miércoles, 10 de enero de 2018

Artículo de opinión. La brutalización de Israel: Ley de hierro del colonialismo. Por Luis E. Sabino Fernández

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Óptica Socialista
Opinión

El Estado de Israel se encuentra en un proceso de brutalización
progresiva y en expansión.

Muchos analistas han observado 1967, cuando el estado sionista decide
ocupar el resto de la Palestina histórica que no había deglutido en
1948, como momento clave, de inflexión en  el proceso de despojo del
territorio palestino, cuando el ejército de “Defensa” israelí pasa a
ser el de ocupación. Un momento en el que Israel, la ocupación, el
ejército, pasan a tener un papel mucho más asfixiante y abusivo, por
tratarse sencillamente de una ocupación militar. Pero semejante
agravamiento puede ser entendido únicamente si tenemos en cuenta que
la verdadera ocupación empezó, al menos formalmente, en 1948 y que la
población palestina fue desde entonces despojada,[1] a través de la
expulsión de cientos de miles de habitantes, el asesinato, a menudo
colectivo, de miles, la violación y la usurpación de sus hogares y
habitaciones, a veces hasta con los juegos de té tendidos en las mesas
de las casas invadidas y ocupadas.

Expulsiones, asesinatos, violaciones, motorizados por la idea de un
“colonialismo de asentamientos [que] ‘destruye para reemplazar’. La
invasión del territorio indígena busca borrar la presencia indígena
sobre la tierra de forma permanente.” [2]

1967 es aceptable como atroz mojón de la acentuación del despojo
siempre que no caigamos en la tentación, socialdemócrata, de creer que
allí empezó “el mal comportamiento”  israelí. Como si hasta entonces
Israel hubiera sido “la democracia modelo” del Cercano Oriente que
tantos occidentales aplaudieron.

Si mojones temporales significativos necesitáramos, podríamos invocar,
por ejemplo, 1946, cuando el sionismo hace estallar el Hotel David en
Jerusalén con decenas de muertos árabes, ingleses, palestinos, judíos,
seres humanos de los más diversos orígenes (el ala sionista fascista a
cargo de ese atentado es precisamente la que gobierna Israel en las
últimas décadas y constituye el gobierno actual encabezado por
Beniamin Netanyahu).

Pero tal vez, el más significativo es que cuando el sionismo recibe el
espaldarazo del colonialismo británico, que opta por usar los pujos
sionistas como ariete occidental contra el mundo árabe (el “bárbaro
Oriente”), en 1917, el primer enemigo con que tropieza el sionismo ya
“en el territorio”, son los judíos establecidos en Palestina desde
tiempo inmemorial (lo que se denominaba el Antiguo Yishuv).

Porque los sionistas empiezan a establecerse creando una sociedad
aparte, en rigor una sociedad encima de la existente. Y los judíos no
sionistas, anteriores, vivían dentro de la sociedad palestina. Y
resisten la consigna que reciben como judíos: ningún trato con “los árabes”.

Los sionistas zanjan esa resistencia con una modalidad que ya veremos
se irá propagando en el siglo XX con el nazismo, el fascismo, el
comunismo y que ha caracterizado a todas las dictaduras de todos los
tiempos: asesinan a Jakob de Haan, un poeta judío refractario a los
planes sionistas, que encabezara la resistencia judía al nuevo
planteo. 1924. Primer asesinato político de la amarga historia de la
sionización de Palestina. No será el único sino apenas el primero de
una larga lista de asesinatos que vemos ensancharse continuamente.

El gobierno fascista actual de Israel (que evita esa denominación, que
desde 1945 ha quedado “quemada”) no ha hecho sino profundizar esa
senda. Pero no ha innovado nada, sustancialmente hablando. Israel, ya
sea con gobiernos democráticos (pero sionistas) o con gobiernos
sionistas menos diplomáticos, jamás ha variado en su proyecto
histórico: “redimir” la tierra “sagrada”. ¿Ha sobrevenido alguna vez
un convenio para reconocerle algo, a los palestinos? No se conocen. Ni una vez.

