Óptica
Socialista
Opinión
Hablar de la triada de la comunicación, cultura y educación comporta una
complejidad en la que es necesario estudiar cada una por separado pero
comprenderla en su integridad y unidad, pues se derivan en cada una,
procesos autónomos e intencionales y entre ellas procesos vinculantes,
deliberativos e incluyentes que se produce en la interrelación e
interacción de los seres humanos que comparten espacios concretos de la
vida cotidiana, institucional y mas allá de las fronteras de estas, la
vida nacional, regional y mundial.
La visión fragmentada desarrollada por la modernidad en la búsqueda de
conocer cómo funcionaban las cosas y cómo estas deberían dar cuenta a
objetivos económicos y de índole laboral, hizo que se desarrollará el
pensamiento enfocado a un solo objeto de estudio o a un solo problema de
investigación donde el ser humano fue cosificado en función de esto,
reduciéndose a objeto y negado en su ser y quehacer complejo como seres
en unicidad, poseedores de una impronta cultural, de un lenguaje y de
formas de enseñanzas y aprendizajes propios y productores de saberes y
bienes espirituales y materiales.
Las instituciones públicas y privadas de la modernidad como los
partidos, las instituciones públicas, las empresas privadas, las
universidades, los medios de difusión, fueron agentes reproductores de
un discurso donde el ser humano era asumido cumpliendo roles: el
político se dirigía a votantes, la publicidad hablaba a consumidores, la
religión a los creyentes, la escuela a los "alumnos". Nos separaron en
tareas y eso responde a un interés político de estas instancias para
fragmentarnos y dividirnos y así mantenernos dominados y controlados.
Esto se profundizo con el desarrollo de conglomerados económicos y
financieros conocido como multinacionales y transnacionales que dieron
nacimiento a la globalización del mercado, no sin antes imponer el
neoliberalismo como forma política de las naciones y en la que nos
constituyeron y nos objetivizaron como consumidores potenciales y
reales. Es decir, nos alienaron para hacernos sentir esclavos felices,
disminuyendo en nosotros capacidades amorosas, solidarias y de respeto y
admiración de unos por otros.
Pero esto ocurrió sobre todo en quienes tenían acceso a la educación y a
la comunicación. La denominada clase media con su "cultura mayamera"
produjeron la generación ta`barato dame dos.
Los que estaban al margen de esto mantuvieron formas de vida menos
contaminadas con los dictámenes de la economía neoliberal y no fueron
presa fácil del mercado consumidor y consumista. Otros carentes del
poder adquisitivo para la compra de cuanto producto saliese al mercado
aunque fuera inútil fueron "desechados" por el sistema neoliberal, no
obstante, al tener acceso a los medios de difusión desarrollaron,
gracias a las agencias de publicidad y sus manipuladores mensajes, los
deseos y necesidades sentidas de poseer y obtener esos productos y
servicios, revestidos como principios y derecho de la libertad de compra
entronizada por el mercado.
Lo expuesto anteriormente nos lleva a re/flexionar (volver a lo que
pasó) y a la búsqueda de una praxis libertaria (acción política que
revierta esos procesos colonizadores) si queremos realmente remontarnos
en los objetivos históricos del Plan de la Patria y donde la triada
comunicación, cultura y educación deben ser estudiadas desde el quehacer
de las instituciones que representan. No es posible colocar "vino nuevo
en odres viejos" pues termina dañando lo nuevo, lo inédito, lo bueno,
lo verdadero, lo bello, lo originario. Y lo vivimos con la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela donde no se hizo un esfuerzo
para crear esa nueva institucionalidad que apostaba por ser expresión
del poder popular, del poder constituyente desde sus necesidades,
intereses y expectativas como pueblo consciente y organizado y
profundamente alineado con lo mejor de su identidad histórica y
principios y valores ancestrales y bolivarianos.
Aspirar consolidar los saberes y las prácticas sociopolíticas a que
remite el Plan de la Patria exige primero deconstruir la cultura
mayamera y neoliberal inoculada en los pasados contextos históricos. Dos
culturas, dos visiones de vida en una dialéctica permanente,
enfrentadas por ser antagónicas y un pueblo con sus propias
contradicciones en su sentir, pensar y actuar. Nadie queda fuera de esta
realidad cultural.
