lunes, 9 de febrero de 2015

Comunicación, cultura y educación en miras a los objetivos históricos del Plan de la Patria

Óptica Socialista
Opinión

Hablar de la triada de la comunicación, cultura y educación comporta una complejidad en la que es necesario estudiar cada una por separado pero comprenderla en su integridad y unidad, pues se derivan en cada una, procesos autónomos e intencionales y entre ellas procesos vinculantes, deliberativos e incluyentes que se produce en la interrelación e interacción de los seres humanos que comparten espacios concretos de la vida cotidiana, institucional y mas allá de las fronteras de estas, la vida nacional, regional y mundial.
La visión fragmentada desarrollada por la modernidad en la búsqueda de conocer cómo funcionaban las cosas y cómo estas deberían dar cuenta a objetivos económicos y de índole laboral, hizo que se desarrollará el pensamiento enfocado a un solo objeto de estudio o a un solo problema de investigación donde el ser humano fue cosificado en función de esto, reduciéndose a objeto y negado en su ser y quehacer complejo como seres en unicidad, poseedores de una impronta cultural, de un lenguaje y de formas de enseñanzas y aprendizajes propios y productores de saberes y bienes espirituales y materiales.
Las instituciones públicas y privadas de la modernidad como los partidos, las instituciones públicas, las empresas privadas, las universidades, los medios de difusión, fueron agentes reproductores de un discurso donde el ser humano era asumido cumpliendo roles: el político se dirigía a votantes, la publicidad hablaba a consumidores, la religión a los creyentes, la escuela a los "alumnos". Nos separaron en tareas y eso responde a un interés político de estas instancias para fragmentarnos y dividirnos y así mantenernos dominados y controlados.
Esto se profundizo con el desarrollo de conglomerados económicos y financieros conocido como multinacionales y transnacionales que dieron nacimiento a la globalización del mercado, no sin antes imponer el neoliberalismo como forma política de las naciones y en la que nos constituyeron y nos objetivizaron como consumidores potenciales y reales. Es decir, nos alienaron para hacernos sentir esclavos felices, disminuyendo en nosotros capacidades amorosas, solidarias y de respeto y admiración de unos por otros.
Pero esto ocurrió sobre todo en quienes tenían acceso a la educación y a la comunicación. La denominada clase media con su "cultura mayamera" produjeron la generación ta`barato dame dos.
Los que estaban al margen de esto mantuvieron formas de vida menos contaminadas con los dictámenes de la economía neoliberal y no fueron presa fácil del mercado consumidor y consumista. Otros carentes del poder adquisitivo para la compra de cuanto producto saliese al mercado aunque fuera inútil fueron "desechados" por el sistema neoliberal, no obstante, al tener acceso a los medios de difusión desarrollaron, gracias a las agencias de publicidad y sus manipuladores mensajes, los deseos y necesidades sentidas de poseer y obtener esos productos y servicios, revestidos como principios y derecho de la libertad de compra entronizada por el mercado.
Lo expuesto anteriormente nos lleva a re/flexionar (volver a lo que pasó) y a la búsqueda de una praxis libertaria (acción política que revierta esos procesos colonizadores) si queremos realmente remontarnos en los objetivos históricos del Plan de la Patria y donde la triada comunicación, cultura y educación deben ser estudiadas desde el quehacer de las instituciones que representan. No es posible colocar "vino nuevo en odres viejos" pues termina dañando lo nuevo, lo inédito, lo bueno, lo verdadero, lo bello, lo originario. Y lo vivimos con la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela donde no se hizo un esfuerzo para crear esa nueva institucionalidad que apostaba por ser expresión del poder popular, del poder constituyente desde sus necesidades, intereses y expectativas como pueblo consciente y organizado y profundamente alineado con lo mejor de su identidad histórica y principios y valores ancestrales y bolivarianos.
Aspirar consolidar los saberes y las prácticas sociopolíticas a que remite el Plan de la Patria exige primero deconstruir la cultura mayamera y neoliberal inoculada en los pasados contextos históricos. Dos culturas, dos visiones de vida en una dialéctica permanente, enfrentadas por ser antagónicas y un pueblo con sus propias contradicciones en su sentir, pensar y actuar. Nadie queda fuera de esta realidad cultural.
