Óptica Socialista
Opinión
China gritó. Y soltó nada menos que con una amenaza de
represalia militar contra los Estados Unidos. Es raro que China grite.
Su estilo de comunicación diplomática no apela a la grandilocuencia. Al
revés de los Estados Unidos, o incluso de Rusia y Francia, China anota y
actúa pero no vocifera.
"Tillerson haría bien en ponerse al día en estrategias
nucleares si quiere que una potencia nuclear se retire de sus propios
territorios", dijo el diario Global Times sobre declaraciones de Rex
Tillerson, el secretario de Estado que asumirá el viernes 20 de enero
junto con Donald Trump.
El Global Times depende del Diario del Pueblo, órgano
oficial del Partido Comunista Chino desde 1949, el año de la revolución
encabezada por Mao Zedong. En China el partido es la instancia superior
de conducción del Estado, por encima del propio gobierno y del Ejército.
O sea que el PCCh quiso dar un signo de fortaleza antes de que comience
la Era Trump.
El conflicto es antiguo. El reclamo chino incluye
alrededor de tres millones de kilómetros cuadrados de aguas del Mar
Meridional o Mar de la China, arrecifes, rocas, atolones, cayos e
islotes. Se trata de una superficie mayor en un tercio a la del
Mediterráneo donde históricamente se produjo el intercambio cultural y
comercial entre China, Vietnam, Tailandia, Filipinas e incluso la India.
China invoca el derecho de que el país dueño de una isla
dispone de los 370 kilómetros de aguas circundantes y de los recursos
que pueda haber en ellas y en el fondo del mar. Hay más de 200 islas
naturales, a las que China suma islas artificiales.
Según China sus derechos están consagrados desde cuando
las islas Paracel y Spratly eran consideradas parte de su territorio.
Desde 2012 las define como un componente de sus “intereses nacionales
esenciales”.
Vietnam suele replicar que China solo comenzó a reclamar
las islas en la década de 1940 y que los vietnamitas gobernaban la zona
ya en el siglo XVII. Filipinas argumenta su proximidad geográfica, y lo
mismo Malasia y Brunei.
Del otro lado los Estados Unidos patrullan el Océano Pacífico porque argumentan que así garantizan el tránsito marítimo.
Un conflicto más es el que enfrenta a Japón y China por el
derecho de posesión de las islas Diaoyu/Senkakus. En 1894 ya los dos
países libraron una guerra.
La zona es una de las más activas del mundo en términos
comerciales. Además, las empresas petroleras de China, Vietnam,
Filipinas y los Estados Unidos se esperanzan con la chance de extraer 11
billones de barriles de petróleo y 190 trillones de pies cúbicos de
gas.
Tillerson sabe algo del tema energético. Viene de ser el
CEO de Exxon Mobil y se retiró de la compañía para ir al Departamento de
Estado con un premio de 180 millones de dólares. El último jueves, ya
con el vocabulario de quien quiere plantarse como el jefe duro de la
diplomacia estadounidense, dijo que su país “debe dar señales de que,
primero, China no puede construir mías islas artificiales y, segundo,
que será privada del acceso a esas islas”. En lo aparece como una
contradicción dentro del futuro equipo, el almirante James Mattis,
nominado por Trump para Defensa, fue más cauto y dijo que el problema es
difícil porque “aguas internacionales son aguas internacionales”.
Bonnie Glaser, del Centro para Estudios Estratégicos
Internacionales, advirtió que la línea argumental de Tillerson llevaría a
la necesidad de dispararles a aviones chinos por parte de los
destructores norteamericanos que eventualmente bloqueen algunas de las
islas.
Mientras tanto, cada jugador mueve sus fichas. Vietnam fue
el último país que visitó John Kerry, todavía secretario de Estado de
Barack Obama. Y China fue el destino de la última visita del jefe del
Partido Comunista de Vietnam, Nguyen Phu Trong, que se encontró en
Beijing con su colega Xi Jinping.
Trong dijo que mejorar la relación con China es prioridad vietnamita.
Xi calificó de estratégico el lazo con Vietnam.
Los dos se comprometieron a dialogar pacíficamente para resolver las disputas marítimas. “Como hermanos”, dijeron.
Y todo fue publicado, por supuesto, en el Global Times.
Buena lectura diaria para argentinos y latinoamericanos que sueñan con
el efecto mágico de las alineaciones internacionales y el mundo simple
donde, creen ellos, grita uno solo.
Martin Granovski
Tomado de Telesur
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