http://www.misiondignidadhumana.blogspot.com
Óptica Socialista
Opinión
El reciente referéndum de Bolivia mostró
el cambio al que asiste la política regional desde hace unos meses. Si 2014
había sido el año del triunfo de las opciones progresistas -Brasil, Bolivia,
Uruguay- el final del 2015 y el inicio de 2016 trajo aparejado una seguidilla
favorable para las fuerzas conservadoras -Argentina, Venezuela y Bolivia,
aunque sólo presidencial en el primer caso-, que lograron modificar
parcialmente la correlación de fuerzas regional.
De esta forma, un debate vuelve a resurgir:
¿finaliza el ciclo iniciado por Hugo Chávez en Venezuela, seguido por Lula y Dilma en Brasil,
Néstor Kirchner y Cristina Fernández en
Argentina, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en
Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua? Si uno se
guía por los medios de comunicación hegemónicos de la región (Globo, Clarín,
Venevisión, entre otros) la caída del resto de los gobiernos progresistas
es inminente, aleccionados -de acuerdo a estos medios- por infinidad de
casos de corrupción, nepotismo, desidia gubernamental, irrespeto a las
instituciones y los DDHH, y un larguísimo etcétera.
Por
otra parte, negar las complejidades por las que transitan estos gobiernos sería
de una necedad extrema. No sólo porque las dificultades son
reconocidas por los propios gobiernos -por ejemplo, cuando Venezuela decreta la
Emergencia Económica o Brasil anuncia una caída de 3.70% en su PBI durante
2015- sino porque además la persistente caída en los precios de los commodities
-petróleo, cobre, soja- es un dato objetivo de la realidad internacional, que
daña a estos países pero también a aquellos que tienen otra orientación
política-ideológica en sus respectivos Ejecutivos.
Dicho
esto, la pregunta pasa por los liderazgos y el caudal electoral. El retroceso
electoral de las opciones nacional-populares, progresistas o posneoliberales se
topa con un dato que hay que revisar para completar el análisis: la
elevada adhesión que aún así reflejan. Así, un 49% en Bolivia y Argentina,
y un 42% en Venezuela, independientemente de la diferencia en el tono de
las elecciones -referéndum, presidencial y legislativa, respectivamente-
resultan porcentajes muy elevados para decretar, como en algunos casos
livianamente se ha hecho, el fin de esos proyectos, que conservan un anclaje
popular innegable.
Hay cuatro preguntas que ayudarán a ordenar el mapa
político de las opciones de la izquierda regional: ¿qué papel cumplirá Cristina
Fernández en el plano político-electoral de Argentina a partir de este
momento?; ¿cómo ordenará Evo Morales la discusión en torno
a su necesario relevo, visto y considerando que ha decidido postergar esa
definición hasta 2018?; ¿cómo afrontarán Dilma Rousseff y Nicolás Maduro los
intentos de “derrocamiento legal” que sus oposiciones se plantean hoy, para
desalojarlos de Planalto y Miraflores?; y, por último, ¿cuál será el rol -local
y regional- de Luiz Inácio Lula Da Silva, único sobreviviente del trío que
conformó junto a Chávez y Kirchner a la hora de la derrota del ALCA? En esos
interrogantes, todos vinculados a los liderazgos regionales, residen buena
parte de los nuevos desafíos que afrontarán estos procesos políticos.
Mientras
tanto, las fuerzas nacional-populares, progresistas y de la izquierda regional
deberán replantear sus estrategias. Así como la derecha, durante años de larga
sequía electoral, modificó discursos -y sobre todo formas- en vías a poder
disputar de igual a igual frente a los tanques electorales posneoliberales, los
movimientos sociales y políticos que pretendan retornar (Argentina) o mantener
el Ejecutivo (el resto, por el momento) deberán hacerlo bajo un nuevo contexto
regional, y también bajo nuevos imaginarios. Por ende, espacios como el Foro de
Sao Paulo, ELAP y Bloque Progresista del Parlasur, exponentes de estas
organizaciones y sus representantes, deberán reconsiderar líneas de acción
junto a un conjunto de think-thanks regionales, como el Instituto Lula y el
-próximo a lanzarse- Instituto Patria de Cristina Fernández de Kirchner,
sumando el aporte de otras instancias de “intelectuales orgánicos” al decir
gramsciano.
La
derecha cuenta asimismo con una complicación adicional, más allá del cambio
objetivo en la correlación de fuerzas: ya ha comenzado a gobernar en la
Argentina, mostrando en poco tiempo que el discurso de “mantener las políticas
sociales” era más bien eso, un discurso -visto y considerando la devaluación de
Prat Gay, el aumento de precios en la canasta básica, los masivos despidos
tanto en el sector público como privado, entre otras medidas de los primeros
meses-. Asimismo, en los países de la Alianza del Pacífico se ve con claridad
la ausencia de políticas sociales extendidas: no hay Asignación Universal por
Hijo -parte de la supuesta “pesada herencia” kirchnerista en Argentina-, no hay
Bolsa Familia -Brasil-, no hay Bono Juancito Pinto o Renta Dignidad -Bolivia-,
y no hay Misiones Sociales -Venezuela-. Por ello México, Colombia, Chile y Perú
no han avanzado en reducir las desigualdades al interior de sus sociedades.
Esos
indicadores, lejos de seducir a un núcleo nuevo de votantes, más bien podrían
llegar a dificultar la llegada de nuevas expresiones en los países con
gobiernos posneoliberales. Sin embargo, en buena parte de la región se
desconocen estos hechos, refrendados por indicadores de CEPAL. ¿Por qué? Por
una campaña de “embellecimiento” mediático de ese bloque de países, y una critica
mediática furibunda sobre el resto. Por ende, una necesaria reconsideración del
momento de parte de los tanques de pensamiento y organizaciones afínes al
proyecto de integración regional autónoma será la vía para plantear una
adecuada resolución a la puja sobre la cual se cierne, una vez más, América
Latina.
Juan Manuel
Karg
No hay comentarios.:
Publicar un comentario