jueves, 26 de mayo de 2016

Artículo de opinión. La prtetendida "resistencia pacífica", en la dialéctica de la violencia. Por Ricardo Robledo



Óptica Socialista
Opinión
La pretendida "resistencia pacífica", en la dialéctica de la violencia

Algo diferente es la No-violencia que practicó Gandhi, que se enfrentaba a una violencia, en ese caso ejercida por el poder colonial en el universal social de la India que buscaba su independencia.

Cuando una persona define que va a hacer “resistencia pacífica” es porque anuncia apenas una de sus opciones; es decir, también tiene en su mente la violencia, o la ha ejercido. Si alguien dijera que va a hacer oposición, lo normal es que no le tenga que poner adjetivos por que la sola esencia de su pensamiento lo lleva a asumir una posición social. Igual ocurrió con la “seguridad democrática” a la que no era necesario ponerle calificativos semánticos. En un sentido extremo esta nueva salida política puede tomarse como una advertencia o amenaza al país o a parte de su población.

Algo diferente es la No-violencia que practicó Gandhi, que se enfrentaba a una violencia, en ese caso ejercida por el poder colonial en el universal social de la India que buscaba su independencia.

En el anuncio de la “resistencia pacífica” en Colombia, sus impulsores no se enfrentan a una resistencia “no pacífica” social, a no ser la que exista en el universo de su posición frente al país, la particularidad de su grupo político o de la atormentada conciencia de sus individuos y su egolatría.

Las anteriores son apenas reflexiones a las que lleva el pensar en la unidad de contrarios y de la cadena de la acción y reacción.

Cuando se presenta un crimen, se habla de víctimas, victimarios y de los beneficiados con el delito. Pero, en nuestro país, los victimarios se muestran como víctimas, tratando de glorificar su tenebrosa trayectoria y responsabilidad en los crímenes de lesa humanidad.

Tal vez los mueva el dolor de haber sido utilizados y traicionados por una oligarquía astuta, que ha sabido sacudirse de toda responsabilidad en el terrorismo de estado. Los sectores emergentes, hoy en “resistencia pacífica”, creyeron que la clase dominante colombiana iba a abrirles las estructuras de poder para compartir con ellos el control del gobierno de rancia trayectoria de abolengo, hereditario cual realeza.

El proceso de paz conmina a los responsables de crímenes de estado a reconocer sus delitos y a pedir perdón a la sociedad colombiana. Algo que el pragmatismo político no les deja aceptar puesto que no piensan cargar solos con tan deshonrosa responsabilidad; involucrar a los otros, a los beneficiarios, sería encadenar las fechorías y perfeccionar las acusaciones de la ley.

Muy bueno que estos sectores poderosos se declaren en “resistencia pacífica”, pero atentados como el sufrido por Imelda Daza Cotes, candidata a la gobernación del César; por la UP, abre las dudas. Puesto el asaltante ante la autoridad, reconoce que su acción tenía como motivación el robo; ladrones que en lugar de ser cautelosos, llegan dando bala para apoderarse del botín -algo que no se veía desde las historias de  los ataques del viejo oeste, como lo ha escenificado Hollywood-. Ahí si vale decir: “cuénteme una de vaqueros”, tal como se habla popularmente para ridiculizar un relato poco creíble. Sobre todo si se considera que en las sedes sindicales no se guardan jugosos botines.

Lo extraño es que no se ofreció recompensa por los asaltantes que quedaron grabados en las cámaras de seguridad. Cualquier persona, sin ser especialista en investigaciones, esperaría que de los atacantes se tengan los nombres, sitios de residencia, para quién trabaja, quiénes son sus amigos, sus trayectorias. Las solicitudes para que se profundice en la investigación, darán resultados tan contundentes, como los obtenidos con la muerte de Jaime Pardo Leal y demás luchadores populares.

Los ingenuos, inexpertos e inofensivos atacantes, se enfrentaron a tiros con los escoltas, logrando herir al menos a uno, para luego huir en una moto. ¿No ha sido este el proceder de los sicarios?

Es de esperar que las negociaciones en la Habana, conduzcan realmente a modernizar las estructuras sociopolíticas del país, para saldar la secular deuda humanitaria y para la consolidación de Suramérica como territorio de paz. Como escribe Renán Vega Cantor en la dedicatoria de su informe sobre “El conflicto social y rebelión armada en Colombia”: “…con la esperanza de que puedan vivir en un país decente, en el que no se mate a nadie por pensar, defender sus derechos y luchar por construir una sociedad justa.”

Por: Ricardo Robledo


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