Óptica Socialista
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Jorge Rodríguez (padre) se convirtió en una de las víctimas más conocidas de la democracia representativa que encarnaron por 40 años los gobiernos de Acción Democrática y Copei.
En la oscura celda de un “tigrito”, solo ante la indiferencia de sus captores, murió Jorge Rodríguez padre, 38 años atrás de un día como hoy, producto de la salvaje golpiza que le propinaron funcionarios de la policía política del entonces presidente de la Cuarta República, Carlos Andrés Pérez.
“Mataron al hombre, más no su ideal”, podría decirse al recordar el legado que dejó Rodríguez, con tan solo 34 años de edad, en la historia política venezolana de los movimientos de masa y con consciencia social de izquierda.
En el seno de una familia humilde, Rodríguez nació en Carora, estado Lara, el 16 de febrero de 1942, donde desarrolló un activismo político precoz. A los 16 años ya organizaba batidas contra el analfabetismo en el campo y participaba en movimientos estudiantiles que criticaba la exclusión de las mayorías al acceso del progreso que disfrutaban unos pocos en la democracia representativa.
Su militancia lo llevó a Caracas donde se acercó a los partidos revolucionarios de entonces, el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Entonces, Rodríguez cursaba una licenciatura en Educación en la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Sería en esta Casa de Estudios donde el luchador lideraría la expresión popular de las masas estudiantiles que exigían cambios al régimen político y respeto al derecho a la educación, ante los allanamientos ejecutados a la UCV realizados por el Gobierno del presidente socialcristiano, Rafael Caldera.
AÑOS SESENTA COMBATIVOS
A finales de los años 60 la llamada política de pacificación arrojó un saldo de muertes producto de la excesiva represión y uso de la fuerza, tanto policial como bélica, contra los movimientos ilegalizados por el bipartidismo adeco y copeyano.
En 1968, Rodríguez participó en la postura crítica que asumieron en ese entonces los movimientos de izquierda ante las represalias del Gobierno. Visitó y dialogó con miembros de los frentes guerrilleros y participó en la discusión de una serie de exigencias, que desde el MIR, se realizaron para “la verdadera pacificación” del país, en el que se pedía la liberación de presos políticos, el fin de bombardeos aéreos en zonas rurales, la restitución del ejército a sus funciones, la no injerencia de militares estadounidenses en la inteligencia castrense y un conjunto de medidas económicas y políticas que garantizaran la soberanía e independencia del país en el uso de los recursos naturales.
Sin embargo, la Cuarta República respiraba entonces a sus anchas, luego de la entrega total de las riquezas venezolanas a las transnacionales petroleras, así como del pacto entre élites y partidos para repartirse la renta petrolera.
En 1972, Rodríguez sufriría en carne propia la persecución política. Ese año acabó detenido en la cárcel de Maracaibo luego de un juicio militar manipulado por el Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA), tiempo que aprovechó para organizar una huelga de hambre de los presos políticos de la “Democracia” representativa.
EL SOCIALISMO SE CONQUISTA PELEANDO
Un año después al salir de prisión y bajo la consigna “El Socialismo se conquista peleando”, Rodríguez creó, junto a un grupo de entusiastas luchadores sociales y guerrilleros, la Liga Socialista (LS) con Carmelo Laborit, David Nieves, Julio Escalona, Elías Eljuri, Pedro Losada, Marcos Gómez y Fernando Soto Rojas, entre otros.
La Liga planteó la necesidad de combinar las formas de lucha y organización entre una vertiente clandestina, que recurría a la resistencia popular de una lucha armada en decadencia, y otra legal, dedicada a la agitación, la propaganda y la organización de movimientos de masa como la Liga de Mujeres, el Movimiento Estudiantil de Unidad con el Pueblo, el Frente Obrero, la Liga Campesina, los comités de barrios y de amas de casa, entre otros.
“Jorge Rodríguez y el Proyecto OR señalaban que había un vacío político en el país, que no había vanguardia partidista y que la tarea estratégica de primer orden era la lucha por la construcción del partido revolucionario del proletariado; y que la contradicción principal del movimiento revolucionario era entre teoría y práctica (…), la cual era necesario ir construyendo partiendo de una caracterización del país, de una revisión de la historia contemporánea a medida que se participaba en las luchas concretas de las masas”, recordaría en una ocasión Soto Rojas.