Con las “tratativas” de Oslo, desde 1993, cuando Israel decide evitar
otro estallido como la intifada de 1987, la OLP se aviene a
“conversaciones” con las que cede y termina reconociendo al EdI con la
expectativa de que en un futuro más o menos próximo, el engendro
sionista habría de reconocer “algo” palestino; para muchos una
soberanía de las dimensiones de una cabina telefónica. La OLP,
exhausta con su lucha de tipo vanguardista, sustituyendo la actividad
de un pueblo por el de sus destacamentos-más-destacados, termina
cediendo, con la esperanza de que a Arafat se le reconocería una
presidencia virtual sobre un territorio o territorito… un bantustán, en suma.

Destruida su estrategia político-militar, Arafat, empero, no termina
de claudicar porque cuando un levantamiento en las calles vuelva a
revelar el sentimiento generalizado de tantos palestinos que se
sienten robados, ultrajados, invadidos, desplazados, humillados -la
intifada Al-Aqsa- que el régimen sionista reprime con mano durísima,
Arafat, ya vencido en la mesa de negociaciones, no aceptará seguir
siendo cómplice del poder sionista cada vez más ensoberbecido y
denunciará el atropello militar con su infame cosecha de lisiados y
muertos. Después de eso, Arafat dejará de ser “interlocutor válido”,
quedará virtualmente cercado en La Mukata, en Ramallah, y tendrá una
sospechosa muerte por irradiación de la cual que ya sabemos quiénes la
administraron…[3] Israel buscará otro cipayo más confiable, y lo encontrará.

1936, 1947-1948, 1967, 1982, 1987, 2000, 2005, 2008-2009 y tantas
otras fechas pesadillescas, donde cada vez más son los palestinos
muertos, lisiados y prisioneros.

En ningún momento, desde el asentamiento sionista en Palestina, se
puede reconocer a Israel cediendo. En todo caso, suspendiendo la
presión, el embate, para luego reemprender la conquista con mayor
énfasis si cabe: la ocupación ha sido un viaje de ida.

A medida que la relación de fuerzas se ha hecho más favorable al
sionismo protegido como socio presuntamente menor del “amo geopolítico
del planeta”, EE.UU., su desenfado para aherrojar a la población
palestina se ha acrecentado.

Cada vez leyes más draconianas.

Los palestinos no tienen jamás, década tras década, un permiso para
construir. Década tras década, las familias han tenido que ir
redimensionando sus habitaciones para dar cabida a nuevos miembros,
achicando el espacio familiar. Los palestinos no tienen la posibilidad
de adquirir, readquirir tierras.

Han sido sistemáticamente reducidos, al mejor estilo del colonialismo
español en las Américas (“reducciones de indios”).

La “reducción” territorial tiene otras causas: que un miembro de la
familia haya actuado en alguna acción que el poder sionista califique
como “terrorista” alcanza para derribar toda la vivienda familiar. Sin
posibilidad de reconstrucción; que el estado sionista necesite un
suelo para un emprendimiento alcanza para que se le confisque ese
suelo a cualquier palestino.

La pérdida territorial es, por una razón u otra, continua.  Nunca
falta un diferendo, la decisión de un nuevo aeropuerto, una carretera,
la “necesidad” de un puesto de control, para proceder a recortar esos
ya tan recortados territorios. Porque Israel jamás cede tierras
“propias” para tales obras; siempre las hace a expensas de las tierras
palestinas.

A veces, ni siquiera eso. Alcanza la llegada de una patota de colonos
sionistas que, armados hasta los dientes y/o protegidos por el
ejército de “Defensa”, proceden a arrancar de cuajo vides, olivos,
higueras, plantas centenarias de la milenaria agricultura de la región.

En Palestina, los judíos pueden matar impunemente a cualquier
palestino. Lo han declarado algunos con chutzpah,[4] como el ministro
de Economía del actual gabinete; Naftali Bennet: “He matado a
muchísimos árabes en mi vida, y no he tenido ningún problema por ello”. [5]

La historia del colonialismo siempre ha mostrado lo mismo: una
penetración racista, basada en la presunta superioridad civilizatoria,
que permite a los colonialistas actuar con desprecio por todas las
reglas de convivencia y respeto, que, a lo sumo, preservan para “los suyos”.

