Óptica Socialista
Noticias nacionales
Conmemoración del ducentésimo
tercer Aniversario
de la Declaración de la
Independencia Nacional,
fecha en la cual reiteramos el
compromiso con el legado
de nuestro Comandante Supremo y
Eterno, líder
de la Revolución Bolivariana,
Hugo Chávez Frías,
y del Comandante en Jefe de la
Fuerza Armada Nacional Bolivariana, Presidente Obrero Nicolás Maduro Moros
Palacio Federal Legislativo – Sesión Solemne 05 de
julio de 2014
Muy buenos días para
todos y todas: Primeramente damos gracias a Dios, artífice de todas las
creaciones del mundo, por encontrarnos en estos espacios de proyección de aquel
lugar histórico ubicado hoy en la esquina El Conde, donde se decidió nuestro
carácter soberano e independiente, un día como hoy hace 203 años.
Agradezco profundamente a la
Asamblea Nacional, a su Presidente, su Junta Directiva, Diputados y Diputadas
por la oportunidad que le dan, no a este soldado, sino a nuestra gloriosa
Fuerza Armada Nacional Bolivariana de expresarse en el Día de la Patria y
también en el Día de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, lo cual constituye
un sublime acto de unidad cívico-militar, consigna profundamente bolivariana.
Me viene a la memoria el
célebre discurso del Libertador Simón Bolívar, febrero de 1819 en Angostura; al
comienzo de su discurso, parafraseándolo, puedo decir con humildad: Dichoso el
ciudadano que tiene el honor de encontrarse reunido con los representantes del
pueblo de la Venezuela Bolivariana en esta augusta Asamblea Nacional, fuente de
autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del destino de
la Nación.
Señor Presidente de la
República, Nicolás Maduro Moros, Comandante en Jefe de la Fuerza Armada
Nacional Bolivariana; ciudadano diputado Diosdado Cabello Rondón, camarada
compañero de armas, Presidente de la Asamblea Nacional; ciudadana Gladys María
Gutiérrez, Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia; ciudadana Luisa Ortega
Díaz, Fiscal General de la República; ciudadana Gabriela del Mar Ramírez,
Defensora del Pueblo; ciudadana Adelina González, Contralora General de la
República; ciudadano Ciro Araujo, Defensor Público General, ciudadano Darío
Vivas, Primer Vicepresidente de la Asamblea Nacional; amiga Blanca Eekhout,
Segunda Vicepresidenta de la Asamblea Nacional; ciudadano Jorge Arreaza,
Vicepresidente de la República Bolivariana de Venezuela; ciudadanos Ministros
del Gabinete Ejecutivo; ciudadanos Diputados y diputadas de la Asamblea
Nacional; ciudadanos Diputados y Diputadas del Parlamento Latinoamericano;
Ministra del Poder Popular para la Defensa, Almiranta en Jefa Carmen Meléndez
Rivas; demás mayores generales y almirantes integrantes del Alto Mando Militar;
señores representantes de los países del mundo que hacen vida en Venezuela;
señor Nuncio Apostólico; amigos de los medios de comunicación y, por supuesto,
compañeros, compatriotas de nuestro pueblo venezolano y soberano que hoy está
de fiesta. (Aplausos).
Realmente no es muy común
ver a un soldado en estos espacios donde se debate la política del Estado, pero
las relaciones y los procesos humanos van transformando los resultados y las
realidades a través de los tiempos. Esto sólo es atribuible a la política, lo
que va colocando en el tablero del ajedrez estatal y no estatal los elementos
que la definen, la política.
Desde hace siglos se intenta
explicar el concepto de política y las formas en las que debe llevarse y cómo
deben de llevarse a cabo. Entre los documentos más clásicos se encuentran los
de Platón y Aristóteles, ambos en sus obras tituladas “La República” tenían visiones distintas, dándole
Aristóteles un enfoque más científico que incorporaba un análisis social que
tomara en cuenta elementos psicológicos, culturales, sociales; así como,
estableciendo también relaciones causas y efectos. Decía Aristóteles: “El
hombre es un animal político por excelencia, por naturaleza, el hombre, si no
vive en la polis, está incompleto y tiende a formar una sociedad políticamente
organizada”. También Gramsci intentó dar una respuesta a la verdadera razón de
ser de la política; y como él, tantos otros.
La política también está
relacionada con la ética, el mismo Aristóteles en el siglo V a.c., específicamente
en su obra “Ética a Nicómaco”, señala que somos la suma de nuestros actos y por
eso dependemos de ello para enfrentar como seres morales. La virtud moral se
adquiere por la práctica, al igual que el dominio de cualquier arte o
habilidad, decía Aristóteles.
Me permito hacer un introito
de esta naturaleza recordando a nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez, quien
desde este mismo escenario, desde esta misma Tribuna hizo llamados constantes a
entender y practicar la política como ciencia, a asumirla, a entenderla como
tal. Decía mi Comandante Hugo Chávez, que en el mundo de hoy unas de las cosas
más grandes que ha venido ocurriendo es el retorno de la política.
En este caso me refiero
–como él mismo lo mencionaba– a la gran política donde nosotros, los hombres y
mujeres del pueblo uniformado, estamos sumidos. Bajo esta premisa nuestro
Comandante Supremo decía, en muchas ocasiones, y exigía también que un general,
un almirante, una generala, una almiranta, debía ser un hombre o una mujer de
Estado.