El objetivo era congregar a los diversos sectores de izquierda para una cohesión que permitiera crear las condiciones para una nueva fase de la lucha popular que fuera democrática, pacífica y social.
Rodríguez era carismático con las masas, sencillo en su cotidianidad y frontal al enfrentar poder, al cual nunca dejó de caracterizar en su dócil servilismo entren el Gobierno y las cúpulas al imperialismo y la oligarquía continental.
Asimismo, criticó y señaló las carencias del movimiento popular de izquierda influenciados por la reacción, el reformismo y el foquismo-anarquismo que limitaba el desarrollo autónomo del movimiento, apuntaría Soto Rojas.
Es así como la Liga encabezó manifestaciones públicas, asumió las denuncias de desapariciones y asesinatos, y organizó concentraciones como la gran marcha antiimperialista que cruzó gran parte del país. De todo ello, la organización fue ganando representaciones sindicales y centros estudiantiles.
El clímax del movimiento se expresó en las elecciones presidenciales de 1973, cuando propuso la política del voto nulo como expresión rebelde contra la hegemonía de la partidocracia, en las que optuvo 196 mil 918 votos, 4,31% del padrón ante la maquinaria bipartidista.
Este hecho se convierte en un elemento iconográfico para la izquierda. Después de las dificultades, de la guerra o de la sublevación en armas, después del temor al fracaso, el hecho se levantó como un acto referencial capaz de convocar a todos los grupos bajo una nueva estrategia democrática y pacífica para el futuro.
Nicolás, el presidente obrero, ¿legado de la Liga Socialista?
Compañeros de la Liga Socialista no dudan en señalar que si un legado dejó vigente la agrupación fue la conceptualización y creación de un gran movimiento de masas en fábricas, escuelas, universidades y barrios, entre los cuales participó el actual presidente de la República, Nicolás Maduro Moros.
Jorge Rodríguez, así como el resto de los líderes que formaban parte de la dirección de la Liga, decían que la Revolución necesitaba de un pueblo organizado y consciente, razón por la cual la organización tenía su piedra angular en la creación de un movimiento político y de masas que hacía énfasis en la organización de movimientos barriales, de mujeres, estudiantes y de obreros de donde tenían que emerger nuevos liderazgos.
Entonces era común que la militancia política empezara a temprana edad, en los liceos de Caracas, que ya venían experimentando combates y la subsecuente represión gubernamental producto de las luchas reivindicativas del sector, como cuando fueron eliminadas las escuelas técnicas.
Conocidos y compañeros políticos de entonces así lo recuerdan, eran tiempos de “los jóvenes y combativos liceístas” del CERO (Comités de Estudiantes Revolucionarios Organizados), que luego se transformaría en el Movimiento Estudiantil de Unidad con el Pueblo (MEUP), donde Maduro iniciaría su militancia revolucionaria, representando a esta organización en los liceos Luis Manuel Urbaneja Achepohl y José Ávalos.
Entonces, los cuadros de la Liga se dedicaban a realizar actividades de agitación y propaganda, de organización del movimiento estudiantil, de sus reivindicaciones y protestas, hasta de jornadas nacionales como la realizada en rechazo a la designación de Harry Schlaudeman como embajador de Estados Unidos en Venezuela, luego de su vinculación con el golpe contra Salvador Allende en Chile y su participación en Vietnam.
“Sin duda, se podría decir que el legado más vigente de la Organización de Revolucionarios, Liga Socialista, fue la organización de un movimiento de masas en los sectores populares de Caracas que permitiera entrar en una nueva fase para la creación de un partido revolucionario del proletariado. Ese activismo dejó un saldo organizativo y político importante de cuadros, entre los cuales podemos destacar al actual presidente, Nicolás Maduro”, apuntó Francisco Cedeño, quien militó en esta organización.
Lo mismo señaló el diputado por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) Eduardo Piñate, al recordar que la organización se originó contra el foquismo de la lucha armada, derrotada en los años 60, y del reformismo de los partidos de izquierda que apostaban por la vía electoral, pero que en ambos casos sustituían la opinión del pueblo por la de su propia vanguardia.
“El origen de La Liga era que en Venezuela no había un partido de vanguardia de la Revolución, ese partido había que construirlo. El proyecto OR-LS era una organización transitoria que iba a hacer los aportes para el surgimiento de ese partido revolucionario del proletariado. Esa era su esencia”, recordó Piñate, que militó en la Liga, llegando a participar en su dirección nacional hasta que ésta reconoció la llegada del partido que unificaría las fuerzas de la Revolución (PSUV) y al cual se incorporó en 2006.