Esa es la única, atroz explicación para que un soldado judío, que
atendería solícito a su hermana, a su madre, a su esposa, a su vecina,
en situación de preparto, se permita darle largas a tantas, tantas
palestinas que llegan a los “check-points” angustiadas con pérdida de
aguas o de sangre o con pujos y que se desentienden en lugar de
franquearles el paso al hospital más próximo, o que les ordenan
regresar a sus casas y consignas por el estilo y que se traducen en
que esas palestinas, solas o acompañadas, se acuclillan lo más fuera
de la vista del retén y den a luz, con falta total de atención y de
higiene y que se registre tan alta cantidad de bebes  muertos en esas
condiciones: el soldadito ha cumplido con su deber, impedir que
“crezca” la población de la cual el colonialismo se quiere desembarazar.

Con el cambio de año (2017 a  2018) registramos otra forma de
supresión de la población usurpada y negada: el gobierno fascista de
Netanyahu, Bennet, Ayelet, Lieberman, propone instaurar la pena de
muerte también para actos de resistencia a la ocupación.

Se los denomina terroristas por defenderse.

El disparador probablemente ha sido Ahed Tamimi, 16 años, la
adolescente palestina que indignada por la balacera con que soldados
israelíes habían matado y malherido a hermano y primo suyos (niños de
14 y 15 años), los increpó y procuró abofetearlos.

La pervertida opinión pública, a través de sus medios más
oficialistas, ha admirado a esos “estoicos soldados judíos”  por su
profesionalidad, por no haber respondido ametrallando, suponemos, a la
joven. Y dado que dicha “profesionalidad” es replicada por jóvenes
como Ahed y su prima Nur, para defenderlos de tales bofetadas, el
Parlamento fascistizado israelí está tramitando el establecimiento de
la pena de muerte ante actos “terroristas”. Con ese calificativo, el
juez y el poder de ocupación pueden disponer la condena de muerte por
todo acto de resistencia, incluidos los “vejámenes” que le habrían
propinado Ahed y Nur a los soldados en el patio de su hogar.

Como dice una sucursal mediática del sionismo en Montevideo: “Los
medios israelíes, por su parte, la describen como una ‘provocadora que
sabe cómo publicitar sus actos” (El País, Montevideo, 29 dic. 2017).
Un instructivo ejercicio de periodismo canalla.

- Luis E. Sabini Fernández es docente del área de Ecología y DD.HH. de
la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y
Letras de la UBA, periodista y editor de Futuros.
http://revistafuturos.noblogs.org

Notas

[1]  Hubo desde antes un despojo, una política de despojo, solo que
hasta 1948 mantuvo formas “legales”, como la compra de tierras a un
propietario rentista ausente y “como consecuencia”, el desalojo por la
policía (turca primero, inglesa después) de campesinos sin títulos…

[2]  Nadera Shalhoub-Kervorkian, Sarah Ihmoud y Suhad Dahir-Nashif,
http://www.resumenlatinoamericano.org/2014/12/02/palestina-la-violenci
a-sexual-el-cuerpo-de-la-mujer-y-los-asentamientos-coloniales-de-israel/.

Por eso estas autoras nos dicen que: “La violencia sexual es
fundamental en la estructura global del poder colonial, en su
maquinaria de dominación de carácter racial. […]. David Ben Gurion, al
igual que otros dirigentes sionistas, habló abiertamente sobre la
violación y tortura sexual de las mujeres palestinas en las
anotaciones que hizo en su diario durante 1948. Al mismo tiempo que
abogaba por la matanza de mujeres y niños palestinos, les representaba
como una amenaza para la política de asentamientos coloniales judíos y
premiaba a todas las madres judías cuando tenían su décimo hijo.”

Las autores citan además a una joven judía que publicó en Facebook un
mensaje sobre el placer sexual que se sentía contemplando el
linchamiento colectivo: “¡Qué orgasmo ver a las Fuerzas de Defensa de
Israel bombardear edificios en Gaza con niños y familias dentro. Boom,
boom!”  [ibíd.]

[3]  La viuda verificó mediciones en las últimas ropas de Arafat
envidas a control; una anormalísima intensidad de radiactividad.

[4]  Voz de origen hebreo, desplegada en el yiddish, que significa
desenfado, descaro, insolencia.

[5] Publicado por Yediot Ahronot, periódico israelí y traducido y
puesto en internet por
http://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=46297, 31 julio 2013.

tomado de:
https://www.alainet.org/es/articulo/190246


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