Nosotros interpretamos a un
hombre o una mujer de Estado como aquel ciudadano o ciudadana que se sabe y se
siente heredero de la cultura, de las tradiciones, de los valores, de los
aciertos y desaciertos, de las victorias y derrotas de su nación, heredero del
pasado y del presente, responsable del futuro de una historia hecha y escrita
al calor del pueblo al cual nos pertenecemos.
Un hombre o una mujer de
Estado es aquel que forma parte de la polis,
que entiende y visualiza el estado final deseado de una nación; en definitiva,
somos nosotros, generales y generalas, almirantes y almirantas, hombres y
mujeres de Estado que se sienten miembros de una nación con su misión de
destino. Quizás aquí está la respuesta de ver a este humilde soldado,
representante de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, aquí entre
ustedes, producto del retorno de la verdadera política que el Estado
revolucionario le ha impreso a la dinámica nacional. (Aplausos).
Estoy aquí como venezolano,
como compatriota, como compañero, como heredero de las glorias de Bolívar, como
amante de la paz, con los deseos firmes y fuertes de llevar a Venezuela, junto
a ustedes, a la suprema felicidad social: consigna profundamente bolivariana. (Aplausos).
Nuestra Fuerza Armada tuvo
su génesis republicana al calor de una política de paz –quiero que esto se
escuche muy bien–. Nosotros nacimos al calor de una política de paz, pero para
preservarla y mantenerla indefectiblemente debíamos, primero, obtener nuestra
independencia, aun cuando esto deviniera o se tradujera en una cruenta guerra.
Resulta curioso cómo la premisa de la paz se mantuvo presente en el pensamiento
y acción de los alfareros de la nueva República durante los acontecimientos de
la declaración de la Independencia.
Ese diputado firmante del Acta
de Independencia que usted, camarada compañero Darío Vivas, mencionó, Don José de Sata y Bussy, un sargento de
artillería firmante del Acta de Independencia, plasmaba este sentimiento el 2
de marzo de 1811 con motivo de la manifestación de las Fuerzas Armadas en los
solemnes festejos de la instalación del Congreso Nacional, cuando él decía esta
expresión: “Dichoso el Estado Militar si sus armas se enmohecen en medio de una
profunda e inalterable paz, dichoso él si jamás necesita la Patria de su funesto
ministerio, pero si el destino lo ordena de otra suerte, si los enemigos
exteriores o interiores se oponen a tus santos designios, él protesta ser el
apoyo de la libertad, el terror de la ambición y el destructor de la tiranía”.
Así lo afirmaba él. (Aplausos).
Es importante ver cómo
nosotros, de donde venimos y cómo nacimos, como República, como Fuerza Armada y
como Estado, y allí está parte de esos sentimientos, de esos precursores, de
esos próceres que rondaban alrededor del movimiento emancipatorio nacional.
Nuestra Independencia se declara la mañana del 5 de julio de 1811, cuando el
Presidente del Congreso comunicaba en sesión pública la posición del Ejecutivo,
a quien se le había hecho la consulta el día anterior acerca o a favor de la
Independencia.
Por allí andaba rondando
Bolívar, José Félix Ribas, Miranda, azuzando con sus doctrinas, con sus
discursos revolucionarios, y conspirando contra las posturas conservadoras.
Esta Independencia declarada reivindica para siempre la voluntad popular,
soberana, y una orgullosa dignidad nacional que inscribió a Venezuela entre los
países libres del mundo en condiciones de plena igualdad política y con pleno
derecho natural de afirmarse, defenderse y salvaguardarse.
Después de la magnánima
declaratoria, el pueblo de Venezuela, junto con los militares regocijados por
el glorioso suceso de este día, emprendieron un gobierno libre e independiente,
con la premisa que ningún extranjero tiene derecho para dominarlo y que, como
Estado libre e independiente, tiene pleno poder para darse la forma de gobierno
que sea conforme con la voluntad de sus pueblos, declarar la guerra, hacer
alianzas, hacer la paz, como dice nuestra Acta de Independencia: “hacer la
paz”.
Está claro que el Estado
venezolano ha nacido, crecido y se ha desarrollado bajo la égida de la paz,
quedando ahora ratificada por nuestra Constitución Bolivariana como un fin
esencial del Estado que adopta una posición de rechazo a la guerra y a la
violencia, y promueve constantemente todas las acciones nacionales e
internacionales, a través de la diplomacia, destinadas a consolidarla como meta
estratégica.
Permítanme que acuda también
a las ideas del filósofo alemán Immanuel Kant, quien en su breve ensayo
denominado Hacia la paz perpetua
llevó a cabo un esfuerzo importante por demostrar el uso de la razón, nuestra
razón es la única vía para lograr la convivencia pacífica, tanto entre los
individuos como entre los pueblos y las naciones.
De este tratado de Kant
concluimos el establecimiento de una paz definitiva que, además de un deber, es
una esperanza bien fundada mientras se le considera un ideal proyectado por la
propia razón y al cual nos podemos acercar poco a poco de manera constante.
La noción de democracia
participativa y protagónica que no sólo está contenido en el texto
constitucional, sino que es impulsada firmemente por la Revolución Bolivariana,
tiende más a una distribución amplia del poder, mucho más, muchísimo más que a
la concentración; la propia realidad que vivimos en los actuales momentos muestra
la tendencia dominante hacia el rompimiento de las estructuras de poder
tradicionales, empoderando al pueblo de su propio destino. (Aplausos).