“Este hombre que está aquí, llamado Nicolás Maduro Moros, se formó de barrio en barrio, de fábrica en fábrica, de calle en calle”, exclamó Maduro durante la juramentación de las Unidades de Batalla Bolívar Chávez en la entidad de Barquisimeto, estado Lara, en marzo de 2013.
En esa ocasión Maduro explicó que luego de pertenecer al Movimiento Ruptura, pasó a militar en la Liga Socialista.
“Me formé con el viejo Fernando Soto Rojas, Jesús Martínez, Oscar Battaglini; admirando la moral y la valentía de Jorge Rodríguez padre, era nuestro ícono”, reconoció entonces el jefe de Estado al recordar sus primeros pasos en la vida política venezolana, cuando apenas era un joven liceísta.
Jorge no fue el primero ni el último asesinado
“La última vez que lo vi le dije que no fuera a la sede de la Liga Socialista. Ese día fue que lo apresaron”, recuerda de manera dolorosa, Esther Macías, compañera de lucha de Jorge Rodríguez. “El día de su desaparición las condiciones de seguridad no eran buenas, pero él se expuso. Cuando confirmaron su detención, sabíamos lo que iba a pasar. Finalmente se conoció la noticia y a mí me tocó ir a la morgue a identificar su cadáver, cargada de dolor, sus testículos quemados, su rostro golpeado. Pero eso no nos debilitó, sino que reafirmó nuestro compromiso y convicciones”, relató Macías.
Se calcula que en la Cuarta República cerca de 10 mil personas, por su posición y actividad política, fueron perseguidos, torturados y asesinados por organismos de seguridad del Estado, según cifras de la Comisión por la Justicia y la Verdad. “Jorge era el líder, carismático, fundamental, que unificaba todas las fuerzas, pero después de su muerte la Liga sufrió una serie de ataques represivos, de persecusión y tortura con mucha fuerza. Todas las sedes del partido fueron allanadas en un solo día. Jorge no fue el primero ni el último asesinado de la Liga Socialista”, refirió el diputado Eduardo Piñate, quien también militó en la organización.
Fuente: Ciudad Ccs/LaIguanaTV/25/07/14
Compilador. William Castillo Pérez“Mataron al hombre, más no su ideal”, podría decirse al recordar el legado que dejó Rodríguez, con tan solo 34 años de edad, en la historia política venezolana de los movimientos de masa y con consciencia social de izquierda.
En el seno de una familia humilde, Rodríguez nació en Carora, estado Lara, el 16 de febrero de 1942, donde desarrolló un activismo político precoz. A los 16 años ya organizaba batidas contra el analfabetismo en el campo y participaba en movimientos estudiantiles que criticaba la exclusión de las mayorías al acceso del progreso que disfrutaban unos pocos en la democracia representativa.
Su militancia lo llevó a Caracas donde se acercó a los partidos revolucionarios de entonces, el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Entonces, Rodríguez cursaba una licenciatura en Educación en la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Sería en esta Casa de Estudios donde el luchador lideraría la expresión popular de las masas estudiantiles que exigían cambios al régimen político y respeto al derecho a la educación, ante los allanamientos ejecutados a la UCV realizados por el Gobierno del presidente socialcristiano, Rafael Caldera.
AÑOS SESENTA COMBATIVOS
A finales de los años 60 la llamada política de pacificación arrojó un saldo de muertes producto de la excesiva represión y uso de la fuerza, tanto policial como bélica, contra los movimientos ilegalizados por el bipartidismo adeco y copeyano.
En 1968, Rodríguez participó en la postura crítica que asumieron en ese entonces los movimientos de izquierda ante las represalias del Gobierno. Visitó y dialogó con miembros de los frentes guerrilleros y participó en la discusión de una serie de exigencias, que desde el MIR, se realizaron para “la verdadera pacificación” del país, en el que se pedía la liberación de presos políticos, el fin de bombardeos aéreos en zonas rurales, la restitución del ejército a sus funciones, la no injerencia de militares estadounidenses en la inteligencia castrense y un conjunto de medidas económicas y políticas que garantizaran la soberanía e independencia del país en el uso de los recursos naturales.
