Òptica Socialista
Opiniòn
Algunos creen que se debe hablar en “tono alto” sobre
Venezuela cuando no se corre riesgo de quedar “pegado” a los estigmas
que reptan contra la Revolución por todas partes. Algunos profesan
“audacias revolucionarias” cronometradas con el reloj subjetivo de sus
conveniencias administradas. Algunos se sienten dueños de una
sensibilidad superior desde donde dictaminan cuándo queda bien, cuándo
conviene, cuándo es oportuno prodigarse en loas y cuándo es mejor
quedarse calladitos porque “la mano viene dura”. Sin dejar de estirar la
propia mano.
No pocos le reclaman a Venezuela, desde santuarios con
sedicente autoridad, qué debe hacerse en tal o cual circunstancia; qué
debe decirse y en qué ocasión; qué medidas hay que asumir para resolver
qué desafíos. Se las saben todas mientras en sus localidades no
organizan ni una piñata. No pocos se vuelven “asesores”, “catedráticos” o
“diplomáticos” para explicarle a la Revolución Socialista de Venezuela
qué rumbos le conviene tomar, qué políticas debe impulsar o qué
inversiones debe hacer. Mientras en casa brilla por su ausencia
semejante genialidad asesora.
Pero lo más perturbador no es el desfile de los “asesores”
y los “sabelotodo”, lo más desconcertante es el silencio de muchos de
ellos cuando más falta hace que abran la garganta y clamen en defensa de
la Revolución de Venezuela. No pocos declaran a “sotto voce”que “no es
momento”, que se deben bajar los “decibeles”, que mencionar a la
Revolución Venezolana espanta votos, asusta al pequeño burgués y nos
deja “pegados” con el “chavismo. También en la “izquierda” hay
prejuicios “pequebu”.
Algunos son expertos en confundir la táctica con los
principios. Creen que se hacen un gran favor si se muestran, cautelosos y
reservados, como aves que cruzan el pantano sin manchar sus inmaculadas
alas militantes. Dicen que “hay que bajar un cambio”, desacelerar el
discurso, morigerar las proclamas y suavizar las pasiones. Algunos de
esos militantes han sido testigos y beneficiarios de las no pocas ayudas
que Venezuela revolucionaria ha impartido a los cuatro vientos (no
pocas de ellas decisivas para la sobrevivencia de millones de personas) y
muchos han sido protagonistas o responsables de articular una variedad
enorme de iniciativas en las que la balanza de los beneficios ha tenido
inclinaciones exógenas antes que endógenas para la Revolución. De ellos
también han salido vocecitas (que antes fueron vozarrones) diciendo “hay
que ser cuidadosos” ahora porque Venezuela nos deja “pegados”. “Ahorita
necesitamos votos”.
No es falso que los dispositivos de Guerra Económica e
Ideológica (y su red mundial de “medios”) se ha encargado de infestar el
planeta con prejuicios de todo tipo contra la Revolución Venezolana y
especialmente contra el presidente Nicolás Maduro. No es falso que ha
sido una ofensiva intensiva y prolongada y que han logrado estratificar
los prejuicios en sectores muy diversos, incluidos los de cierta
izquierda oportunista y reformista. Es verdad que no pocos sectores del
“electorado”, (de los votantes) ha sido saturado con modelos de
“plus-mentiras” en la andanada de “Fake-News” que la burguesía
internacional desató para destruir a la Revolución Venezolana; y es
verdad que ha surtido efecto repelente, en no pocas cabezas, el sólo
hecho de mencionar a Maduro o a Venezuela. Algunos temen, incluso, que
los despidan de sus trabajos o de sus círculos cercanos, por mostrar
alguna simpatía “chavista”. ¿Y entonces qué? ¿Nos quedamos mudos?
También es cierto que desde algunos frentes activistas, en
colectivo o individualmente, se desarrollan posiciones criticas
relacionadas con una parte (o con el todo) de la Revolución, y es verdad
que al fragor de la metralla que ataca a la Revolución no es mucho el
tiempo, el interés o la concentración para agotar el debate y sacarle el
mejor jugo proactivo a las muchas criticas inteligentes que realmente
contribuyen a perfeccionar y completar la Revolución. Pero en ese
escenario de cuelan muchas pedanterías y patanerías (¿hace falta ponerle
nombre?) que una vez fueron “solidarias”, que creyeron llevar a
Venezuela el maná de su sapiencia y nunca fueron suficientemente
venerados. Ahora despotrican y azuzan la inconveniencia de apoyar a la
Revolución Venezolana porque los estigmas se contagian. Recomiendan
“bajar la voz”. Salen en la tele y publican sesudos tratados.
Hasta el más amateur de los pugilistas sabe que donde
duele hay que golpear más. Estamos en una Guerra Económica e Ideológica,
contra nuestros pueblos, y cualquier acción certera que nos permita
avanzar será necesario repetirla con creatividad y energía crecientes.
La asimetría mediática, y todas las derrotas que hemos tenido en esa
materia específica, no nos ha permitido elaborar la autocritica
necesaria (y suficiente) para producir un programa de unidad
comunicacional, internacionalista, donde las tareas no dependan de lo
que digan los gobiernos ni las burocracias porque, en materia de
revolución de la Comunicación, hay una diferencia política sustancial
entre lo Público y el Estado.
En esas condiciones no es el silencio, ni el “medio tono”,
ni la “discreción” discursiva… lo que nos permitirá afianzar las tareas
de comunicación revolucionaria; lo que nos permitirá expandir las
fronteras de las ideas revolucionarias o ganar adeptos. No es con
devaneos convenencieros de coyuntura con lo que resolveremos las
debilidades (o los errores) que en materia de comunicación venimos
acarreando y no será con “censura progre” con lo que “ganaremos votos”,
por más “políticamente correcto” que parezca callarse para quedar bien
con las cúpulas inmaculadas. Más papistas que el Papa.
Lo peor es silenciar las Revoluciones porque es lo que
ansía la burguesía. Silenciar revolucionarios con toda clase de
superchería oportunista o, mejor dicho, charlatanería de “sabihondos”.
Hay que desconfiar sistemáticamente de todo termómetro oportunista que
nos obligue unilateralmente a “bajar el tono” con el argumento de que
“ahorita no nos conviene”. Tales decisiones tácticas y estratégicas sólo
competen a los pueblos, a la base trabajadora, organizados en la lucha
con un programa Revolucionario. Como es el caso de Venezuela y de su
Asamblea Nacional Constituyente, Anti-imperialista y Revolucionaria, que
lejos de apetecer silencios, o mojigatería de discursos, necesita hoy
del clamor mundial y de la solidaridad internacional a todo pulmón. A
toda creatividad, a todo humor y a toda frescura. Que no nos gane el
silencio.
Fernando Pèrez Abad
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