Y fíjense, el valor
sustantivo que ha hecho posible en gran medida esta realidad, ha sido
precisamente la idea de la paz; para unos un valor moral, para otros una
condición objetiva sin la cual no es posible el ascenso humano. Esta
inclinación pacífica se vio concretada en el año 2004, cuando sectores
políticos convocaron a un referendo revocatorio contra el Presidente Hugo
Chávez, después de una arremetida contra el Estado y el pueblo de Venezuela; y
aquí, por abrumadora mayoría, el pueblo de Venezuela se fue por la opción de la
paz; es decir, por los mecanismos constitucionales que nos dieron para dirimir
y escoger a nuestras autoridades legítimas y legales del Estado. Allí quedó
comprobada la vocación pacifista, no solamente del Estado, de su Fuerza Armada,
sino también del pueblo de Venezuela. (Aplausos).
También ella –me refiero a
la paz– en el ámbito internacional configuró una estrategia constitucional, al
menos en el siglo XX todas nuestras previsiones fundacionales han contenido un
repudio a la guerra como instrumento de la política internacional, una
declaración que a la diferencia de las oportunidades anteriores, cuando ella
solamente formaba parte de los preámbulos de las Constituciones, ahora en la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela se materializa en su
parte dispositiva, cuando declara el territorio nacional como un territorio de
paz. (Aplausos).
Así pues, queridos
compatriotas, la paz es una tarea que exige más valentía, más determinación y
más heroísmo que la propia guerra. El proceso bolivariano ha demostrado durante
estos años la determinación de ser pacifista, promoviendo la paz en cada rincón
y en cada espacio de nuestra Patria y más allá. Vale mencionar los esfuerzos
por mantenerla por parte del ciudadano Nicolás Maduro Moros, Presidente
Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela y Comandante en Jefe de
la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, quien ha hecho ingentes esfuerzos
llamando al diálogo y al encuentro con los distintos sectores de la sociedad;
pero aun así, lamentablemente, nos encontramos con quienes pretenden imponer su
voluntad por la vía de la violencia, e incluso, por la vía del terrorismo. (Aplausos).
Esto como se desarrolló en
los últimos hechos, hechos inducidos y tarifados por poderes fácticos,
obviamente, que buscan un enfrentamiento entre hermanos de un mismo pueblo, que
mantuvieron en zozobra a una parte de nuestra población: ancianos, hombres,
mujeres y niños, colocándolos bajo estado de secuestro, cercenándoles derechos
fundamentales, y llevando a la muerte a decenas de compatriotas y centenares de
heridos. Los mismos que destruyeron con su malévola inspiración propiedades
públicas y privadas, despojando a buena parte de nuestro pueblo de sus
alimentos y del combustible necesario para generar la electricidad en nuestro
sistema eléctrico de generación distribuida, y de todos los insumos necesarios para
hacer la vida normal. A esto se le suma la reciente develación de planes de
magnicidio para derrocar al gobierno legal y legítimamente constituido, para
aniquilar nuestras alianzas, y para reimplantar aquí el modelo opresor y
depredador del cual nosotros estamos saliendo. (Aplausos).
Se trata, queridos
compañeros y compañeras, de un golpe de Estado en situación continuada, esto no
es nuevo, quince años lidiando con esto, bajo la doctrina de la guerra no
convencional de los Estados Unidos de Norteamérica. En esta oportunidad, en
estos hechos violentos recientes, no fue la fuerza pública la que restituyó el
orden, no, fue el pueblo de Venezuela con su mayoritario rechazo a la violencia
y al terrorismo, fue el mismo pueblo de Venezuela quien se impuso y optó por la
paz, nuevamente, en Venezuela. (Aplausos).
Nosotros podemos ir
observando la historia, y aquí en Venezuela la fuerza pasa a un segundo lugar,
sólo si alguien se atreve a hollar nuestro sagrado suelo, hollar nuestra
Independencia y nuestra soberanía; pero aquí a lo interno, todos los actos
violentos que puedan tener lugar provocados por factores internos, quintas
columnas, van a fracasar hoy, mañana y siempre. (Aplausos).
“Bienaventurados los que
trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” Una de tantas
parábolas proféticas de nuestro señor Jesucristo. (Aplausos).
Ahora, yo me hago unas
preguntas como soldado y como ciudadano, ¿Es esta la política a la cual yo
hacía referencia al inicio de mis palabras? ¿Será que convergemos todos con el
espíritu de nuestros próceres en promover y construir la paz? ¿Costará mucho
volcar nuestra mirada al pasado y ver el verdadero espíritu esencial con que
construimos la República, con que construimos sus instituciones, incluida la
Fuerza Armada? ¿Es esta la política ética, la gran política a la cual se
refería el Presidente Hugo Chávez, tantas veces desde esta misma Tribuna?
En ese sentido, nuestra
victoria ha sido la paz y esta ha sido la consigna de nuestro Comandante en
Jefe por la cual nosotros, militares y civiles, seguiremos luchando en unidad
revolucionaria. (Aplausos).