Sin embargo, la Cuarta República respiraba entonces a sus anchas, luego de la entrega total de las riquezas venezolanas a las transnacionales petroleras, así como del pacto entre élites y partidos para repartirse la renta petrolera.
En 1972, Rodríguez sufriría en carne propia la persecución política. Ese año acabó detenido en la cárcel de Maracaibo luego de un juicio militar manipulado por el Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA), tiempo que aprovechó para organizar una huelga de hambre de los presos políticos de la “Democracia” representativa.
EL SOCIALISMO SE CONQUISTA PELEANDO
Un año después al salir de prisión y bajo la consigna “El Socialismo se conquista peleando”, Rodríguez creó, junto a un grupo de entusiastas luchadores sociales y guerrilleros, la Liga Socialista (LS) con Carmelo Laborit, David Nieves, Julio Escalona, Elías Eljuri, Pedro Losada, Marcos Gómez y Fernando Soto Rojas, entre otros.
La Liga planteó la necesidad de combinar las formas de lucha y organización entre una vertiente clandestina, que recurría a la resistencia popular de una lucha armada en decadencia, y otra legal, dedicada a la agitación, la propaganda y la organización de movimientos de masa como la Liga de Mujeres, el Movimiento Estudiantil de Unidad con el Pueblo, el Frente Obrero, la Liga Campesina, los comités de barrios y de amas de casa, entre otros.
“Jorge Rodríguez y el Proyecto OR señalaban que había un vacío político en el país, que no había vanguardia partidista y que la tarea estratégica de primer orden era la lucha por la construcción del partido revolucionario del proletariado; y que la contradicción principal del movimiento revolucionario era entre teoría y práctica (…), la cual era necesario ir construyendo partiendo de una caracterización del país, de una revisión de la historia contemporánea a medida que se participaba en las luchas concretas de las masas”, recordaría en una ocasión Soto Rojas.
El objetivo era congregar a los diversos sectores de izquierda para una cohesión que permitiera crear las condiciones para una nueva fase de la lucha popular que fuera democrática, pacífica y social.
Rodríguez era carismático con las masas, sencillo en su cotidianidad y frontal al enfrentar poder, al cual nunca dejó de caracterizar en su dócil servilismo entren el Gobierno y las cúpulas al imperialismo y la oligarquía continental.
Asimismo, criticó y señaló las carencias del movimiento popular de izquierda influenciados por la reacción, el reformismo y el foquismo-anarquismo que limitaba el desarrollo autónomo del movimiento, apuntaría Soto Rojas.
Es así como la Liga encabezó manifestaciones públicas, asumió las denuncias de desapariciones y asesinatos, y organizó concentraciones como la gran marcha antiimperialista que cruzó gran parte del país. De todo ello, la organización fue ganando representaciones sindicales y centros estudiantiles.
El clímax del movimiento se expresó en las elecciones presidenciales de 1973, cuando propuso la política del voto nulo como expresión rebelde contra la hegemonía de la partidocracia, en las que optuvo 196 mil 918 votos, 4,31% del padrón ante la maquinaria bipartidista.
Este hecho se convierte en un elemento iconográfico para la izquierda. Después de las dificultades, de la guerra o de la sublevación en armas, después del temor al fracaso, el hecho se levantó como un acto referencial capaz de convocar a todos los grupos bajo una nueva estrategia democrática y pacífica para el futuro.
Nicolás, el presidente obrero, ¿legado de la Liga Socialista?
Compañeros de la Liga Socialista no dudan en señalar que si un legado dejó vigente la agrupación fue la conceptualización y creación de un gran movimiento de masas en fábricas, escuelas, universidades y barrios, entre los cuales participó el actual presidente de la República, Nicolás Maduro Moros.
Jorge Rodríguez, así como el resto de los líderes que formaban parte de la dirección de la Liga, decían que la Revolución necesitaba de un pueblo organizado y consciente, razón por la cual la organización tenía su piedra angular en la creación de un movimiento político y de masas que hacía énfasis en la organización de movimientos barriales, de mujeres, estudiantes y de obreros de donde tenían que emerger nuevos liderazgos.
Entonces era común que la militancia política empezara a temprana edad, en los liceos de Caracas, que ya venían experimentando combates y la subsecuente represión gubernamental producto de las luchas reivindicativas del sector, como cuando fueron eliminadas las escuelas técnicas.
