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Óptica socialista
Opinión
Escarlatina Rojas Bermellón ha sido una persistente piedra en nuestro
zapato. La vimos trepar durante los años, con esa habilidad adeca de ocupar
espacios a codazos, intrigas y zancadillas. En la medida que trepaba iba
sembrando cómplices que a su vez sembraban cómplices, todos perfectamente
uniformados de rojo perfecto, todos cerrando puertas, blindando sus pequeñas
parcelas a prueba de poder popular.
Escarlatina no es nadie en particular, es una mala hierba que crece
donde huela a poder. Es el cinismo, es la invocación del nombre de Chávez en
vano, es la vileza de haber profundizado su marcha inescrupulosa, calculando el
fin de la revolución, mientras Chávez luchaba más allá del dolor, más allá de
su propia vida, para defenderla.
¡Y va a caer, y va a caer…! -Cantaba llenando su cartera con fondos
públicos, extorsionando, vendiendo permisos imposibles, cerrando sus ojos cómplices
ante el sabotaje de esa misma derecha que ella ataca vociferante cada vez que
le toca dar un discurso. Y va a caer… y no cayó. Escarlatina guardó, otra vez,
su vestuario amarillo, o blanco, o verde, porque tiene franelas de todos
colores, para todas las ocasiones. Y es que a Escarlatina no sabe de colores,
ni de izquierdas y derechas, ella solo sabe estar siempre allí, “donde haiga”.
Si siguen los rojos, pues, ¡qué viva Chávez, y qué caraj!
Llegan las municipales y la encontramos, otra vez, aferrada a su
podercito con uñas acrílicas de rojo escarchado y dientes. Escarlatina se
multiplica en cada municipio como una epidemia, con distintos nombres,
distintas caras pero el mismo gesto, la misma mirada esquiva, traidora, que
nunca pudo ver a Chávez a los ojos, no por vergüenza, sino por terror. Ahí está
Escarlatina otra vez haciendo lo que hace: manipulando encuestas, llamando a
contactos, ofreciendo a mano suelta lo que no es suyo, disponiendo de las
Misiones, repartiendo adecamente becas, neveras, o futuras casas, a quienes
bailen al son que ella toca. Batiendo su enjoyado dedo acusador en la cara de
quien ose enfrentarla, señalándolo como el enemigo, vetándolo, como si para
hacer revolución uno necesitara su permiso.
Escarlatina no cede, anula liderazgos populares porque conoce cada
vericueto por donde colarse, conoce dónde minar el camino de las aspiraciones
del pueblo chavista.
Preocupa, especialmente ahora, que siga vivita y coleando, extendiendo
sus raíces de hierba mala, marchitando sueños, sembrando desencantos con
desafiante descaro. Preocupa que el pueblo la ha combatiendo hasta el
cansancio, alzando la voz por encima de las murallas del silencio... y oídos
sordos, no pasa nada. Escarlatina permanece y, entonces, en nombre de la
disciplina, le piden al pueblo chavista que vote por su propio verdugo.
Es tiempo de que esta historia tenga un final feliz.
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