ÓPTICA SOCIALISTA
Internacionales
Ciego de Ávila, sin ganas de llorar
7 JUNIO 2012
Lo primero es el asombro. Los ojos abiertos de quienes recorren sus calles, todavía dudosos de que sea la misma que a penas unos años atrás olía a pueblo viejo y oxidado.
Luego, la certeza, esa que llega no solo con la arquitectura renovada que sorprende al paso, o el orgullo de los caminantes que incitan a redescubrir sus espacios y esencias.
Sino la que se respira, se deja ver por si sola y provoca a los viajeros, por último, el deseo de entender, de llegar al cómo para acariciar mejor lo que ofrece, gustosa, la ciudad.
Es entonces cuando, de pronto, una descubre que Ciego de Ávila más que la tierra de la piña, la capital de la locución cubana, la ciudad de los portales o la guarida de Tigres campeones, es también un lugar donde usted puede elegir.
Puede, por ejemplo, decir: esta noche saldré a cenar fuera, con la seguridad de que la calidad de la atención no implicará la presencia de esa otra moneda, la convertible, o volver del mercado sin ganas de llorar, como dice Sabina en una de sus canciones.
Pues, aunque los precios siempre provocan pucheros, aquí se parecen más al cubano de a pie y la variedad de ofertas en lugares de venta como Frutávila, Por la vida, mercado especializado en vegetales, o la Feria de los domingos muestra que, aunque la deuda con el campo no está saldada, al menos, los resultados del trabajo van más allá de planes de producción vistos desde un papel, o notas informativas.
Tal vez por ello, vengan de lejos los incrédulos, los que una vez en casa ya no pierden las señas del regreso y claro está, los oportunistas, los que encontraron una vía de sacarle provecho y echan raíces que como el árbol encantado de Meñique, a pesar de ser cortadas vuelven a crecer.
Pero como mismo Meñique no perdió nunca la capacidad de asombro que lo llevó al éxito, Ciego de Ávila tampoco pierde las señas de un camino que todavía sin ser perfecto, ya está trazado y de seguro, apunta hacia un futuro mejor.
Fuente: Cubadebate Por: Zuzel Santana Echemendía
Compilador. William Castillo Pérez