Todo ello es el resultado de
lo que se considera el desafío al orden imperial que se intenta establecer a
escala mundial. Nuestra República enfrenta en otras circunstancias un
adversario en las mismas condiciones de superioridad por las cuales combatió el
imperio español. Ya no se trata de combatir un centro de poder ubicado en
Madrid, ni a unas tropas donde las diferencias tecnológicas prácticamente eran
imperceptibles, no, el adversario que hoy tenemos que combatir no está ubicado
geográficamente, domina el espacio virtual que ofrece el campo de la
información y la comunicación, y por consiguiente, el teatro de la guerra no
tiene límites espaciales ni temporales, aun cuando no podemos descartar una
intervención directa a través de una agresión militar a gran escala.
Ante las embestidas vividas contra nuestra Patria en estos 15 años de
Revolución, debo decir que el Estado revolucionario se ha dotado de estructuras
para enfrentarlas. En primer lugar, el líder supremo de la Revolución emprendió
una cruzada por la cohesión nacional y, además de ello, por el fortalecimiento
del aparato militar; esas dos variables son la que le imprimen a un pueblo su
voluntad de lucha y su voluntad de vencer: la cohesión nacional y una buena
doctrina de organización y estructura en nuestra Fuerza Armada Nacional
Bolivariana. (Aplausos).
A esto, por supuesto, se le adiciona la conformación de una nueva
estrategia nacional basada en el concepto de la guerra de todo el pueblo que
rige la doctrina militar venezolana, construida por las manos, las ideas y la
visión del Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez.
Analizando todo esto, tal vez sea ésta la causa del fracaso de todos los
intentos y experimentos de los aventureros, de las quintas columnas que operan
en nuestro país empleando todas las técnicas y medios que han tejido a la luz
de todas la metodologías para derrocar gobiernos en América Latina, incluyendo
la posibilidad del empleo del poder militar, de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana, en este caso. (Aplausos).
Como representante de esta institución le digo al pueblo de Venezuela, a
los pueblos del mundo y a esta distinguida audiencia, que nuestra Fuerza Armada
Nacional Bolivariana no es aquella montonera del siglo XIX, de principios del
siglo XX. Hay quienes no quieren reconocer el talento, el profesionalismo, la
actitud cívica, el apego a la Constitución de los soldados y soldadas de
nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana; pareciera que estuviésemos anclados
en el pasado. Eso ya cambio para siempre, se lo dice con toda seriedad y
responsabilidad un soldado con 30 años de servicio; tampoco nos prestamos para
la barbarie ni para golpes de Estado y muchísimo menos para torcer la voluntad
popular. (Aplausos).
(Corean consignas).
Digo esto, queridos compañeros y compañeras, porque ante las
dificultades premonitoriamente anunciadas por nuestro Comandante Supremo –debo
decirlo así–, sectores de la baja política han hecho llamados abiertos y
encubiertos a oficiales de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana para
desconocer lo más sagrado que es nuestra Constitución y la legitimidad del
Presidente Nicolás Maduro Moros, lo cual se constituye en una ofensa, en una
afrenta contra la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
Desde esta Tribuna, permítanme ustedes exigir respeto para nuestros
soldados y nuestras soldadas e invitamos, incluso, a valorar la conciencia
cívica y militar de nuestra Fuerza Armada. No la subestimemos, no la
injuriemos; por el contrario, apreciemos el arrojo de sus solados, de sus
soldadas, quienes día a día forjan caminos de libertad junto al pueblo para
construir la Venezuela feliz, próspera, potencia. Al final, compatriota, somos
venezolanos y venezolanas, hermanos y hermanas, hijos e hijas de Dios, esto lo
digo bajo el amparo de algo que debe unirnos para siempre que es la
Independencia Nacional. (Aplausos).
Pero permítanme continuar delineando la génesis –que es importante– y el
espíritu esencial con los surgió la República y la Fuerza Armada, a la luz de
la Independencia. Retrotrayéndonos nuevamente a la historia, ésta nos deja ver
que luego de los hechos del 19 de abril de 1810, la Junta de Guerra presenta
una propuesta para la defensa y seguridad de la Provincia de Caracas y se la
presenta a la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII. Allí
Lino de Clemente, Juan Pablo Ayala, todos los que formaban la Junta de Guerra
de esa Suprema, en nuestros primeros pasos por la Independencia, empezaron a
escribir la filosofía de nuestra organización militar original, y fíjense lo
que decía el documento:
“No aquel sistema horrible de
opresión con que los déspotas de la Europa arman una parte de sus habitantes
para tener en cadenas a la otra y hace al soldado el satélite de la tiranía y
el verdugo de sus conciudadanos. No, lejos de nosotros este sistema destructor
que no profane jamás estos países en que por primera vez y para siempre, se han
proclamado los derechos del hombre y la libertad de los pueblos. El sistema
militar que conviene a Venezuela debe nacer de estos mismos derechos y de esta
libertad” decían aquellos próceres. (Aplausos).
Por otra parte William Burke, ideólogo inglés de nuestra Independencia y
la hispanoamericana, difusor de las ideas radicales y anticolonialista,
manifestaba sus inquietudes con relación a la organización militar a propósito
del incipiente proceso emancipatorio: Decía que la evolución de los ejércitos
fue perdiendo la perspectiva de la defensa legítima de las naciones para
convertirse en ejército de ocupación e invasión por la ambición imperial,
máxime expresión de lo que hoy es el capitalismo y el neoliberalismo salvaje.
