendas dignas para nuestro pueblo.
 
Eso es realmente revolución, una Fuerza Armada que ha combatido junto al pueblo, contra las adversidades y amenazas que ha llevado su mano amiga a situaciones de emergencia nacional y que ha brindado apoyo constante a todas las instancias del Poder Público. (Aplausos).
 
Esta sí es la verdadera Fuerza Armada Nacional Bolivariana que se corresponde con las ideas originarias antes mencionadas y que recoge su carácter antiimperialista, humanista, popular, profundamente democrática y amante de la paz. Esa es nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana. (Aplausos).
 
¿Y saben qué, queridos compañeros? Lo voy a decir con mucha responsabilidad, atendiendo a la ética y atendiendo a la gran política: ¡Esta Fuerza Armada Nacional Bolivariana es chavista! (Aplausos).
 (Corean consignas)
 
¿Saben por qué lo digo? Lo repito con toda responsabilidad, porque Chávez no es un partido político, Chávez no es una entelequia. Chávez es una doctrina militar, política, económica. ¡Eso es Chávez! (Aplausos).
 
(Corean consignas)
 
Chávez es una doctrina que nos ha permitido emanciparnos en lo espiritual y en lo filosófico para rescatar, defender y expandir el bien más preciado que nos legaron nuestros libertadores hace 203 años, reconquistado por la fuerza moral de ese Gigante. Ese bien –ustedes saben– no es otro que nuestra independencia nacional y se encuentra plasmado allí, de primerito, en el Plan de Patria, en el Plan de la Patria que marca los milésimos del acimut que guiará nuestro accionar en los próximos años.
 
Bueno –y perdonen ustedes– yo entiendo que este es un mensaje a la Nación, pero permítanme ustedes por todo esto, por todo lo que vendrá, felicitar a todos los soldados y soldadas de la gloriosa Fuerza Armada Nacional Bolivariana en este su día, Día de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Felicitaciones queridos compañeros y compañeras de armas, seguiremos adelante abriendo camino de independencia y libertad. Así seguiremos. (Aplausos).
 
Hoy nuestro llamado para la Fuerza Armada, en su día, es a maximizar nuestra profesionalización, nuestra tecnificación, nuestro nivel de investigación y a desarrollar nuestro intelecto en función de la defensa integral de la Nación. Así nos los exigía nuestro Comandante Supremo, invocando el ideario robinsoniano, cuando hablaba de ideas y milicias, y se expresaba que creación tan heroica esa, ideas y milicia, y nos invitaba a nosotros, a los militares, a desenvainar las espadas y a abrir también los libros para la defensa de la Nación. Así pues, hagámoslo, desenvainemos las espadas y abramos los libros, compañeros y compañeras de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. (Aplausos).
 
Ahora bien, para mantener y consolidar nuestra Independencia es necesaria la unidad, unidad y más unidad. Decía Bolívar: “...unámonos o la anarquía nos devorará…” Sólo la unidad nos falta para completar la obra de nuestra regeneración, ciertamente esta unidad no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos.
 
Cuando la conciencia revolucionaria es frágil, cuando los intereses individualistas se imponen, cuando el Estado se debilita, cuando los antivalores penetran las bases, nuestras bases de la juventud, surgen hombres y mujeres que vacilan, las opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemigos los animan para triunfar, tengámoslo presente. Ante una situación como ésta, lo indicado por el Libertador en su última proclama tiene más vigencia que nunca, cito: “Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión, los pueblos obedeciendo al actual gobierno para liberarse de la anarquía, los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo y los militares empleando sus espadas en defensa de las garantías sociales.”
 
Luego de estos planteamientos, como venezolano, como soldado bolivariano, ratifico el llamado de nuestro Comandante Supremo y Eterno, la lealtad al Proyecto Bolivariano, la unidad de las fuerzas revolucionarias y todo el apoyo al Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela. (Aplausos).
 
(Corean consignas)
 
Mi Comandante en Jefe, usted emana de la soberanía popular y por tal razón cuenta con el apoyo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Cuente usted con nuestra lealtad, con nuestra disciplina, como usted mismo nos lo exigía en estos días. Los soldados y soldadas de esta Nación hoy están de pie, con la mirada puesta en el horizonte y aferrados a nuestra Constitución.
 
Cuente el pueblo de Venezuela también con su Fuerza Armada. Unidos venceremos. (Aplausos).
 
Mi Comandante Chávez decía: “Estoy seguro que nuestro país sorteará todas las dificultades que vengan por el camino, que aparezcan por el camino, se impondrá la institucionalidad y dentro de ese marco algo que tendremos que cuidar mucho, mucho, muchísimo: la paz nacional”. Avancemos con fuerza y determinación, vacilar es perdernos, nuestra opción única es la grandeza, la libertad y la Independencia. Seamos como Bolívar, seamos como Chávez.
 
¡Independencia y libertad! ¡Independencia y revolución! ¡Independencia y Patria Socialista! ¡Chávez Vive! (¡La lucha sigue!)
 
¡Independencia y Patria Socialista! (¡Viviremos y venceremos!) ¡Venceremos!
 
Muchas gracias. Muy amables. Feliz día de la Patria y feliz Día de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. (Aplausos).
 

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