Veamos algunos atributos de la cultura. En su Dimensión espacial cognitiva la cultura es una fenómeno caracterizado por la complejidad que entrama conocimiento y saberes basados en experiencias y creencias; que integra y homogeneiza y la hace totalizante por lo que no es perceptible para quien esta inmerso en ella sino desde el otro o bajo la auto-observación propia del científico social que le permita relacionarla e interpretarlas. La cultura como la manifestación de lo real, simbólico e imaginario de un grupo o colectivo. En su Dimensión simbólica y psicoanalítica, la cultura es el cultivo de valores con significado y significantes para un grupo humano desde sus realidades reales y sentidas. Es el conjunto de conocimientos, sentimientos, representaciones, imaginarios, valores, costumbres, tradiciones, actitudes, comportamientos de grupos de humanos con relación a la historia y lo geopolítico. En su Dimensión histórica y antropológica la cultura como la producción propia del ser humano en un momento dado de la historia, en la que construye modelo de valores y comportamientos históricos, bajo la existencia y conducción de guías y líderes que muestran una forma de un quehacer y que corresponde a sus contextos. Por lo que se constituyen en estructuras cognitivas y psicológicas que se expresan en formas y estilos de vida. Es el resultado de las interrelaciones e interacciones humanas en el medio donde aprende, enseña y viven. Y en su Dimensión social y comunitaria, la cultura remite a la herencia social de su adaptación/adecuación a la realidad. Es la suma de los recursos y bienes acumulados, materiales y espirituales que se hereda pero que permite su transformación, aumento y transmisión. Todo esto mediado por los símbolos y la lengua y por tanto por la comunicación oral, escrita, gestual, entre otros, y se da gracias a procesos de socialización y concienciación deliberativos o no.
La cultura entonces en sus dimensiones espacial cognitiva, simbólica y psicoanalítica, histórica y antropológica y social y comunitaria se presentan como el espacio vital donde el hombre y la mujer en sus diversos ciclos de vida se hacen, se construyen uno con el otro o se alienan y se hacen un ser para otros. Ya sea para alinear o alienar cobra sentido los procesos de comunicación y educación como campos fundamentales en la construcción del ser y quehacer humano o por el contrario deshumanizador. El capitalismo lo ha entendido muy bien y hace de la educación en todos los niveles y de la comunicación masiva instrumento para producir deshumanización, fragmentación y alienación en sus necesidades, intereses y expectativas que degrada la naturaleza humana y la hace depredadora tanto de sí mismo como de lo que le rodea, bajo la figura del consumidor sin límites, del antropófago, siendo la madre tierra la principal víctima de todo esto.
De allí la importancia de la direccionalidad y significación necesaria que se plantean en las políticas de comunicación, cultura y educación sobre todo cuando hay un itinerario por recorrer, unos objetivos y metas por alcanzar y por andar como son los objetivos históricos, los cuales deben ser asumidas de modo mancomunado por las instituciones del Estado, no pueden ser asumidas cada una por su lado, bajo las mezquindades y arbitrariedades propias de muchas personas que laboran en estos espacios en todos los niveles. Se trata de construir desde dentro de nuestras instituciones los objetivos históricos que no le pertenecen a un solo sector de la vida pública sino que incluye a todos.
A continuación presento una relación de acciones posibles en miras a los objetivos históricos del Plan Patria que den cuenta a encontrarnos para crear sentidos de sentipensar y actuar desde nosotros y para nosotros.
Los objetivos históricos del Plan de la Patria comienzan a realizarse desde el momento que lo concebimos posibles, sentidos, valorados y propios. Los ministerios del Poder Popular en materia de educación, de cultura y comunicación deben dar aportes significativos. De no hacerlo quedarían como letra muerta y más aún cuando se le ha dado status de ley, donde la experiencia nos dice que puede quedar como un saludo a la bandera. Si realmente queremos revolucionar las conciencias debemos unirnos para producir comunicación y educación que desarrolle una cultura cónsona con la utopía realizable contenida en los objetivos históricos, que no son más que la fuerza creadora de un proceso que vino para quedarse y convertirla en potencia y fuerza creadora, liberadora y transformadora para los pueblos y ciudadanos del mundo.

Por. Alice Socorro Peña M.

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