William Burke describía esto
que acabo de decir de la siguiente manera: Como las republicas de Grecia fueron
subyugadas por el ejército Filipo de Macedonia, y después de ellas, el grande
imperio de Persia, la destrucción de Cartago y la subyugación de todas las
naciones civilizadas del antiguo mundo se efectuaron con un instrumento
parecido a esto: ejércitos invasores.
El ejército de César
destruyó la República de Roma, el ejército de Cromwell expelió al Parlamento de
su sala de sesiones, y Napoleón con sus soldados, bueno, trastocó
definitivamente a la Francia.
Ahora, si bien es cierto que
la ampliación de nuestra Guerra de independencia, en aquella oportunidad no
tuvo una intención de dominación de los espacios extraterritoriales donde actuó
el Ejército Libertador, esto solo lo hizo para forjar libertades y para liberar
los pueblos americanos del yugo español. ¡Qué orgullo! ¡Qué grandeza! ¡Qué
historia la nuestra! (Aplausos).
De estos documentos que
hemos revisado, históricos, se desprende parte del verdadero espíritu y génesis
de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, aun cuando la consigna de la paz
se imponía en la filosofía de la nueva República, era necesario primero tomar
la justicia por asalto, y ello significaba ir contradictoriamente a la guerra
por nuestra independencia.
Bolívar tenía esta idea
clara, y fíjense como lo expresaba en una carta a Soublette, cito: “Nosotros no
debemos ofrecer más que la paz en recompensa de la Independencia. Esta, para
nosotros nos trae toda las bendiciones del cielo”.
Esta aseveración sigue
siendo hoy en día un debate nacional, y hoy es parte de las raíces que hemos
retomado para sustentar el pensamiento militar venezolano, el genuino, el
originario, el autóctono, el nuestro, el propio, y ¿quién puede refutar el
carácter antiimperialista de nuestra nacionalidad? ¿Quién? (Aplausos).
Yo pregunto: ¿Quién en esta
audiencia puede negar ese signo originario con que nacimos: antiimperialistas?
¿Quién lo puede negar? (Aplausos).
Todo venezolano, venezolana que haya nacido a la luz de la Independencia de
Venezuela y con el ideario bolivariano es un antiimperialista; y hoy la Fuerza
Armada Nacional Bolivariana reafirma con mucha firmeza el carácter antiimperial
ante el pueblo y los pueblos del mundo. ¡Que lo sepa el mundo entero la
condición y el carácter antiimperialista de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana!
(Aplausos).
La Declaración de
Independencia absoluta de Venezuela el 5 de julio de 1811 tuvo como respaldo el
pueblo que nutrió con el mayor entusiasmo las filas patriotas, desde esa época
se comenzó a internalizar la idea de soldado/pueblo, pueblo/soldado, para
compartir el sentimiento común del patriotismo republicano entre ambos, una
emoción que nacía de la existencia de una Constitución que relacionaba el
individuo con el espacio que le garantizaba su independencia, su libertad, su
soberanía, su inmunidad y su capacidad para determinar el gobierno que mejor
permitiría el logro de su metas.
En el Discurso de Angostura
el Libertador Simón Bolívar delineaba la política para la cual se utilizaría la
fuerza militar como instrumento de acción, la materialización de esta
coordinación tácita que gestó el músculo guerrero de la República, produjo sus
cuadros de mando que salieron se soldados profesionales de nuestra Academia
Militar de Matemática fundada en 1810. Bolívar nació de las milicias de Blanco,
Santiago Mariño, Rafael Urdaneta y tantos otros, pero de los ciudadanos del
pueblo también vinieron feroces y aguerridos combatientes como José Antonio
Páez, como Leonardo Infante, como Cornelio Muñoz, como el Negro Primero, gente
del pueblo hechos soldados y soldados hecho pueblo. (Aplausos).
Se podría decir que nuestra gesta
independentista fue la concreción de lo que hoy llamamos la unidad
cívico-militar, lo que actualmente permite el desarrollo del concepto de la
defensa integral que constitucionalmente define la dinámica de la función
estratégica del Estado.
Este brevísimo recuento
histórico demuestra que el llamado a la unión cívico-militar emancipatoria no
es una idea nueva. La historia venezolana nos presenta algunas guías, Simón
Bolívar se persuadió, sin ser aún tarde, de la necesidad de incorporar el
pueblo a la lucha para lograr la independencia nacional. Lo decía el Mayor
General Alexis López Ramírez en su discurso, desde allá desde el inmortal Campo
de Carabobo el 24 de junio pasado: Una Primera República oligarca, una Segunda
República militar, pero una Tercera República vencedora y victoriosa popular.
Más tarde Ezequiel Zamora
con su ejército de descamisados, de descalzos, de desposeídos, levantó las
banderas bolivarianas, del proyecto bolivariano, durante la Guerra Federal,
maximizando en aquella epopeya la fortaleza de la unión cívico-militar. (Aplausos).
Ahora veamos, porque hay
gente que dice que esto no existe, que esto es un imaginario, que es un
inteleque, no sé, hay quienes no creen en esto, y esto tiene su asidero
histórico, y que lo ha retomado el Presidente Hugo Chávez con la Revolución
Bolivariana y lo ha mantenido fuerte y firme el Presidente Nicolás Maduro Moros
en su mandato.
¿Quién dijo que la unión
cívico-militar no existe? ¿Quién se opone a eso? Pregunto yo como solidado y
como ciudadano.