Conocidos y compañeros políticos de entonces así lo recuerdan, eran tiempos de “los jóvenes y combativos liceístas” del CERO (Comités de Estudiantes Revolucionarios Organizados), que luego se transformaría en el Movimiento Estudiantil de Unidad con el Pueblo (MEUP), donde Maduro iniciaría su militancia revolucionaria, representando a esta organización en los liceos Luis Manuel Urbaneja Achepohl y José Ávalos.
Entonces, los cuadros de la Liga se dedicaban a realizar actividades de agitación y propaganda, de organización del movimiento estudiantil, de sus reivindicaciones y protestas, hasta de jornadas nacionales como la realizada en rechazo a la designación de Harry Schlaudeman como embajador de Estados Unidos en Venezuela, luego de su vinculación con el golpe contra Salvador Allende en Chile y su participación en Vietnam.
“Sin duda, se podría decir que el legado más vigente de la Organización de Revolucionarios, Liga Socialista, fue la organización de un movimiento de masas en los sectores populares de Caracas que permitiera entrar en una nueva fase para la creación de un partido revolucionario del proletariado. Ese activismo dejó un saldo organizativo y político importante de cuadros, entre los cuales podemos destacar al actual presidente, Nicolás Maduro”, apuntó Francisco Cedeño, quien militó en esta organización.
Lo mismo señaló el diputado por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) Eduardo Piñate, al recordar que la organización se originó contra el foquismo de la lucha armada, derrotada en los años 60, y del reformismo de los partidos de izquierda que apostaban por la vía electoral, pero que en ambos casos sustituían la opinión del pueblo por la de su propia vanguardia.
“El origen de La Liga era que en Venezuela no había un partido de vanguardia de la Revolución, ese partido había que construirlo. El proyecto OR-LS era una organización transitoria que iba a hacer los aportes para el surgimiento de ese partido revolucionario del proletariado. Esa era su esencia”, recordó Piñate, que militó en la Liga, llegando a participar en su dirección nacional hasta que ésta reconoció la llegada del partido que unificaría las fuerzas de la Revolución (PSUV) y al cual se incorporó en 2006.
“Este hombre que está aquí, llamado Nicolás Maduro Moros, se formó de barrio en barrio, de fábrica en fábrica, de calle en calle”, exclamó Maduro durante la juramentación de las Unidades de Batalla Bolívar Chávez en la entidad de Barquisimeto, estado Lara, en marzo de 2013.
En esa ocasión Maduro explicó que luego de pertenecer al Movimiento Ruptura, pasó a militar en la Liga Socialista.
“Me formé con el viejo Fernando Soto Rojas, Jesús Martínez, Oscar Battaglini; admirando la moral y la valentía de Jorge Rodríguez padre, era nuestro ícono”, reconoció entonces el jefe de Estado al recordar sus primeros pasos en la vida política venezolana, cuando apenas era un joven liceísta.
Jorge no fue el primero ni el último asesinado
“La última vez que lo vi le dije que no fuera a la sede de la Liga Socialista. Ese día fue que lo apresaron”, recuerda de manera dolorosa, Esther Macías, compañera de lucha de Jorge Rodríguez. “El día de su desaparición las condiciones de seguridad no eran buenas, pero él se expuso. Cuando confirmaron su detención, sabíamos lo que iba a pasar. Finalmente se conoció la noticia y a mí me tocó ir a la morgue a identificar su cadáver, cargada de dolor, sus testículos quemados, su rostro golpeado. Pero eso no nos debilitó, sino que reafirmó nuestro compromiso y convicciones”, relató Macías.
Se calcula que en la Cuarta República cerca de 10 mil personas, por su posición y actividad política, fueron perseguidos, torturados y asesinados por organismos de seguridad del Estado, según cifras de la Comisión por la Justicia y la Verdad. “Jorge era el líder, carismático, fundamental, que unificaba todas las fuerzas, pero después de su muerte la Liga sufrió una serie de ataques represivos, de persecusión y tortura con mucha fuerza. Todas las sedes del partido fueron allanadas en un solo día. Jorge no fue el primero ni el último asesinado de la Liga Socialista”, refirió el diputado Eduardo Piñate, quien también militó en la organización.
Fuente: Ciudad Ccs/LaIguanaTV/25/07/14
Jorge Rodríguez (padre) se convirtió en una de las víctimas más conocidas de la democracia representativa que encarnaron por 40 años los gobiernos de Acción Democrática y Copei.
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