Veamos algunos atributos de la cultura. En su Dimensión espacial cognitiva la
cultura es una fenómeno caracterizado por la complejidad que entrama
conocimiento y saberes basados en experiencias y creencias; que integra y
homogeneiza y la hace totalizante por lo que no es perceptible para
quien esta inmerso en ella sino desde el otro o bajo la auto-observación
propia del científico social que le permita relacionarla e
interpretarlas. La cultura como la manifestación de lo real, simbólico e
imaginario de un grupo o colectivo. En su Dimensión simbólica y psicoanalítica,
la cultura es el cultivo de valores con significado y significantes
para un grupo humano desde sus realidades reales y sentidas. Es el
conjunto de conocimientos, sentimientos, representaciones, imaginarios,
valores, costumbres, tradiciones, actitudes, comportamientos de grupos
de humanos con relación a la historia y lo geopolítico. En su Dimensión histórica y antropológica la
cultura como la producción propia del ser humano en un momento dado de
la historia, en la que construye modelo de valores y comportamientos
históricos, bajo la existencia y conducción de guías y líderes que
muestran una forma de un quehacer y que corresponde a sus contextos. Por
lo que se constituyen en estructuras cognitivas y psicológicas que se
expresan en formas y estilos de vida. Es el resultado de las
interrelaciones e interacciones humanas en el medio donde aprende,
enseña y viven. Y en su Dimensión social y comunitaria, la
cultura remite a la herencia social de su adaptación/adecuación a la
realidad. Es la suma de los recursos y bienes acumulados, materiales y
espirituales que se hereda pero que permite su transformación, aumento y
transmisión. Todo esto mediado por los símbolos y la lengua y por tanto
por la comunicación oral, escrita, gestual, entre otros, y se da
gracias a procesos de socialización y concienciación deliberativos o no.
La cultura entonces en sus dimensiones espacial cognitiva, simbólica y
psicoanalítica, histórica y antropológica y social y comunitaria se
presentan como el espacio vital donde el hombre y la mujer en sus
diversos ciclos de vida se hacen, se construyen uno con el otro o se
alienan y se hacen un ser para otros. Ya sea para alinear o alienar
cobra sentido los procesos de comunicación y educación como campos
fundamentales en la construcción del ser y quehacer humano o por el
contrario deshumanizador. El capitalismo lo ha entendido muy bien y hace
de la educación en todos los niveles y de la comunicación masiva
instrumento para producir deshumanización, fragmentación y alienación en
sus necesidades, intereses y expectativas que degrada la naturaleza
humana y la hace depredadora tanto de sí mismo como de lo que le rodea,
bajo la figura del consumidor sin límites, del antropófago, siendo la
madre tierra la principal víctima de todo esto.
De allí la importancia de la direccionalidad y significación necesaria
que se plantean en las políticas de comunicación, cultura y educación
sobre todo cuando hay un itinerario por recorrer, unos objetivos y metas
por alcanzar y por andar como son los objetivos históricos, los cuales
deben ser asumidas de modo mancomunado por las instituciones del Estado,
no pueden ser asumidas cada una por su lado, bajo las mezquindades y
arbitrariedades propias de muchas personas que laboran en estos espacios
en todos los niveles. Se trata de construir desde dentro de nuestras
instituciones los objetivos históricos que no le pertenecen a un solo
sector de la vida pública sino que incluye a todos.
A continuación presento una relación de acciones posibles en miras a los
objetivos históricos del Plan Patria que den cuenta a encontrarnos para
crear sentidos de sentipensar y actuar desde nosotros y para nosotros.
Los objetivos históricos del Plan de la Patria comienzan a realizarse
desde el momento que lo concebimos posibles, sentidos, valorados y
propios. Los ministerios del Poder Popular en materia de educación, de
cultura y comunicación deben dar aportes significativos. De no hacerlo
quedarían como letra muerta y más aún cuando se le ha dado status de
ley, donde la experiencia nos dice que puede quedar como un saludo a la
bandera. Si realmente queremos revolucionar las conciencias debemos
unirnos para producir comunicación y educación que desarrolle una
cultura cónsona con la utopía realizable contenida en los objetivos
históricos, que no son más que la fuerza creadora de un proceso que vino
para quedarse y convertirla en potencia y fuerza creadora, liberadora y
transformadora para los pueblos y ciudadanos del mundo.
Por. Alice Socorro Peña M.
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