(Aplausos
y coreo de consignas)
Esa unión cívico-militar se
ve expresada hoy en la conjunción mágica de militares y civiles como, por
ejemplo, en la conformación del Movimiento por la Paz y la Vida. Mágico,
bonito, hermoso, un movimiento impulsado por nuestro Presidente para ir por la
convivencia solidaria, por la paz; allí está la unidad cívico-militar, en la
Gran Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor. Esa es una realidad, no es pintar
techos, paredes, etcétera, es un factor de integración, integrador
profundamente, y nosotros, la Fuerza Armada, la Milicia Bolivariana, allí con
nuestro pueblo ayudando y cooperando. Esa es la verdadera realidad, así como la
Gran Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor; en todas las misiones sociales
nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana está allí ayudando y cooperando,
fusionado con el pueblo y haciéndonos felices, porque si algo hace feliz a un
soldado es ayudar al prójimo. (Aplausos)
Hay muchos ejemplos de la
unidad cívico-militar, nuestra participación en los procesos productivos, el
acompañamiento que le hemos dado al pueblo para la estabilidad de la economía,
entre otras tantas tareas, que nos vinculan como un solo ente al servicio de la
Nación. Vamos adelante con la unidad cívico-militar, vamos con esa necesidad y
con esa realidad.
Emblemático resulta recordar
los hechos del 11, 12 y 13 de abril, a mi compañera Carmen le da tristeza
siempre recordarlo, así como a mí también me da mucha tristeza recordar los
hechos del 27 y 28 de febrero de 1989, momentos dolorosos. Perdón a la
compañera Carmen, siempre de insurrección, válida, por cierto, cuando el pueblo
se hizo Fuerza Armada y la Fuerza Armada se hizo pueblo, esto es una concreción
real de lo que es la expresión de la unidad cívico-militar. (Aplausos).
Todo esto no hace sino
reafirmar la condición popular de nuestra institución –escúchese bien:
“popular”–, el carácter popular de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y todo
ese carácter patriótico, bolivariano, antiimperialista y popular de nuestra
Fuerza Armada que fue traicionado luego de la gesta de Independencia. El ideal
espiritual y originario que vieron nacer nuestra institución fueron
desvirtuados y fueron desnaturalizados, desdibujados por completo con el objeto
de apoderarse del poder político y económico, enrumbando a la Institución al
clásico modelo pretoriano para prestarse a las componendas con las clases
oligárquicas, transformándose en una fuerza de contención, bajo esa misma estrategia
de contención de los Estados Unidos y opresora a las insurgencias populares y
progresistas desatadas a partir de la traición a Bolívar.
Laureano Vallenilla Lanz, en
su libro Cesarismo democrático,
resalta la figura del gendarme necesario –fíjense ustedes ya por dónde vamos,
de lo genuino a lo profano– que es aquel que en medio del caos social derivado
de la Independencia, podía controlar y contener por medio de las armas de la
República a los pueblos para silenciarlos. Las clases que dominaban el poder
económico destrozaron todo el espíritu patriota con que nació la Fuerza Armada
Nacional para colocarla al servicio de sus propios intereses.
Acontecimientos recientes de
nuestra historia contemporánea nos reflejan aquellos aciagos días del 27 y 28
de febrero de 1989. ¿A qué salió la Fuerza Armada a la calle? A proteger los
intereses de una cúpula económica, hay que decirlo por toda la calle del medio,
y nos hicieron a nosotros, los soldados, los gendarmes. Salimos a las calles a
masacrar un pueblo –ése es un capítulo oscuro en la historia de la Fuerza
Armada Nacional que tenemos que remediar a lo largo de todos estos años que
vienen con la Revolución Bolivariana por delante– un 27 y 28 de febrero de
1989, donde la dirigencia político-militar del momento apuntó las armas de la
República contra un pueblo indefenso que reclamaba sus reivindicaciones
sociales. Hermanos de un mismo pueblo salimos a las calles a matarnos los unos
a los otros, pareciera que quieren repetir la escena algunos sectores, gracias
a Dios, minoritarios. (Aplausos)
Fíjense, el trauma a lo
interno de nuestra institución fue tan severo que quedó la convicción en la
mayoría de los militares de no volver a empuñar las armas para masacrar a
nuestro pueblo, convencidos y de allí, por supuesto, la gota que derramó el
vaso y dio paso a la insurrección militar del 4 de febrero, que vino por la paz
y por la regeneración de la República.
(Aplausos).
(Corean
consignas)
Ahora, ¿cómo podemos
nosotros llamar esto?, ¿represión?, ¿uso ilegítimo de la violencia del Estado?
Creo que aquí no cabe ninguno de esos. En esos acontecimientos cabe el término
“masacre”, muy alejado de la represión, muy alejado del uso de la violencia
legítima del Estado. Digo esto porque en estos días pasados, durante estos hechos
violentos, se quiso manipular aquí el término “represión”, acusando a nuestra
Fuerza Armada de asesinos, de represores y de violadores de los derechos
humanos.
Se manipuló, amigos,
compañeros del mundo, representantes del mundo, a nivel internacional con una
fuerza mediática sin precedentes. En la audiencia interna de nuestro pueblo
también hubo una gran manipulación, porque si de algo nosotros nos jactamos
como Fuerza Armada es, precisamente, de las enseñanzas del carácter humanista,
respetuoso de la dignidad y de los derechos humanos que el Presidente Hugo
Chávez nos enseñó y nos dejó a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. (Aplausos).
Un acontecimiento que deja
ver la evolución de la conciencia de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana tuvo
lugar, precisamente, en esos días del 11, 12 y 13 de abril de 2002, cuando
oficiales de alto rango militar sin comando de tropa… ¿Usted lo recuerda, mi
General en Jefe García Carneiro?
(Asentimiento). (Aplausos).
Conquistados, si usted
recuerda, por la ambición de poder, por la ambición de un cargo, seducidos por
sectores económicos y aupados por presiones foráneas, se prestaron para
derrocar un gobierno legítimo, legalmente constituido y que tenía un alto nivel
de popularidad e hicieron verle al pueblo lo contrario, producto, precisamente,
de esta guerra de cuarta generación en la que estamos sumidos desde algunos
años.
En esa oportunidad
fue la oficialidad media con el liderazgo de generales de excepción, fue esa
oficialidad media quien comandaba las tropas que desmontaron la matriz de la
supuesta renuncia y exigieron, junto al pueblo, el retorno de la
constitucionalidad. Esos cuadros medios somos hoy el Alto Mando Militar. (Aplausos de pie).
El Alto Mando y los
comandantes de los grandes comandos de nuestra Fuerza Armada; y, ¿saben con qué
están armados ahora, como decía Bolívar? con su principalísima arma, la
conciencia Patria, así estamos armados el Alto Mando, los grandes comandos y
toda nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, de conciencia Patria. (Aplausos).
Fíjense, siempre
recuerdo y comienzo a comparar porque ya son 30 años con el uniforme al
servicio de nuestra Patria, de nuestro pueblo, 27 y 28 de febrero, Primer
Teniente Rodríguez Torres, estuvimos juntos cuando recibimos aquella orden de
salir a las calles, ni siquiera a reprimir sino a masacrar un pueblo. Eso no se
hace, eso tiene que llamarnos profundamente a la reflexión. Cuando un soldado
recibe una orden de esas, como lo dije anteriormente, produce un trauma en su
conciencia, en su formación, trastoca al soldado, cualquiera sea su rango.
Fíjense la gran
diferencia, cuando una noche del 11 de abril del 2002, en comunicación
telefónica con mi Comandante Hugo Chávez, siendo yo Comandante de un Batallón
de Infantería en Fuerte Tiuna, con mando de Tropa al Frente, me pidió y me
exigió que evitara todo derramamiento de sangre, que no quería ver sangre entre
nosotros, los hermanos, no quería una masacre entre venezolanos.
¡Qué gran diferencia!
Recibir una orden de un soldado, de un Comandante en Jefe, de un estadista, de
un Presidente consciente de sus funciones, humanista, un soldado también ¡Qué
gran diferencia compañeros! (Aplausos de
pie) Eso jamás podrá borrarse de la memoria de este soldado y de muchos que
conformamos la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
Bueno, y ¿por qué no decirlo
también? Sé que mi Comandante en Jefe está presente, uno no debe ser mezquino
en esto, me motiva decirlo aquí en esta audiencia. Cuando estos sucesos de
violencia y terrorismo que se suscitaron en algunas partes de Venezuela y mi
Comandante en Jefe tomó el mando directo de todas las operaciones de
restablecimiento del orden público, siempre estuvo muy incisivo: recuerden el
respeto a los derechos humanos, no quiero excesos, no quiero la fuerza, no
quiero muertos, siempre allí exigiéndonos respeto a los derechos humanos
también como un estadista.
(Aplausos
y coreo de consignas).
Eso a uno, como soldado, lo
tranquiliza porque siempre tiene la expectativa de las órdenes que le dan sus
superiores; los soldados éticos que somos todos, estamos apegados y convencidos
de una República fuerte, una Constitución, valores, principios democráticos,
siempre tenemos el temor, la expectativa de qué orden nos va a dar el superior,
pero en este caso no lo tenía planteado mi Comandante en Jefe, me disculpan,
pero me motivó decir y expresar en esta audiencia sobre la actuación
responsable, del grado de estadista que usted tuvo para manejar esta situación
de terrorismo en el que nos vimos envueltos en los últimos meses. (Aplausos).
Afortunadamente, todo esto
ha sido cambiado a la luz de la Revolución Bolivariana, cuando su líder máximo
introdujo las ideas de Bolívar, Simón Rodríguez y Zamora transformando a la
Fuerza Armada en un ente más humanista, solidario y con una formación transdisciplinaria
que hace proyectar al soldado más allá de lo militar, con un modelo educativo
que lo vincula a las transformaciones sociales, culturales y políticas de la
Nación.
Además, debo decirlo sin
jactancia alguna, si en alguna institución del Estado, sin demeritar ninguna
otra, por supuesto, con todo respeto, germinó la semilla de la Revolución
Bolivariana, es en esa institución que se llama Fuerza Armada Nacional
Bolivariana. (Aplausos).
Nuestra organización es un
conglomerado de hombres y mujeres que han participado activamente en el
desarrollo de la Nación, en procura de coadyuvar a los fines esenciales de la
misma, una Fuerza Armada que se ha abierto sin reservas a las nuevas exigencias
que hace la Patria, que ha abierto sin mezquindad las puertas de sus hospitales
al pueblo, que ha cedido buena parte de sus terrenos, de los fuertes militares
y de nuestras bases militares, para la construcción de viviendas dignas para
nuestro pueblo.
Eso es realmente revolución,
una Fuerza Armada que ha combatido junto al pueblo, contra las adversidades y
amenazas que ha llevado su mano amiga a situaciones de emergencia nacional y
que ha brindado apoyo constante a todas las instancias del Poder Público. (Aplausos).
Esta sí es la verdadera
Fuerza Armada Nacional Bolivariana que se corresponde con las ideas originarias
antes mencionadas y que recoge su carácter antiimperialista, humanista,
popular, profundamente democrática y amante de la paz. Esa es nuestra Fuerza
Armada Nacional Bolivariana. (Aplausos).
¿Y saben qué, queridos
compañeros? Lo voy a decir con mucha responsabilidad, atendiendo a la ética y
atendiendo a la gran política: ¡Esta Fuerza Armada Nacional Bolivariana es
chavista! (Aplausos).
(Corean
consignas)
¿Saben por qué lo digo? Lo repito con toda responsabilidad, porque
Chávez no es un partido político, Chávez no es una entelequia. Chávez es una
doctrina militar, política, económica. ¡Eso es Chávez! (Aplausos).
(Corean consignas)
Chávez es una doctrina que nos ha permitido emanciparnos en lo
espiritual y en lo filosófico para rescatar, defender y expandir el bien más
preciado que nos legaron nuestros libertadores hace 203 años, reconquistado por
la fuerza moral de ese Gigante. Ese bien –ustedes saben– no es otro que nuestra
independencia nacional y se encuentra plasmado allí, de primerito, en el Plan
de Patria, en el Plan de la Patria que marca los milésimos del acimut que guiará nuestro accionar en
los próximos años.
Bueno –y perdonen ustedes– yo entiendo que este es un mensaje a la
Nación, pero permítanme ustedes por todo esto, por todo lo que vendrá,
felicitar a todos los soldados y soldadas de la gloriosa Fuerza Armada Nacional
Bolivariana en este su día, Día de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
Felicitaciones queridos compañeros y compañeras de armas, seguiremos adelante
abriendo camino de independencia y libertad. Así seguiremos. (Aplausos).
Hoy nuestro llamado para la Fuerza Armada, en su día, es a maximizar
nuestra profesionalización, nuestra tecnificación, nuestro nivel de
investigación y a desarrollar nuestro intelecto en función de la defensa
integral de la Nación. Así nos los exigía nuestro Comandante Supremo, invocando
el ideario robinsoniano, cuando hablaba de ideas y milicias, y se expresaba que
creación tan heroica esa, ideas y milicia, y nos invitaba a nosotros, a los
militares, a desenvainar las espadas y a abrir también los libros para la
defensa de la Nación. Así pues, hagámoslo, desenvainemos las espadas y abramos
los libros, compañeros y compañeras de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. (Aplausos).
Ahora bien, para mantener y consolidar nuestra Independencia es
necesaria la unidad, unidad y más unidad. Decía Bolívar: “...unámonos o la
anarquía nos devorará…” Sólo la unidad nos falta para completar la obra de
nuestra regeneración, ciertamente esta unidad no nos vendrá por prodigios
divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos.
Cuando la conciencia revolucionaria es frágil, cuando los intereses
individualistas se imponen, cuando el Estado se debilita, cuando los
antivalores penetran las bases, nuestras bases de la juventud, surgen hombres y
mujeres que vacilan, las
opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemigos los animan para
triunfar, tengámoslo presente. Ante una situación como ésta, lo indicado por el
Libertador en su última proclama tiene más vigencia que nunca, cito: “Todos
debéis trabajar por el bien inestimable de la unión, los pueblos obedeciendo al
actual gobierno para liberarse de la anarquía, los ministros del santuario
dirigiendo sus oraciones al cielo y los militares empleando sus espadas en
defensa de las garantías sociales.”
Luego de estos planteamientos, como venezolano, como
soldado bolivariano, ratifico el llamado de nuestro Comandante Supremo y
Eterno, la lealtad al Proyecto Bolivariano, la unidad de las fuerzas
revolucionarias y todo el apoyo al Presidente Constitucional de la República
Bolivariana de Venezuela. (Aplausos).
(Corean consignas)
Mi Comandante en Jefe, usted emana de la soberanía
popular y por tal razón cuenta con el apoyo de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana. Cuente usted con nuestra lealtad, con nuestra disciplina,
como usted mismo nos lo exigía en estos días. Los soldados y soldadas de esta
Nación hoy están de pie, con la mirada puesta en el horizonte y aferrados a
nuestra Constitución.
Cuente el pueblo de
Venezuela también con su Fuerza Armada. Unidos venceremos. (Aplausos).
Mi Comandante Chávez decía: “Estoy seguro que
nuestro país sorteará todas las dificultades que vengan por el camino, que
aparezcan por el camino, se impondrá la institucionalidad y dentro de ese marco
algo que tendremos que cuidar mucho, mucho, muchísimo: la paz nacional”.
Avancemos con fuerza y determinación, vacilar es perdernos, nuestra opción
única es la grandeza, la libertad y la Independencia. Seamos como Bolívar,
seamos como Chávez.
¡Independencia y libertad! ¡Independencia y
revolución! ¡Independencia y Patria Socialista! ¡Chávez Vive! (¡La lucha sigue!)
¡Independencia y Patria Socialista! (¡Viviremos y venceremos!) ¡Venceremos!
Muchas gracias. Muy amables. Feliz día de la Patria
y feliz Día de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. (Aplausos).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario